Sin miedo a vivir

“Lo realmente importante es luchar para vivir la vida, para sufrirla y para gozarla, perder con dignidad y atreverse de nuevo. La vida es maravillosa si no se le tiene miedo

CHARLES CHAPLIN

El suicidio es, desde 2008, la primera causa de muerte no natural en España. Ese año dejaron de ocupar el primer puesto las causadas por accidentes de tráfico, cuya incidencia sigue bajando y, quince años después, se han reducido a la mitad. Mientras que las provocadas por suicidio siguen aumentando y, en 2021, —último año del que se dispone de cifras oficiales del INE—, alcanzaron las 4003 personas fallecidas por este motivo. Es decir, un 13% superior a las 3539 que se produjeron en 2018.

Es evidente que los planes de prevención de muertes por accidentes de tráfico —como ha ocurrido también con los de accidentes laborales—, han demostrado su eficacia, reduciendo drásticamente la mortalidad. Pero seguimos sin un plan nacional de prevención del suicidio que permitiría, primero, tomar conciencia real de este problema, para después, aplicar las medidas necesarias y reducir esas elevadas cifras.

La pasada semana, varios especialistas de distintas universidades de Madrid y Barcelona —coordinados por el Centro de Investigación Biomédica en Red-Salud Mental—, han presentado ante la opinión pública, un estudio pormenorizado sobre la evolución de los datos de mortalidad por suicidio de los últimos veinte años en España. La primera conclusión ha sido que hay un crecimiento paulatino de los casos de suicidio durante todo ese periodo. Y que los fallecidos por este motivo son hombres, en tres de cada cuatro casos.

Por el origen de la población afectada, hay que destacar que los casos de extranjeros se han incrementado en un 24,3%, mientras que, en los nativos, han aumentado un 6,5% desde 2018. Además, el promedio de suicidios por cada 100.000 habitantes es de 8,45 a nivel nacional. Siendo las provincias con mayor índice, Lugo (15,6), Zamora (14,2) y Jaén (13,1); y las que menos Guadalajara (4,5) y Madrid (5,3).

Estos datos es necesario estudiarlos en profundidad, pero llaman la atención los de Madrid. Aunque es cierto que su población es más joven, hay un hecho importante que señalan los expertos como una posible causa de su menor incidencia. Madrid cuenta con un protocolo muy efectivo para la prevención de suicidios, que consiste en que cuando es atendido un paciente por intento de suicidio, al darle el alta hospitalaria, se le agenda una consulta de psiquiatría en menos de siete días.

Hay que tener en cuenta que el suicidio está asociado a enfermedades psiquiátricas graves y que, por cada caso consumado, se producen diez intentos fallidos, que muchos de ellos vuelven a intentarlo. Por lo tanto, estamos ante un problema que afecta directamente, como mínimo, a unos 45.000 ciudadanos al año en nuestro país.

Aunque los expertos consideran que la dimensión real del problema es mucho mayor, entre otras cosas, porque hay una cifra oculta que está aflorando con los datos obtenidos por los expertos a través de los Institutos de Medicina Legal de España, que son superiores a los recogidos por el INE. La cifra real se podría incrementar en más de un millar al año.  

Debido a la deficiente atención sanitaria en España de las enfermedades mentales, el tema se trató en el parlamento a principios de 2021, y el gobierno se comprometió a desarrollar en esta legislatura un plan de prevención de suicidios. Pero todo quedó en agua de borrajas, cuando en septiembre de 2022, se desestimó en el Senado —por parte del PSOE, ERC y PNV—, la propuesta de Unión del Pueblo Navarro, para desarrollarlo. Y estando en el final de la legislatura, es difícil que este plan vea la luz en los pocos meses que le quedan.

En muchos países europeos se aplican planes de prevención que han reducido la mortalidad drásticamente. Como ocurre en Dinamarca o en Austria y, sobre todo, en Finlandia, donde vienen funcionando desde hace más de treinta años, con resultados muy positivos.

Pero este problema tiene una dimensión humana que es necesario abordar. Muchas de las personas que intentan el suicidio, viven en una angustia permanente a las que es necesario tratar desde la sanidad pública de forma integral, por profesionales cualificados y en número suficiente, para que se aborde su situación con posibilidades de éxito.

Decía Napoleón que abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse de él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado. Esta reflexión y la de Chaplin —que figura en la cabecera de este artículo— nos hace olvidar el argumento fácil y hasta romántico de algunos escritores que acabaron suicidándose. Como hizo Larra por un amor no correspondido. O como hicieron Ernest Hemingway o Virginia Wolf, al descubrir que padecían una enfermedad grave, aunque no mortal.

Este problema, en determinadas circunstancias, no es una cuestión fácil de resolver. Pero quienes especulan con seguir viviendo —sean más o menos jóvenes—, deberían evitar tenerle miedo a una vida, que merece la pena ser vivida.

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