Final de etapa

Como ocurre siempre por estas fechas, ahora toca hacer un resumen o balance de lo acontecido a lo largo de este año. En este periodo no han faltado ingredientes y las necesarias especias con las que aderezar nuestra cotidianidad que —por lo menos desde 2020—, nos sobresalta y genera inseguridad en una vida que creímos tranquila hace tres años, pero que ahora nos muestra las dificultades a las que estamos expuestos cotidianamente.

He leído, en algún medio, que hay quienes consideran que en 2022 ha terminado, definitivamente, el siglo XX. Comparto esa opinión en cuanto que la pasada centuria supuso poner punto final —por lo menos formalmente—, al colonialismo tradicional de los países europeos, que habían ocupado, explotado y administrado durante años, incluso siglos, determinados territorios en todo el mundo. Aunque después de este proceso se ha producido un neocolonialismo económico, con influencia política y estratégica, que no dejan de ser una nueva forma de condicionar el futuro de muchos de estos países que fueron antiguas colonias dependientes de las potencias europeas.

El fallecimiento en 2022 de dos personalidades que fueron protagonistas decisivos de esos cambios parece cerrar una etapa importante en el ámbito internacional. Una de las personalidades más relevantes —que nos dejaron en el año que termina—, fue la reina Isabel II de Inglaterra, cuyo reinado ha sido de los más largos de la historia. Y la otra fue la desaparición del también longevo y último líder de la antigua Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov.

La reina de Inglaterra recibió un estado sustentado en el imperio más importante del pasado siglo, que dominaba extensos territorios y administraba a una numerosa población en África, Asia y Oceanía. A lo largo de su reinado, aquel imperio se fue desmoronando y su territorio se redujo a lo que son las Islas Británicas. Este proceso no estuvo exento de conflictos, pero se llevó a cabo de una forma más o menos ordenada, lo que ha permitido a la antigua metrópoli, mantener su influencia en muchos de los territorios descolonizados.

En el caso de Gorbachov, él se encontró con un país también muy extenso que procedía del antiguo imperio ruso, al que se añadieron numerosos territorios conquistados o anexionados durante el periodo revolucionario de principios del pasado siglo. Al final se convirtió, de facto, en un nuevo imperio integrado por multitud de naciones, etnias, lenguas y religiones que lo hacían un país invertebrado, —como diría Ortega y Gasset—, dirigido por un régimen totalitario que reprimía con dureza tanto las libertades individuales cómo los derechos legítimos de los pueblos que lo integraban.

Pese a sus reformas —introducidas en su país durante cinco años—, su mandato terminó tras un golpe de estado en 1991, fruto de la descomposición de la antigua Unión Soviética, gobernada por la conocida dictadura del proletariado, que había gestionado el país bajo las directrices del conocido socialismo real durante más de setenta años. Por otra parte, este largo periodo de tiempo puso de manifiesto el fracaso de un sistema político y económico al servicio del poder, que llegó a funcionar como una franquicia comercial en el resto del mundo, imponiendo su ideario y estableciendo un férreo control allí donde lo implantaron. La extinción definitiva de la Unión Soviética trajo consigo el nacimiento de numerosos estados, como Ucrania, Georgia, Armenia, Moldavia o las tres repúblicas bálticas a los que, manu militari, se habían sometido por el régimen surgido de la revolución bolchevique de 1917. 

Pero este proceso de descolonización ad hoc —que fue aparentemente pacífico en un primer momento—, pronto mostró las tensiones étnicas, religiosas y territoriales que se han manifestado a través de conflictos bélicos regionales —como los de Chechenia o Georgia— y que han acabado con la ocupación de Ucrania, auspiciada por los nostálgicos del régimen soviético, encabezados por Putin.

En el Parlamento Europeo se aprobó, en septiembre de 2019, una Resolución sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa, que condena los crímenes cometidos por los regímenes nazi y comunista a lo largo del siglo XX.

Esta resolución, entre otras cosas, dice que, mientras que los crímenes del régimen nazi fueron evaluados y castigados gracias a los juicios de Núremberg, sigue existiendo la necesidad urgente de sensibilizar sobre los crímenes perpetrados por el estalinismo […], evaluarlos moral y jurídicamente, y llevar a cabo investigaciones judiciales sobre ellos. Continúa la resolución que la evolución [de Rusia] hacia un Estado democrático seguirá obstaculizada mientras el Gobierno, la élite política y la propaganda política continúen encubriendo los crímenes comunistas y ensalzando el régimen totalitario soviético. Acaba pidiendo a la sociedad rusa que acepte su trágico pasado.

Este fin de etapa, nos recuerda a Napoleón, que hace doscientos años decía que dejaba en la cuna dos países que acabarían dominando el mundo, Rusia y Estados Unidos. Y así fue durante el siglo pasado. Pero este visionario también dijo, dejad que China duerma, porque, cuando despierte, el mundo temblará. Y China parece haber despertado, por lo que una nueva etapa ha podido comenzar ya. 

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