Un lugar para la luz

José Agustín Blanco Redondo. Escritor. Artículo sobre la exposición Cromático 4.0 de la Agrupación Fotográfica “Albores”. Centro Cultural “La Confianza” de Valdepeñas.  

“La luz encontró su lugar, al fin, no podría haber ocurrido de otra manera. La humedad que rezumaba de las piedras, la próspera avanzada de las zarzas y el verdor oscuro de la hiedra atenuaron la luz del día como el agua que, tras vagar por el cauce con un murmullo de esquirlas de vidrio, encuentra bajo la tierra un sumidero plácido donde descansar.

   La luz encontró su lugar, tuvo la intuición de resbalar por aquellos muros, entreverarse de rocío y fertilizar musgos, líquenes y helechos. Tuvo, además, la voluntad de entenebrecerse con el silencio, de fundirse con la soledad, de hacer de aquellas ruinas que aún soportan el peso ingrávido de las nieblas, un solar de añoranzas, de recuerdos, de afanes imposibles de olvidar.”

   La tarde del quince de diciembre se inauguró, en el Centro Cultural “La Confianza” de Valdepeñas, la exposición Cromático 4.0, organizada por la Agrupación Fotográfica Albores.

   La escritora Maribel Caravantes realizó ante los asistentes una magnífica  presentación literaria y, tras las palabras del presidente de la agrupación Alfredo Sánchez y de la Concejala de Cultura Vanessa Irla, se pudo disfrutar de las obras participantes en el evento.

   La exposición es un compendio de sensaciones, de instantes tal vez irrepetibles, de momentos únicos que el azar tuvo a bien cruzar con el objetivo de una cámara. Y digo irrepetibles porque sería casi imposible, salvo en el interior de un estudio,  reproducir los factores –luminosidad, vidas retratadas, encuadre, cambios en el ambiente por el paso del tiempo…─ que hacen de cada fotografía una obra única y, por tanto, dotada de un inmenso valor.

   En esta modesta exposición ─según la definición del presidente de Albores─ encontramos paisajes de naturaleza, imágenes de pueblos que parecen anclados en el marasmo del tiempo, fotografías de perros agalbanados y de pupilas felinas, fotografías detalladas de útiles de impresión tipográfica, vistas de planetas gaseosos, algún tintineo de llaves antiguas, el atrio de una ermita que envejece junto a las montañas del norte, destellos de color guirlache en las galerías del santuario de la Virgen de la Antigua, en Infantes. También algunas olas de un mar imaginado, reflejos cimbreantes de color en el agua de un canal y una fotografía junto al Sena en la que este azar omnipresente ha retratado a un hombre capaz de coordinar la atención al teléfono móvil con la lectura de un libro de los de antes, con cubiertas de cartón y hojas de papel. Un libro de páginas cosidas que, por entre tantas ediciones digitales con las que hoy nos abruman, sé que perdurará en un futuro, sí, durante algunas, muchas, demasiadas décadas.

   Les animo, por tanto, a visitar esta muestra de instantes únicos, de momentos atrapados, de ilusiones y pasados fugaces, tal vez ya inexistentes. Podrán contemplar esa luz que, según lo fotografiado, se atenúa o se acrecienta tras el esmalte inagotable de la mirada.

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