Poder, miedo, cobardía, y cómo delinquir sin consecuencias

En las últimas semanas me he cruzado con algunas personas portando mascarillas; muy pocas, pero aún existen. Una de ellas, una niña obediente de la mano de su madre, una vecina del barrio a quien reconocí de casualidad. Ralenticé el paso y la invité a detenerse; me acerqué para dale el beso clásico en España entre personas de distinto sexo en señal de saludo. Se puso rígida. Entendí su negativa. La niña retrocedió lo justo buscando el parapeto de quien la concibió. Podía haberme excusado, continuar mi camino; no lo hice; preferí preguntarle la razón del cubrebocas -Más vale prevenir que curar -fue su respuesta. Le hablé de los riesgos del uso continuado de la mascarilla, en concreto del estudio publicado en el Dailymail.com el 28-4-23, sobre el riesgo de la muerte fetal, disfunción testicular y deterioro cognitivo debido a la acumulación de CO2 y su inhalación. La mujer se incomodó. Preferí concluir la conversación apenas empezada; era lo sensato.

La inconstitucionalidad de los dos Estados de Alarma tuvo consecuencias muy limitadas: la anulación de las multas y las sentencias del Tribunal Supremo dando la razón a los incumplidores por las condenas recibidas en instancias inferiores; ahora bien, las consecuencias políticas brillaron por su ausencia, al igual que las penales; los funcionarios públicos vieron protegido su proceder ilegal, gracias a la obediencia debida: concepto absolutista y deshumanizador que libera de responsabilidad individual al ejecutante de una orden ilegal y/o absurda “de los de arriba”.

Todavía resuenan las palabras de Revilla llamando a vacunar por la fuerza. Los intentos de Feijoo por imponer su obligatoriedad o a Sánchez pavoneándose por saltarse la ley y proclamando a los cuatro vientos que lo volvería a hacer. Ahí siguen: Uno, bastardeando las deliciosas anchoas de Cantabria; otro, paseándose como la gran esperanza nacional y, el último, afortunado de vivir en la posmodernidad, donde los votos actúan cual lejía blanqueadora de la incompetencia, la estulticia y la traición. Donde la ideología del fundamentalismo democrático ejerce de hipnótico, de gas paralizante; donde la elección del pueblo “soberano” es la patente de corso a la discrecionalidad del ejercicio político o al sometimiento ciego de los cuerpos de seguridad del Estado y de la clase médica.

Las imágenes de Pablo Iglesias saltándose su confinamiento personal para asistir al Consejo de Ministros, mientras en mi ciudad la policía se abalanzaba sobre una jovencísima madre que empujaba un cochecito de bebé, siguen vigentes; iba a comprar pan a un supermercado a escasos metros de su casa. Había olvidado la mascarilla en la cocina al abrigar a su hijo. No le permitieron comprarlo. Tampoco se prestaron a hacerlo en su lugar. Yo no daba crédito. Todo sucedía a pocos metros – ¡Haga el favor de circular! -me ordenó uno de los policías – Si quieres te compro el pan – Me ofrecí a la muchacha, ignorando la orden – Ella asintió con la cabeza mientras la obstaculizaban el paso y la hacían retroceder hasta el portal – ¿Pero se han vuelto locos? – Una señora increpó a los agentes

– ¿Dónde estaban sus compañeros cuando el Sr. Iglesias se saltó la ley que Uds. se empeñan en cumplir tan escrupulosamente con esta muchacha? ¿Quieren hacer el favor de esperar a que este hombre le traiga el pan? – En menos de cinco minutos la barra estaba en las manos de la joven mamá. La compra más rápida de mi vida.

Entre el 30 de abril de 2022 y el 28-4-23, murieron en Inglaterra y Gales casi 68.000 personas por encima de lo esperado; cerca del 13% adicional al promedio de los 5 años anteriores al evento Covid; 2/3 de las mismas atribuidas a causas ajenas al propio Covid. La edad de la mayoría era inferior a los 75 años, por tanto, la ancianidad fue descartada como causa.

En el R.U., diferentes voces hablan de “una catástrofe de igual proporción a la pandemia misma” y piden una investigación urgente.

El retraso en la atención a los enfermos de cáncer hizo que la entidad Check4Cancer afirmara que “los niveles de exceso de muertes que estamos viendo son una catástrofe igual a la pandemia”.

Richard Sullivan, profesor del King´s College londinense, dijo: “Tememos que las oleadas de muerte por cáncer sean cada vez más grandes y provoquen la pérdida de decenas de miles de años de vida”.

