De “La Cuerda” de Puertollano a la España de los 50 con Carlos Saura

El director Carlos Saura (Huesca, 4 de enero de 1932) ha fallecido este viernes a los 91 años de edad, un día antes de que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España le entregara en Sevilla el Goya de Honor. Recuperamos este artículo del periodista e historiador Julio Bayo que repasa la llegada a Puertollano del cineasta y describe la vida de una ciudad fascinante.

Julio Bayo.- Una España gris de posguerra es la que Carlos Saura recorrió en los años cincuenta. Una España en blanco y negro, de tiempos de silencio y conformismo. Una España que aprendió a sobrevivir a fuerza de sacrificio, en un itinerario por entornos urbanos y paisajes rurales en un decorado real por Puertollano, Cuenca, Madrid, Sanabria y Andalucía.

Un joven Saura de 25 años llega a Puertollano como cámara del equipo de rodaje del documental “Tiempo de Feria”, dirigido por Jesús Fernández Santos con guión del escritor Francisco García Pavón, y aprovecha su estancia para captar con su Leica algunos de los instantes cotidianos de la Feria de Ganado de “La Cuerda”.

Fernández Santos coincidió con Saura en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, la Escuela de Cine, y compaginaba su trabajo como novelista con la de director de documentales, llegó a filmar un centenar de títulos, como El ladrón (1954), Historia de la Costa del Sol (1956), España-fiestas y castillos (1959), España 1800 (1959), Tierras de León (1959) y La España de Goya (1970).

“Tiempo de fiesta” es un mudo documento gráfico, carece de guión narrativo, con una sucesión de imágenes en el que se hace un recorrido de los paisajes mineros, las explotaciones carboníferas, como el Pozo Norte, el singular monte de cenizas de El Terri, máquinas de tren que van y vienen en el diario trasiego de carbón, una visión de la ciudad desde la Iglesia de la Asunción o una cotidiana estampa de un carro tirado por un mulo.

El documental se completa con la desaparecida Plaza de Toros, secuencias de un festejo taurino, de los corrales, de la fachada del edificio y algunas de las atracciones de la feria del Paseo de San Gregorio, que en realidad sirve de pretexto para materializar el reportaje.

Un cortometraje que hizo posible que Carlos Saura viniera a Puertollano, por entonces un apasionado de la fotografía y un completo desconocido, aún lejos de su etapa como director de ¡Ay Carmela!, Bodas de Sangre o Goya en Burdeos.

Saura aprovecharía las localizaciones del trabajo cinematográfico de Fernández Santos para recoger con su cámara algunas instantáneas que con el tiempo se han convertido en todo un testimonio de aquella España franquista, de luces y sombras.

Del carbón al petróleo

Saura llega a una ciudad de 45.000 habitantes que afianza su camino hacia el futuro como Faro Industrial de la Mancha, tras la apertura de la refinería de la Empresa Nacional de Calvo Sotelo, que deriva hacia la ruptura de la exclusiva dependencia minera y a una creciente diversificación económica.

Una ciudad que multiplica su pirámide demográfica, nacen nuevas barriadas periféricas frente al chabolismo y falta de un digno techo, mejora la comunicación ferroviaria con Peñarroya y Badajoz, alcanza un mayor brillo la actividad comercial con una sucesiva apertura de tiendas, bares y cines y llegan los Festivales de España, todo un acontecimiento cultural con grandes compañías, actores, ballets y orquestas.

Detener el tiempo

Carlos Saura detiene el tiempo, muestra la realidad tal y como es, sin retoques ni interpretaciones de unos días en los que Puertollano retornaba al pasado. Se conocen al menos tres de las fotografías que captó durante su estancia en la ciudad y que se han reproducido en la exposición itinerante de PhotoEspaña.

En una de esas imágenes muestra una perspectiva general del Mercado de Ganados en las llamadas “Eras del Barranquillo”, en la carretera de El Villar, con el fondo de la Sierra de Puertollano y las instalaciones carboníferas del Pozo Norte.

Todo un enjambre de burros, mulos y algún caballo en el juego diario de compraventa ambulante que brotaba cada feria de mayo y fiestas de septiembre.

