Esteban Batallán, un coloso elaborando fina orfebrería

Juan S. López Berdonces.- Colosal, magistral, excepcional. La difusión del arte, del Arte con mayúsculas, -no del pseudoarte al que nos quieren acostumbrar desde hace tiempo cambiándonos  Ferraris por Twingos y a Robertas Flack por Pitingos-  requiere  de un esfuerzo ingente para encontrar la fecha que cuadre en la agenda, la habilidad para convencerle de que venga, la capacidad económica para cubrir gastos y caché, y la capacidad de trabajo para entregar horas y horas con el fin de que todo salga perfecto.

Ayer nos deleitamos maravillados con la labor de un coloso realizando filigrana de seda, oro y organza en Puertollano. Ayer contemplamos  absortos a un bulldozer realizando piruetas sobre un trapecio. Independientemente de poseer estudios musicales o no, hemos podido disfrutar de la excepcional maestría y talento de Esteban Batallán, cuyo puesto de Principal Trumpet (Trompeta Solista) de la Orquesta Sinfónica de Chicago abruma. Abruma porque forma  parte de una de las mejores orquestas del mundo –para muchos la mejor- para la mayoría entre las 5 mejores. Abruma porque es el trompeta solista, lo que le convierte no solo líder de la cuerda de trompeta, sino de toda la sección de viento metal. Abruma por sentarse donde se sentó durante la friolera de 52 años una leyenda: Adolph Herseth.

Mr. Herseth fue el  artífice del cambio en la sonoridad de Chicago. El trompetista sinfónico considerado el mejor del mundo; y ahí estuvo  52 años asombrando, atrayendo, levantado pasiones y enamorando al espectador mientras proyectaba su incomparable sonido que inundaba la sala.  Era afable aunque exigente, pues conocía, trasmitía  y exigía los principios de calidad de la Sinfónica de Chicago, estándares que se autoimponía. A la misma vez que elevaba su bello, potente, delicado y rico sonido, creaba ilusión en jóvenes  trompetistas que le querían imitar y suceder sus pasos. Fue, ha sido y es, su referencia.

Pues bien, uno de esos jóvenes que compraban los discos de esta Orquesta Sinfónica, los discos de Chicago, no por su director, sino por Herseth, por su idolatrado Herseth, llegó a ocupar su puesto. Hoy desempeña su labor en la silla de la “leyenda”, se rodea de los compañeros de la leyenda y aparece en los programas y discos plasmando su nombre en el lugar donde él ha leído durante años el de su ídolo. Ese chico de 15 años, hoy es un señor que asombra, atrae, enamora y transporta al público mientras eleva y proyecta su bello, potente, delicado y rico sonido, bajo la batuta de Riccardo Muti. Ayer, en Puertollano, ese señor  creaba ilusión en jóvenes  trompetistas que le quieren imitar y suceder sus pasos. Afable y exigente, Esteban Batallán inundó la sala del Auditorio Municipal “Pedro Almodóvar” con música clásica durante hora y media, acompañado al piano por Irene García Vivero, la cual desempeñó una ingente y dura labor de interpretar reducciones de orquesta en dos de los conciertos propuestos, además de su papel de piano acompañante en otras dos de las obras programadas.  

Sea Batallán, sea Salado,  Van der Roost, Pina, Padilla, Navarro o Rellán, indefectiblemente debe existir la noción, la idea, la voluntad y el plan para seleccionar a la figura adecuada. Dando Arte de primer nivel el Auditorio se llena. Igual que el público de Puertollano se desplaza a ver figuras de primer orden, lo arropa aquí con su asistencia, con su presencia. Hay avidez de cultura de primer nivel, y se nota.

Dicho esto, ayer también se hizo evidente el poco bagaje cultural y musical de algunos que no entienden que la música, la Música con mayúsculas, que por ser minoritaria no deja de ser la Música con mayúsculas, la Clásica, nace del silencio. Ayer, pudimos ver en un alarde de incultura, a personas  saliendo ¡y entrando!  de la sala de concierto durante la interpretación, sometiendo así a la concentración y paciencia de artistas y público atento, a un sobreesfuerzo innecesario.  Por supuesto, no podía faltar la llamada al teléfono móvil  que diera la nota disonante, ni  los murmullos (ya casi escándalo) que fueron merecidos objetos de la mirada de muchos y del propio solista. Tanto es así, que el propio Batallán agradeció que alguien del público demandara silencio. Queda trabajo cultural por hacer con estas personas, claramente acostumbradas al Casio que se nos ofrece desde años como Rólex. Esperemos que su comportamiento no nos salpique.

Para concluir, Esteban Batallán: un coloso elaborando fina orfebrería. Extraordinario, poderoso, sutil y magistral. Excepcional.

Gracias al CPM “Pablo Sorozábal” y muy especialmente a D. Rafael Ramírez e Irene García Vivero. Muchos consideramos que… este es el camino.

Juan S. López Berdonces.

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