Carl Haneghan, Director del Centro de Medicina Basada en la Evidencia de la Universidad de Oxford, afirmó: “¿Hasta dónde tiene que llegar el exceso de muertes no relacionadas con el Covid, antes de que hagamos algo al respecto?”

El Dpto. de Salud y Atención Social manifestó: “Hay una gran suma de factores que han contribuido al exceso de muertes en los últimos meses, y otros países de Europa, como Francia o Alemania, enfrentan circunstancias similares”

En el parlamento de Canarias se denunció un aumento del 13% en la mortalidad de toda la población y un 21% en el segmento de 0 a 14 años.

La revista Nature publicó un estudio de Alexander Bor y otros, que analiza el alto nivel de discriminación sufrido por los “no vacunados” de parte de los “vacunados”.

La histeria colectiva inducida inspiró memes como el siguiente:

Una persona con mascarilla le dice a otra que está sentada al lado, sin ella:

Mi quinto pinchazo no me protege porque tú no te has puesto aún el primero.

La psicosis provocada por los poderes públicos, con la connivencia de la mayoría de las fuerzas políticas y la complicidad de los medios de comunicación, supuso que miles de millones de personas consideradas inteligentes enterraran el razonamiento lógico, convirtiendo su estructura cognitiva en una esponja absorbente de mitos similares al de la caverna de Platón. El pensamiento escolástico español defendió que los elementos constitutivos de la persona eran dos: el libre albedrío y la capacidad racional especulativa. Durante el Evento Covid fuimos sometidos a un bombardeo incesante con el fin de echar abajo la barrera de la razón, la encargada de proteger nuestro pensamiento lógico; alcanzado ese objetivo, el libre albedrío quedó desnudo a merced de la voluntad de los atacantes, verdaderos lobos con piel de cordero.

El biólogo alemán, Sucharit Bhakdi, ha lanzado un mensaje “… a mis colegas médicos que se olvidaron o nunca se enteraron …”.

Durante el Evento Covid los biólogos fueron los marginados, siendo ellos los científicos que estudian a los seres vivos, dando prevalencia a los médicos, cuando la medicina no es una ciencia, sino un conjunto de conocimientos y técnicas. El médico que sea competente en virus y bacterias, no lo será en cuanto médico, sino por el saber adquirido al margen de la medicina. Hablo de competencia real, no de manejar ideas básicas sobre la materia. Tomemos, por analogía, el ejemplo de un bachiller: Nunca será físico ni químico ni matemático, por más que haya aprobado estas asignaturas durante sus estudios secundarios.

En su mensaje completo, el biólogo alemán pide a los médicos que se formen; que comprendan lo que es una vacuna ARN(m). Lo hace porque es consciente de que son los médicos quienes tienen la confianza de los pacientes, pero la mayoría desconoce con suficiente profundidad aquello que prescriben, y en el momento confuso en que vivimos, donde el enemigo podemos tenerlo dentro e, incluso, ser el encargado de redactar determinados protocolos, los profesionales de la medicina deben asegurarse por sí mismos de que no sean perjudiciales y, en caso de duda, no aplicarlos.

Y el biólogo alemán llama la atención de los médicos, pidiéndoles que estudien, porque, al parecer, las vacunas de nueva generación serán del tipo ARN(m), es decir, contendrán una terapia génica.

No seré yo quien juzgue las intenciones de nadie. También sé que “El infierno está empedrado de buenas intenciones y el cielo de buenas obras”

En estos momentos, hay señales relevantes de que la histeria colectiva va remitiendo, dejando espacio al pensamiento lógico; quizá por eso el Financial Times se ha hecho eco de la petición de Pfizer y BioNTech a la UE solicitando el pago de 700 M, debido a las vacunas canceladas. La UE pretendía revisar el monto a la baja, pero ciertos países -la información no da nombres- se niegan a pagar algo por “unas vacunas que nadie quiere ponerse”.

En Octubre del año pasado el eurodiputado rumano Cristian Terhes se hizo varias preguntas tras la comparecencia de una directiva de Pfizer – ¿Qué ocultan los contratos? – en referencia a los ejemplares emborronados entregados a los eurodiputados, al igual que los de Moderna. De boca del Sr. Terhes supimos que la eficacia de la vacuna no había sido probada. También aludió a las estadísticas de Eurostat sobre el aumento de muertes no esperadas, mayores en los países con índices de vacunación más elevados.

Los ciudadanos españoles colaboramos en la compra de una combinación química que no sabemos para que servía – a la que llamaron vacuna por la confianza que dicho nombre genera – sin que nadie haya dado una mínima explicación. La mortandad no esperada sigue presente y continúa envuelta en un manto de silencio. No estaría de más preguntarse si más que un manto es un pacto de silencio.

