‘Diario de un Optio en Hispania’, de Antonio J. M. López


Pedro González Coello.– El próximo jueves, día 10 de noviembre, a las 18:30, se presenta en Ciudad Real, en la Biblioteca Pública del Estado, una publicación que es mucho más que un libro. Se trata del proyecto personal de un gran comunicador: la edición como libro de una selección de «posts» incluidos en su blog «Un Optio en Hispania»: una visión personal del mundo por Antonio José Moreno López.

Antonio es «un optio en Hispania», un aguerrido luchador de nuestro tiempo que, armado con la palabra (ya sea oral o escrita) y con algunas imágenes (ya sean fijas o en movimiento), no está dispuesto a pasar por alto cada una de las realidades que le generan alguna reacción, ya sea rebeldía, emoción, placer…, sin enfrentarse a ellas y sin transmitirnos las reflexiones y pensamientos que le provocan, a través de las diversas vías de comunicación (radio, blog, podcast, youtube y televisión) por las que él transita con placentera creatividad.

A lo largo y ancho de este libro, va desgranando algunos de los temas, pasiones e intereses, a cuyo análisis no puede sustraerse, y que integran de manera esencial una personalidad forjada desde su infancia. De esos primeros años de su vida, parte su iniciación a la lectura, a través de los cuentos clásicos, de novelas de aventuras como las de Julio Verne, o de cómics como los de Francisco Ibáñez…, y también la atracción que empezó a experimentar por los quioscos, las librerías y las bibliotecas.

Esa fascinación por los libros siguió creciendo hasta conformar una biblioteca propia con peculiares tesoros incorporados en diversas etapas de su vida. Y quien llega a considerar los libros como joyas, no puede por menos que defender la lectura no solo como actividad de recreo, calma y sosiego, o como «faro que nos guía en la tormenta de la vida», sino también como elemento imprescindible para desarrollar el juicio crítico respecto a una sociedad actual que, por su criticable carencia de inquietud intelectual, resulta fácilmente manipulable por los poderes políticos y fácticos.

Son varios los artículos de este libro dedicados a lamentar la falta de interés por la lectura de un porcentaje demasiado amplio de la sociedad española, lo que la condena a esa carencia de juicio crítico necesario para valorar adecuadamente el mundo actual, y la convierte en una población muy maleable tanto por parte del sector político, como de la publicidad y las «fake-news» de los medios de comunicación y las redes sociales. También en relación con la lectura, se ocupa de valorar positivamente obras maestras de las distopías, como las de George Orwell, y libros de investigación sobre el trasfondo profundo de la sociedad que nos rodea, como los de Javier Pérez Campos, autor con el que Antonio ha colaborado en reportajes emitidos en el programa Cuarto milenio, de Iker Jiménez.

Otro de sus procedimientos favoritos para acceder a la cultura y desarrollar el juicio crítico es el cine. Son varios los artículos de este libro dedicados al séptimo arte. En ellos aprendemos a poner en valor la figura de un gran divulgador del cine con el que contamos en Ciudad Real como es José Luis Vázquez; reconocemos nombres, cualidades y trabajos magistrales de actrices y actores geniales de todo el siglo XX; y descubrimos películas y escenas emblemáticas que nos permiten mejorar la base argumentativa de nuestro criterio para enjuiciar la sociedad en la que nos ha tocado vivir. En cualquier caso, acabamos entendiendo que el cine no es (o no debería ser) un mero entretenimiento de masas, sino que debería convertirnos en pequeños o grandes héroes capaces de contribuir a luchar contra las pequeñas o grandes injusticias y a defender las causas nobles del mundo actual.

