Recuerdos: Museo Escultura al Aire Libre/Madrid y una madre

Jesús Millán Muñoz.- Las ciudades te traen recuerdos, los lugares concretos de Madrid también. Es la condición humana. Cada uno tiene sus recuerdos, tiene sus lugares, tiene sus ciudades.

Somos espacio y somos tiempo. Recuerdo, hace ya más de tres décadas, venir en autobús del Hospital Oncológico que estaba inserto en el Clínico de Madrid. Detenerme en la Castellana, y, algunas veces, sentarme al lado y debajo de ese museo de escultura al aire libre. Me sentaba en algún lugar y pensaba. Pensar, diríamos, el oficio de toda la existencia que he tenido, aunque no sé si he obtenido mucho.

Debajo de aquellas esculturas o al lado, en algún lugar, miraba a Chillida. Supongo que las esculturas seguirán estando todas, supongo que alguna se habrá añadido. Recuerdo todo esto, y, a raíz de la escultura colgada de Chillida fue cuándo se me ocurrió las pinturas colgadas, vistas por los dos lados. Expuse algunas en plástico, en una exposición de 1982, y, con ese incentivo y por otras causas y motivos y razones, inventé-diseñé-descubrí, lo que denominé Manifiesto del Biperspectivismo. Es decir, un cuadro o dibujo o pintura visto y dibujado y pintado  por los dos lados.

Con ese manifiesto artístico y otros, unos cuarenta, estuve enviándolos y mostrándolos y publicándolo durante lustros. Pensé, siempre pensé, ahora también, que una decena de esos manifiestos artísticos abrían nuevas tendencias en el Arte. Quizás, era la vanidad o ilusión o idealismo o soberbia, pensé que habría un Arte antes y después. Pero, a miles de personas, les envié esos manifiestos, según iban haciéndose y publicándose, y, construyendo obras, especialmente, dibujos y pinturas y libros de artista en papel… A miles les envié, en forma de carta postal, enviándoles obras originales, correos electrónicos, textos e imágenes en DVD.

Pero todo resultó el silencio. Recuerdo cuándo me sentaba debajo de aquellas piedras-esculturas, después, ascendía por el escalón de otro autobús, hacia Atocha, allí, el lugar de partida hacia la Mancha. Todo esto me lo ha re-recordado, cosa que de vez, en cuando lo recuerdo, al leer un artículo de Josep Massor, publicado en El País, el 19 de agosto del 2023, titulado El simbolismo de la ´Mère Ubu´ de Miró,

Dónde se une escultura y plástica y pintor y literatura y Miró y Jarry y recuerdos y… -ahora, en estos días, este mismo día de la publicación de este artículo de El País, hace treinta y un años que falleció mi madre…-. ¡Muchas madres, hijos, hijas, nietas, abuelos, abuelas, padres se ha llevado la enfermedad, la condición humana, se ha llevado el cáncer, los tipos de cáncer…, durante generaciones y siglos… -esta columna, es un homenaje, a todos los que se han ido, los que se han ido al lugar dónde todos iremos, al lugar dónde están la mayoría, cómo decían los griegos y romanos antiguos…-.

Muchos, miles, decenas de miles, cientos de miles de cada generación en un territorio-sociedad-país desean ser artistas, autores creativos, en algún terrenos, sea en algunas de las artes, en las letras, en música, en danza, en teatro, en diseño y en mil cosas y realidades. Decenas de miles. Pero debemos admitir la evidencia, pocos llegan a ese estadio, en el cual, pueden realizar obras, ser libres en la producción, obtener dividendos económicos, y, después saber que sus producciones culturales, la inmensa mayoría se cuidan, se valoran, se revalorizan, se restauran. Eso es aquello muchos llamados a beber agua, pero pocos son capaces de conseguir agua suficiente durante su existencia.

Es obvio, hemos hablado/escrito en otros lugares y páginas, es obvio y evidente, que hoy, ya se tendría que estudiar-abordar este tema con más sosiego y tranquilidad y paz, y, ofreciendo alguna solución, a los decenas de miles de autores y autoras y creadores e inspiradores, que al menos, sus obras, aunque sea en forma de imágenes quedasen para el futuro… ¡No es tanto pedir…!

Aquel sujeto, después de mirar-remirar-admirar un rato, volvía a la estación de Atocha, ya lo hemos dicho y expresado, pero lo reiteramos, se montaba en su tren, y, esperaba que la enfermedad no fuese definitivamente una sentencia de muerte. Aquella esperanza y aquella espera, de un año y otro, de diez años, desde el diagnóstico.

Y, también, aquel individuo, que empezaba desde el barrio de Salamanca, desde los alto y llegaba hasta el Retiro, en dos o tres horas, visitando galería, entonces, quince o veinte, ya se las sabía de memoria. Intentando conocer y entender. Creyendo que alguna vez, alguna vez, se le abriría alguna oportunidad en ese deseo de vivir y existir con el arte plástico. Un autor modesto y humilde pero viviendo de aquella disciplina.

¡Ha pasado ya mucho tiempo de todo aquello, mucho tiempo, ahora, ya aquella persona, que entraba en la madurez, ahora, ya está entrando o está en la tercera edad…, ahora, ya preparándose para el encuentro con la Metafísica…!

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