A los no “vacunados” con aquella pócima enigmática se les trató como apestados.

Nos dimos cuenta que las fuerzas de seguridad no acaban de entender que la fuente de legalidad de una orden no está sólo en quien la dicta, sino en que sea conforme a derecho; la obediencia no debe ser ciega, y esto es válido para los altos mandos y para el último de los agentes.  En caso de que existan dudas sobre la norma habilitante, debe exigirse su modificación, nunca actuar mirando hacia otro lado.

El monopolio de la fuerza del Estado es una prerrogativa tan grave que debe ejercerse sin una mínima duda sobre su legalidad. Desafortunadamente, el fundamentalismo democrático (dar por válida toda orden emitida por el poder, aunque sea de dudosa legalidad, ya que ganó unas elecciones) puede ser la vía a la arbitrariedad y ésta a la tiranía; conviene recordar que para Francisco Suárez el tirano no era alguien imbuido de especial crueldad, sino el monarca que actuaba al margen de la ley.

El estamento médico actuó no como un conjunto de profesionales cuyo fin es salvar vidas, sino como burócratas cumplidores de los protocolos firmados por sus jefes. Se supone que los protocolos deberían salvarlas, y ¿si no?

Si el médico cumple con el protocolo el sistema sanitario lo respaldará, salve vidas o no. Si no lo cumpliera y ese ejercicio de libre albedrío consiguiera salvar unas cuantas vidas, bastaría con que a este médico se le muriera un solo paciente tratado al margen del protocolo ineficaz para que su carrera profesional pudiera salir perjudicada. No es la buena praxis, es la obediencia lo que se premia. En la cumbre de esa obediencia ciega se enseñorea la OMS.

El eurodiputado croata Mislav Kolakusic afirmó en una conferencia de prensa:

 “Me gustaría informar brevemente a la gente sobre el peligro que se avecina para la humanidad. La OMS quiere que todos los países firmen un acuerdo sobre la cesión de su autoridad nacional para declarar una pandemia y forzar vacunas y medicamentos. Sería más saludable y seguro para la humanidad firmar un acuerdo con el cartel colombiano. Seguro que saben más que ellos sobre drogas. Durante la pandemia del Covid, la OMS sólo dijo mentiras. Debería ser declarada una organización terrorista. Mintieron repetidamente. “Ése es un virus nuevo y desconocido”. “Es imposible hacer una vacuna efectiva”. “La vacuna es 82% efectiva”. “Protege de enfermar gravemente y morir”. “Por supuesto todo eran engaños y mentiras”. “La OMS ha demostrado ser más peligrosa para la humanidad que el Foro Económico Mundial” (Asociación Liberum, tuit de 25-5-23)

Días antes, esta organización terrorista meritoria, según Kolakusic, llamada OMS, no tuvo pudor en volver por sus fueros, pidiendo a todos que nos preparáramos “para otra pandemia más mortal que la Covid -19”. Cuando uno lee estas cosas, se pregunta si quienes “manejan” a la OMS serán adivinos o mensajeros. En realidad, están echando una mano a los diferentes gobiernos nacionales para que sus ciudadanos acepten sin cuestionamientos la cesión de soberanía de la que hablaba el eurodiputado croata.

Todo sucede a gran velocidad y mezclado con un batiburrillo tan ruidoso que hace imposible concentrar nuestra atención en los aspectos claves de una información imposible de digerir. Vivimos envueltos en una confusión hipnótica paralizante.

El poder institucionalizado se pavonea a pesar de delinquir a mansalva,

y la Nación “soberana” se intoxica mediante unos medios masivos impostores, portadores de una autoridad inmerecida.

El “Evento Covid” ha sido una prueba piloto que puso a prueba nuestro nivel cognitivo -capacidad para resolver problemas- y emocional -capacidad de mantener el ánimo equilibrado- con resultados preocupantes para quienes sufrimos el envite. Todos los que, de una u otra forma, contravinieron la ley o animaron a ello pasean su figura por nuestras calles.

¡Qué fácil es todo para el poder!

Marcelino Lastra Muñiz

mlastramuniz@hotmail.com

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1 COMENTARIO

  1. Muchas gracias.
    Es genial que se aclaren y recuerden estas cosas y sobre todo que se pongan por escrito.
    Los que nos percatamos del tinglao tenemos la mínima obligación de compartir nuestra postura.
    En fin, es mucho lo que pasó y se oculta.
    Gracias y un saludo.

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