La democracia del miedo

Manuel Valero.- La dinámica declarativa de los candidatos es un disparate. Desconocen que cuando descalifican al contrario -la crítica y la confrontación dialéctica es otra cosa- lo están haciendo sobre los miles de electores libres que eligieron esa opción. Lo desconocen, digo, porque si son conscientes de lo que están diciendo sería aún mucho peor. Al día siguiente de las elecciones del 28M, la que será nueva alcaldesa popular de Valencia dijo, eufórica por los resultados, que la verdadera Valencia ha despertado. De lo que se deduce que los valencianos estuvieron dormidos durante años y el domingo pasado aún votaron como zombis 177.621 si sumamos los votos del PSOE y Compromis. Los únicos despiertos o que despertaron son los 151.482 votantes del PP más los casi 53.000 de Vox. Cuando la gente de Podemos señala a la bancada del PP y los llama atajo de fascistas, como hizo Irene Montero, está diciendo que en España hay millones de fascistas. Y eso da miedo, tú. Bueno no, la palabra fascista hace tiempo perdió todo su significado en esta parte del mundo y su vacuidad hoy no llega ni a insulto.

Tras unas elecciones, los que ganan son incapaces de centrarse en la tarea que les espera y les mandan recaditos a los perdedores y cuando pierden son aun más incontinentes en sus declaraciones. Las campañas electorales en España son periódicas guerritas civiles incruentas. Los candidatos/as agitan sus huestes, coctelera en mano, donde se emulsiona todo. No he conocido campaña cuyos contrincantes se centraran únicamente en su programa y los compromisos concretos que ofrecen al electorado para ganarse su confianza y su voto, olvidándose por completo del adversario. Sin citarlo. Ni una vez. Como si no existiera. Ya tendrán ocasión de verse las caras en los ayuntamientos, en las cámaras autonómicas o en el Parlamento. Tengo un amigo que vive en Londres desde 1988 y cada vez que los españoles éramos llamados a las urnas se asombraba por la violenta verborrea de los candidatos. Vamos que si les das una porra se lían a mamporros unos contra otros, menos mal que el arma demócrata por excelencia es el voto. En más de una ocasión hemos comentado que las elecciones que ganó José Luis Rodríguez Zapatero en unas circunstancias dramáticas fue un punto de inflexión. La dureza de los últimos años del PSOE de Felipe González y los primeros del PP,  José María Aznar es una pelea de chiquillos comparado con lo que vino después y presenciamos hoy. Cada elección es un drama cuando debería ser una aburrida rutina para premiar a quienes han gobernado bien o castigar a los que no lo han hecho. Me dirán que hablo de utopías o cosas imposibles, pero mi amigo me decía que los británicos se tomaban las elecciones con pachorra y los speech con humor, un poco como en los tiempos de González y Guerra versus Suarez, el tahúr del Mississipi.

“ Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado”, sostenía Albert Einstein, que como bien es sabido fue uno de los cerebros más prodigiosos que ha dado la humanidad, por lo tanto pese a su icónica melena de viejo no tenía un pelo de tonto. Respeto. Casi nada. En España tenemos el tatuaje cainita, todavía fresco para algunos, que se deja ver con más frecuencia de la deseada. Menos mal que todo queda en la pura escenografía de la campaña y llegado el momento del traspaso de poder se hace con el protocolo de rigor.

Releyendo los medios me entero de que nuestra paisana y exalcaldesa, hoy portavoz del Gobierno Isabel Rodríguez se despacha con unas declaraciones en una televisión generalista: El PP y Vox son lo mismo y nosotros vamos a trabajar para combatir esa ola de populismo que solo busca el miedo y el odio entre la gente». Y de nuevo la palabra odio, tantas veces escuchada en los últimos años, que nunca fue dicha ni en el Parlamento, ni en las campañas, ni en las declaraciones de los lideres, ni en la calle, ni en los medios… hasta que llegó Z y la cosa comenzó a cambiar. Y vuelta a empezar. En las democracias modernas ningún partido político inscrito que respete las reglas del juego es una amenaza. Y además pertenecemos a una organización de Estados, que supongo velará porque esos populistas, como en el caso de la primera ministra italiana, Georgina Meloni -por cierto, nadie habla de ella-traspasen los límites y pongan en un brete la estructura de la UE. Populismos los hay a un lado y a otro y el Gobierno de Sánchez se ha sostenido en uno de ellos, de ahí el resultado general de las elecciones del domingo. El movimiento táctico de las elecciones anticipadas es para forzar la concentración del voto útil en el PSOE contra el populismo popular y que el populismo agrio de Podemos se oculte bajo el populismo dulce de Yolanda Díaz. Estamos rodeados de populismos.

