La década prodigiosa

Todas las ciudades tienen un periodo de crecimiento y de expansión que las hace especialmente atractivas para los foráneos y eleva la autoestima de sus habitantes. Y Ciudad Real, no podía ser menos. Tuvo su época dorada en la primera década de este siglo. En ese periodo, su población se incrementó en más de un 22%, con un aumento de unos 13.500 habitantes; se inauguró el nuevo hospital general; se creó la Facultad de Medicina; y, se superaron los 10.000 estudiantes en su campus universitario.

Pero hubo algo más emblemático que permitió que esta ciudad tuviera la máxima proyección exterior —tanto a nivel regional y nacional, como en el ámbito internacional—. Y ese fenómeno fue el del Club Balonmano Ciudad Real, que con sus éxitos y con su afición, no solo elevó su nivel deportivo a la excelencia, sino que puso en el mapa a la capital manchega.

El balonmano ha sido siempre un deporte muy arraigado en la ciudad, que proviene de la difusión y la práctica de esta disciplina en el Colegio Nuestra Señora del Prado —los Marianistas—, que ha proporcionado grandes jugadores de balonmano, como el histórico Cecilio Alonso, que destacó en el Atlético de Madrid y en el Barcelona, siendo internacional de la selección española durante casi cien partidos.  

Los éxitos del Club, se deben atribuir a los grandes jugadores que estuvieron en el equipo a lo largo de esos años, como Samuel Trives, Dujshebaev, Hombrados, Uríos, Iker Romero, Alberto Entrerrios, Sterbik, Zaky, Stefansson, Dinart, Kallman, Rutenka, Davis Davis o Viran Morros, entre otros muchos excelentes jugadores que formaron parte de su plantilla.

Pero hay que destacar a tres personajes decisivos para que el equipo alcanzara las cotas más altas en el mundo del balonmano. Uno fue Juan de Dios Román, conocido como el gran moldeador del balonmano español, que fue seleccionador nacional en dos etapas diferentes, y excepcional entrenador del Club Balonmano Ciudad Real. Y coronó su carrera como Presidente de la Real Federación Española de Balonmano.

El segundo fue Domingo Díaz de Mera, el eficacísimo presidente del Club durante este periodo excepcional. Con él se construyó el Quijote Arena —un pabellón moderno inaugurado en 2003—, con capacidad para 6000 espectadores, que estuvo a la altura que demandaba su afición y el equipo. Contrató a los mejores profesionales del momento, haciéndoles la competencia a los equipos punteros de toda Europa. Y supo traspasarlo al Atlético de Madrid en 2011, cuando tenía un valor considerable, pero empezaba a perder su atractivo económico y el apoyo institucional que había tenido. Todos los títulos ganados se consiguieron durante su mandato.

Y, por último, el pundonoroso y excepcional Talant Dujshebaev, quien como jugador y entrenador fue el alma mater del equipo. En una ocasión, cuando ya era entrenador, decidió volver a jugar, para reincorporarse después a su puesto de entrenador. En estos momentos, dos de sus hijos —Alex y Dani—, forman parte de la brillante selección española de balonmano, que ha conseguido dos campeonatos y un subcampeonato de Europa, en las tres últimas ediciones, y sendas medallas de bronce en los dos últimos mundiales. Ambos iniciaron su carrera en el colegio de los Marianistas de Ciudad Real.

El palmarés del equipo en esa década fue extraordinario: 5 Ligas, 6 Copas Asobal, 3 Supercopas de España, 3 Copas del Rey, 3 Copas de Europa, 2 Recopas de Europa, 3 Supercopas de Europa y 2 mundialitos (copas Super Globe). Además de otros quince subcampeonatos, en estas competiciones, durante ese mismo periodo.

La temporada más redonda de todas fue la de 2007-2008. En ella el equipo ganó las cinco competiciones que disputó. En la final de la Copa de Europa, en el partido de ida, el Balonmano Ciudad Real perdió —una de las muy pocas veces que lo hizo en su pabellón—, ante el todopoderoso Kiel alemán. Pero en el de vuelta en Alemania, el equipo manchego remontó y ganó con margen suficiente para conquistar el codiciado campeonato.

Aunque en aquella década prodigiosa de cambios, se produjeron también otras cosas. Como el extraordinario desarrollo urbanístico, que cambió su imagen de antigua población medieval amurallada y le hizo perder el alma de ciudad urbanísticamente consolidada, para pasar a otra mucho más abierta, extensa y desestructurda —que parece haber quedado a medio hacer—, de cuyo parque de viviendas actual, casi cuatro de cada diez se construyeron en aquel breve periodo.

Y hubo dos megaproyectos apoyados, —incluso participados económicamente—, por distintas administraciones públicas. El aeropuerto [casi] más ecológico del mundo —en el que sigue sin haber vuelos regulares— que, a veces, utilizan para rodar películas. Y el fallido Reino del Quijote, proyecto urbanístico que no llegó a desarrollarse, aunque funcionó un campo de golf y se urbanizaron sus terrenos. Estos dos proyectos quebraron económicamente, asumiendo sus cuantiosas pérdidas, la Caja de Castilla-La Mancha, que por estas y por otras iniciativas fallidas que avaló, fue intervenida en 2009 por el Banco de España, que desembolsó 7.000 millones de euros para rescatarla.

Pero esas son otras historias.

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