Así se nos muestra Antonio en otros artículos: a gran escala, como un luchador contra las guerras y contra los poderosos que abusan de los desamparados. Nos agitamos con su enconada animadversión contra el sufrimiento y el terror provocados por situaciones como la invasión rusa del territorio soberano de Ucrania. Nos escandalizamos con él de que en el mundo actual sigamos sin aprender de la historia anterior, e incluso de la literatura y el cine, lo absurdo de tantas pérdidas humanas y materiales que conllevan los enfrentamientos bélicos. Pero también es necesario que nos impliquemos en esta lucha, que no miremos hacia otro lado ante las injusticias, que, como ciudadanos responsables del devenir de las sociedades y países del interconectado mundo actual en el que nos integramos, no permitamos que determinados fanáticos y autócratas de diverso pelaje alcancen un poder que les permita imponer su criterio a la población a través de cualquier procedimiento de fuerza, incluida la guerra. Y, a pequeña escala, como un defensor de cualquier ser discriminado o desfavorecido, ya sea racional o no. A través de sus textos, nos solidarizamos con esas personas sin hogar que parecen invisibles a los ojos de mucha gente que transita por las calles con total indiferencia ante el sufrimiento humano; y también con esos animales maltratados por gente sin conciencia y con cierto nivel de sadismo, e incluso asesinados en «fiestas populares» justificadas con la etiqueta desfasada de «cultura tradicional». Con sus palabras, Antonio nos contagia su indignación ante este tipo de actitudes, que no tienen justificación en el mundo actual.

Este espíritu sensible reivindica valores como la compasión con los que sufren, especialmente en esas celebraciones navideñas en las que el consumismo más extremo ha hecho que mucha gente pierda de vista el auténtico sentido familiar y solidario que deberían tener estas fiestas. Asimismo, defiende la verdadera amistad, la bondad y el respeto como forma de colaboración más eficaz entre las personas, frente al individualismo, el postureo y los ataques indiscriminados que dominan las redes sociales. Resulta triste que a través de ellas cobren notoriedad con esos comportamientos egocéntricos ciertas personas poco ejemplares, pero que se convierten en referentes de buena parte de la juventud, mientras que se mantienen en el anonimato otras con mucha mayor dignidad que, dedicando su vida al trabajo en favor de nobles causas, no reciben el reconocimiento social que merecerían, como Jane Goodall, Malala Yousafzai, Naoto Matsumura…, o aquellos, más anónimos aún y muy por encima de la clase política, que nos sacaron las castañas del fuego en la dramática etapa de la reciente pandemia y, en especial, en el problemático periodo del confinamiento, como sanitarios, limpiadores, agricultores, transportistas, empleados de alimentación, docentes, miembros de protección civil y de cuerpos de seguridad…

En ese tipo de situaciones es «cuando uno se debe dar cuenta de la fugacidad de la vida, de la importancia del momento, de lo trascendente de los detalles, de que estamos en esta vida como inquilinos de un inmueble que no nos pertenece y del que se nos puede desalojar en cualquier instante sin miramientos». Por eso, en algunos artículos de este libro, Antonio concede protagonismo a actividades que le hacen sentir bien: hacer fotografías, lo que le permite, prestar atención a los pequeños detalles y a los momentos irrepetibles; hacer y escuchar la radio («compañera en la soledad, amiga del camino, voz de la conciencia, detonante de tumultos, susurro de la vida, testigo de lo diario, aliada de la inmediatez…) y, más recientemente, los «podcast», fundamentales para «crear y mantener ciudadanos libres, reflexivos, críticos y formados»; disfrutar de la música, tanto grabada como en vivo, de artistas como Manolo García, (cuyas letras nos hablan «de la importancia de la amistad, de expresar nuestros sentimientos, del respeto por la naturaleza y de la grandeza de las pequeñas cosas que suceden a nuestro alrededor cada día», o como Ana Alcaide, («cuya labor de recuperación y adaptación de antiguas músicas a nuestro presente es reconocida más allá de nuestras fronteras»); o practicar deporte (como manera de fomentar la vida sana y la virtud de la constancia) y hacer senderismo (como forma de entrar en contacto con la naturaleza y con la historia, en especial, en esa ruta que tanto le recarga a Antonio las pilas físicas y espirituales: el Camino de Santiago).

Por tanto, son enormes los efectos terapéuticos que pueden tener sobre nosotros los artículos de este libro, y todavía se amplían más si utilizamos los enlaces incorporados en ellos mediante código QR, que nos transportan a más amplios contenidos audiovisuales de su propia creación. Por eso, como dije al principio, se trata, más que de un libro, de un fascinante proyecto personal de comunicación. Gracias por todo ello, Antonio.

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