El odio se ha vuelto moneda corriente de los dirigentes, (Rodríquez-Ayuso) Lo que sucederá en el futuro es el misterio del devenir histórico. Nadie puede definir exactamente qué contará la Historia dentro de 50 años, aunque haya signos que indiquen un hipotético derrotero. ¡Quién estuviera aquí para contarlo! “La historia del mundo es la suma de aquello que hubiera sido evitable.”, dice Bertrand Russell, de modo que hay un determinismo del que solo cabe lamentarse a posteriori. Todo esto viene a cuento por la inútil utilización de la amenaza, (cosa o persona que constituye una posible causa de riesgo o perjuicio para algo o alguien) para señalar al adversario, cuando lo que se pretende es la seducción por temor de los electores hacia la causa propia. Utilizar el miedo o el yo o el caos es la gran falla moral de cualquier político de cualquier ideología. La cosa está exaltada. El odio aturde y embarra y carga de manera negativa el ambiente… Si los lideres nos regalan una campaña en las generales que enerve e irrite deberíamos hacer como cuenta José Saramago en Ensayo sobre la lucidez: votar todos en blanco.

 Solo la plácida realidad de la gente en la calle, en el mercado, en los bares, cada cual con su afán y su nómina, o sus carencias, que no exudan odio  ofrece una imagen de auténtica realidad y de normalidad viviente. La calle habla cuando la llaman. Apelar al miedo, al odio o a la amenaza no es apropiado si lo que dice la calle no nos gusta. La libertad es respeto y tolerancia. Ningún pueblo se ha suicidado democráticamente.

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3 COMENTARIOS

  1. Coincido con usted en lo esencial, la estigmatización del adversario no es un buen camino para una democracia. Sin embargo añado algo que me parece de gran valor. No hay que olvidar que miles y miles de políticos se juegan su permanencia en puestos que difícilmente conseguirían fuera de la política. Este es el gran problema, que son capaces de lo que sea por inmoral que sea, con tal de permanecer en el poder con los privilegios asociados a ellos.

    Esta es una cuestión que o se reforma en las siguientes legislaturas o se amenaza con ello gravemente la democracia.

    Para ello es necesario purgar candidaturas inmovilistas dentro de los partidos y fuera por parte de los electores. El político se debe a sus votantes. Mandato directo y representativo.

    La partitocracia no es valor constitucional, sólo lo es el pluralismo político.

  2. ¿Y ese odio cómo empezó? ¿Con los simpatizantes de PP y VOX tirando piedras en los mítines a candidatos del PSOE? ¿Y qué me dice de esos electores que votan a asesinos múltiples para alcaldes y concejales? Existe una degeneración moral, a mí me gusta llamarla del alma. Y esa degeneración es como un pinchazo de gasolina en vena: por más que intenten vendernos que es bueno y saludable, es veneno, y el cuerpo lo rechaza. Se pierden los principios fundacionales de nuestra civilización. Lo que nos ha hecho tal como somos se ha corrompido. Ya no se cree en Dios, se cree en el cambio climático. No existen los sexos, sino los géneros. La soberanía es la sumisión a entidades supranacionales. El imperio USA te dice quién es tu aliado y quién tu enemigo. Las relaciones internacionales, siempre difíciles, se han polarizado, se vuelve a aquellos tiempos del miedo por la destrucción total que habíamos dejado atrás. Pareciera que existe un interés en la resurrección del odio, en la venida del miedo. Y ese sentimiento lo encontramos en todas partes. Malos tiempos.

    • Total que la culpa por lo visto es de Zapatero?, vale. La cosa está en que la derecha, la cobarde y la valiente no soporta al adversario y claro, donde las dan….las toman. Véase simplemente los comentarios en este digital, deprimentes.

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