Los caramelos de los Reyes Magos

Manuel Valero.- Los caramelos evocan la inocencia de la infancia pero también tienen una parte penunbrosa, una leyenda negra que incluso ha saltado al literario mundo de los cuentos : por un caramelo engatusaba el hombre del saco al niño para llevárselo, otros llevaban en su envuelta y dulce solidez una carga letal de veneno para despachar al goloso. Pecata minuta al lado de la alegría que suscitan, pues solo la cara de felicidad de un pequeño que recibe el manjar lo ilumina todo.  ¿Sabe alguien de dónde viene la sonrisa que revuela por los labios del niño dormido?, se preguntaba Tagore. El Dia de Reyes es la prueba. La calles de la ciudad se llenan de niños que llevan la felicidad en una sonrisa que desbarata todos los males del mundo. Ah, la inocencia.  Sin embargo y sin ánimo de empañar la magia del juguete desempaquetado y a tenor de lo visto en Puertollano caí en la cuenta de que en la taxonomía del caramelo cabe incluir el caramelo mago, que es el que disparan como balas inocentes los reyes  y su cohorte desde lo alto de su festivo trono. No es raro que las crónicas de ediciones anteriores informen de algún percance en pleno chubasco.

Durante el desfile la gota fría caramelicia fue todo un espectáculo. Jarreaban caramelos, muchos de los cuales impactaban en las cabezas de la multitud, y mayores, jóvenes y niños se lanzaban a la captura del manjar como si no los hubieran comido nunca. El desorden en ese momento llegaba al paroxismo mientras desde la carroza seguía la lluvia incesante. Había para todos y sobraban… pero daba igual. Mientras algunos se agachaban rompía contra sus espaldas una nueva descarga. Hay, además, otro aspecto, a mi juicio menos estético: el hecho de ver al personal, a cientos, entregado a la caza del caramelo recordaba a los pueblos de otros tiempos en que los monarcas o señores lanzaban pan al pueblo para granjearse su simpatía. Y eso que la mayoría de los niños y niñas tienen hoy afortunadamente -¿o no?- de casi todo. Si en lugar de caramelos a los reyes magos en su magia les da por lanzar billetes no sé qué hubiera ocurrido. El pueblo, o sea usted y yo pasamos de la civilización al estado primario en un pispas.   

Pero esto es lo de menos. Lo más importante es la seguridad. A pesar de las medidas tomadas para evitar que algún chaval acabara bajo las ruedas del trono rodante, cuatro personas que lo flanqueaban, el revuelo es tal que uno sintió pavor ante la posibilidad de que un chicuelo en su inocencia acopiadora se desentendiera del peligro.  Afortunadamente las fiestas navideñas en Puertollano han pasado con la felicidad general a flor de piel, con los bares y restaurantes llenos y las tiendas a buen ritmo corroborando así la existencia de esas dos realidades que no casan ni con una legión de curas: la mediática y la de la calle. Ya lo he escrito en anteriores ocasiones: después de ver el telediario no hay nada mejor que salir a esa calle como el mejor antídoto. El encono político, las crisis económicas, las advertencias de la inevitabilidad de un desastre, las tertulias de gallináceas, la espectacularización de los sucesos en ese amarillismo pretendidamente informativo… todo eso se diluye cuando paseas por la ciudad y ves a tus paisanos ir cada uno a su afán. La calle es el antídoto del vomito mediático, por eso se dice que cuando la calle se solivianta es que la cosa está realmente mal. Después de una época lúgubre de pandemias y crisis, la gente tiene ganas. Como decía el filósofo: Las ganas de vivir es lo que le da sentido de la vida.

Con todo, convendría hacerse unas cuantas preguntas. ¿Son necesarios los caramelos en una cabalgata que es un espectáculo teatral callejero y tiene muchísimo más matices que disfrutar que soportar el innecesario chaparrón? ¿Desluce una cabalgata en la que no haya gota fría de dulces? ¿Es que no hay disfraces, luces, magia, música y bailes suficientes para que los mayores también disfruten de la larga tradición de la llegada de los Reyes Magos? A mi juicio, la dulce tormenta es innecesaria y conlleva riesgos. En Ciudad Real los han dado en mano aunque refuerza la falsa idea de que una Cabalgata de Reyes es un desfile pegado a un saco de caramelos. Sin ellos, además, nos ahorraríamos la imagen del pueblo enajenado a la captura de una absoluta minucia.

Apuntado este detalle que no desdice en absoluto el saludable carpe diem con que los puertollaneros han vivido estas fechas, tiempo hay para cambiar algunas cosas que no desestructuran la convivencia como la de celebrar el próximo desfile bajo un buen anticiclón sin rastro de azúcar y luego cada cual que acuda a su casa a hacer unboxing con lo que le haya venido de Oriente.

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6 COMENTARIOS

  1. Si ya es extraño oir (no digamos cantar) villancicos.
    Si son raros los jóvenes que conocen lo que es una zambomba.
    Si apenas ya nadie se acuerda, ni pide el aguinaldo.
    Si se pide sustituir las vacaciones de navidad, en el calendario escolar o educativo, por las vacaciones de invierno.
    Si se aconseja desear unas felices fiestas, en vez de Feliz Navidad!
    Si hay personas (instituciones, organismos, asociaciones…) interesadas en sustituir el tradicional Belén o la cabalgata de Reyes Magos, en favor de Papá Noel y el abeto decorado (que la navidad no existe).
    A quien puede extrañar que se dejen de lanzar caramelos desde las carrozas!
    Y si todo esto a nadie perjudica, daña o hace mal (aunque seguro que me equivoco, porque ofendidos hay en todas partes) mejor no hablar del uso de animales en las cabalgatas, del sexo del recién nacido (niño, que no niña) del machismo de los Reyes (que no Reinas), del color de piel de Baltasar…

  2. Que no los dieron en mano,…. que en la capital también los tiraron desde las carrozas, aunque es verdad que en menos cantidad y no resultamos tuertos nadie.

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