7 de junio: Día Internacional de la Seguridad Alimentaria

Un repaso por las ‘cifras del hambre’ más actualizadas dan cuenta de la magnitud del problema. Según un informe elaborado por Naciones Unidas en 2022, «ya son 828 millones de personas las que no pueden alimentarse dignamente (el equivalente al 9,8 % de la población mundial)». «Si esta cifra sigue aumentando, las personas que sufrirán hambre en 2030 podrían alcanzar los 1.000 millones», alerta María José Hernando, del departamento de Estudios de Manos Unidas.

«Se estima, además, que 3.100 millones de personas no pueden acceder a dietas saludables y unos 2.300 millones de personas en el mundo sufren de ‘inseguridad alimentaria’; es decir, no tienen acceso regular a suficientes alimentos, o porque no pueden cultivarlos o porque no pueden comprarlos», añade Hernando. Unos 149 millones de niños menores de cinco años sufren retraso en el crecimiento y el desarrollo, debido a la falta crónica de nutrientes esenciales en su dieta. «La pobre nutrición causa cerca de la mitad de las muertes en los niños menores de 5 años – 3.1 mil niños cada año. Y en torno al 50 % de las personas que pasan hambre en el mundo son de familias agricultoras que viven en zonas rurales y trabajan la tierra», agrega Hernando.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial actual. Pero, a pesar de ello, sigue habiendo una ingente multitud de personas con hambre. Esta situación está vulnerando el Derecho a la Alimentación de todas las personas, según el cual todo hombre, mujer, niño o niña deben poder disponer de alimentos suficientes, asequibles y saludables. El acceso debe ser permanente, regular y libre. «Este derecho, puntualiza Hernando, no es el derecho a ser alimentado, sino el derecho a alimentarse en condiciones de dignidad».

«Cuando no hay seguridad alimentaria, matiza Hernando, se está vulnerando el derecho humano a la alimentación. Pero también cuando no hay soberanía alimentaria, es decir, cuando las personas y las comunidades no pueden decidir qué cultivar, qué comprar o qué comer, por imposiciones del mercado o por la falta de recursos como tierra, agua o semillas autóctonas».

El gran escándalo del desperdicio alimentario

Mientras que las cifras del hambre siguen subiendo, cada día se pierden o desperdician toneladas y toneladas de alimentos. En España, por poner un ejemplo, cada año se desperdician 7,7 millones de toneladas de alimentos, mientras que seis millones de personas sufren pobreza alimentaria por falta de recursos.

Fidèle Podga, del departamento de Estudios de la Manos Unidas, explica que «a nivel global, cerca del 14 % de los alimentos producidos se pierden entre la cosecha y la venta minorista por la falta de demanda en los mercados o la imposibilidad de vender localmente -lo que hace que los propios agricultores pierdan la producción-, por la incapacidad para conservar o transformar en el mismo ámbito rural los alimentos producidos y por pérdidas en el transporte. «Además, continúa Podga, aproximadamente el 17 % de la producción total de alimentos se desperdicia o se tira a la basura sin consumir (11 % en los hogares, 5 % en la restauración y 2 % en el comercio al por menor). Los alimentos que se pierden y desperdician representan el 38 % del uso total de energía en el sistema alimentario mundial».

Coincide con él, Marco Gordillo, coordinador del departamento de Campañas de Manos Unidas, «La pérdida y el desperdicio alimentario sigue siendo uno de los factores más escandalosos con el que nos encontramos cuando trabajamos por el derecho a la alimentación de todas las personas». Gordillo alerta, además, de que «el desperdicio de alimentos deja una gran huella ambiental que deteriora más nuestro planeta: la producción alimentaria masiva emplea 420 millones de hectáreas de tierra fértil; gasta la energía equivalente a 300 millones de barriles de petróleo; genera el 10 % de los gases de efecto invernadero; consume el 25 % del agua dulce disponible y contamina tierras y aguas por el uso excesivo de agroquímicos».

Para Manos Unidas es fundamental reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos para poder ir dando paso a unos sistemas agroalimentarios sostenibles que sean más eficientes en el uso de los recursos naturales, disminuyan los efectos negativos del actual sistema de producción y consumo sobre el planeta y el clima global, y garanticen la seguridad alimentaria y la nutrición de la población mundial. «Para eso, asevera Gordillo, promover una economía circular en la que nada se pierde, sino que puede transformarse y reutilizarse, y favorecer una mayor conciencia en el cuidado de la naturaleza y el uso responsable y sostenible de los alimentos, resulta urgente».

En el año 2022, Manos Unidas aprobó 110 proyectos de seguridad alimentaria y acceso a medios de vida destinados a garantizar el derecho a la alimentación para poder hacer frente a las necesidades diarias de las personas apoyadas. Se trata de proyectos de agroecología a fin de que la obtención de alimentos se produzca con unas prácticas respetuosas con el medioambiente, donde se garanticen los derechos de trabajadores y trabajadoras, se cuide la tierra y el agua y se empodere económicamente a las mujeres para que luego incidan positivamente en sus comunidades.

En España, además, Manos Unidas realiza actividades de educación para el desarrollo que promueven la conciencia y la participación responsable de la sociedad en las iniciativas que permiten construir justicia y solidaridad. Esta labor de sensibilización busca cómo hacer de la lucha contra el hambre un objetivo realizable y primordial si queremos que este mundo sea cada día un poco más humano y sostenible.

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