Una hermosa estampa de la feria, desde tratantes a curiosos que cruzan por un retrato costumbrista en el que el segundero acaba por detenerse en el justo instante en el que una madre con su hija en brazos cruza aquel campo sembrado de hombres y ganado.

Corrillos de mozos con boina a la cabeza, chaqueta y blusón oscuro y vara en mano con la que marcar la dirección de sus pollinos, que ajenos a aquel singular ecosistema zampan a su ritmo el pasto de la Dehesa Boyal.

El chiquillo de tez morena

Una visión general del mercadeo ganadero que Carlos Saura congela con el primer plano de la mirada del chiquillo de tez morena sorprendido por la presencia de aquel presunto turista con cámara al cuello. Quizás fuera uno de esos chavales que sin pagar entrada disfrutaba a pie de obra con todo aquel espectáculo o quizás uno de los que se ganaba unas perrillas a cambio de un buen chorro de agua fresca del botijo que una y otra vez rellenaba.

Las dos restantes fotografías de Saura son una crónica visual de posguerra, con las que se adentra en el interior de nómadas chilanques que se levantaban de la noche al día y en los que compradores y vendedores, provistos de toda la indumentaria precisa desde boinas a garrotas, descansan y aguardan a continuar una larga jornada de negocio, de tensar la puja hasta conseguir el mejor precio, a la vez que apaciguar la sed con un buen trago de vino.

Miradas y más miradas, esta vez serenas, a veces perdidas en una escenografía que bien podría formar parte de cualquier película de época. Hombres de rostros curtidos por el sol y la vida, de mujeres con moño recogido y “vestidas de domingo” que se llevan un bocado a la boca. Mirada perdida de un apuesto “vaquero” con sus dedos entre los labios, pensativo y ensimismado en la ganancia, en amores o en otros asuntos de su particular historia personal.

Paredes de película

Bares errantes de techo de lona, de mesas y sillas de madera, decorados con cartelería de algunas de las películas del momento, conocidas por el público puertollanero por las proyecciones en cine Imperial o Gran Teatro, como Corazón de hielo (1950), con James Cagney; Capitán Fantasma (1953), película de aventuras con Frank Latimore y Ana María Sandri; Cita en Honduras (1953) dirigida por Jacques Tourneur con Glenn Ford, Ann Sheridan; La ventana indiscreta (1954) dirigida por Alfred Hitchcock con James Stewart, Grace Kelly; ¿Crimen imposible? (1954) de César Fernández Ardavín con José Suárez; La Gata (1955) de Margarita Alexandre y Rafael Torrecilla con Aurora Bautista, Jorge Mistral y José Guardiola y El fenómeno (1956) de José María Elorrieta con Fernando Fernán Gómez.

Un trago en El Pijo

También había quien optaba por encaminar sus pasos a un lugar de mayor comodidad y confianza, como el conocido Bar El Pijo, del albaceteño Antonio Mora, y que después continuó su hijo Angel. Una parada obligada en la que reponerse con un vino de las bodegas de Santos Pérez o jarras de cerveza Aguila o Calatrava, mientras la clientela descansaba o jugaba a las cartas. Una feria que suponía un gran atractivo entre los vecinos de los pueblos de la comarca y que atraía a numeroso público que incluso se alojaba en las cuadras situadas junto al citado bar.

Un documental en el olvido

El documental “Tiempo de Feria” fue estrenado el 11 de septiembre de 1957 durante las fiestas de la Virgen de Gracia, en la pantalla veraniega de la Plaza de Toros de Puertollano, que gestionaba la empresa del Gran Teatro, en un acto que fue precedido a las nueve de la noche por la actuación del Grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Falange Española.

La película pasó al olvido y Jesús Fernández Santos dejó el cine y como novelista ganó los premios Nadal, Nacional de Literatura, Planeta, Gabriel Miró y de la Crítica. Carlos Saura llegó a ser un reconocido director de cine que hasta nuestros días mantuvo a su cámara como fiel compañera de un viaje que tuvo como horizonte retener tu mirada.

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