Miguel Ángel Ruiz: Primer trimestre en el gobierno de Puertollano

Manuel Valero.- La costumbre de los primeros cien días es un protocolo de análisis para la crítica -buena o mala o regular- sin sustancia. Es una moda que se impuso después de que el presidente Roosevelt pidiera ese tiempo para tomar medidas de carnicero tras el colapso económico de 1929 en EEUU. Pero eran otros tiempos y otras circunstancias. Dar ese margen de confianza a un gobierno para verificar la gestión está bien ya que no se puede entrar a saco recién tomadas las riendas. Aunque también es cierto que ese periodo de tiempo tan breve, si bien no ha lugar para calificar la excelencia de una gestión, sí puede servir para especular sobre el músculo y las intenciones de quienes han sido elegidos para la administración de un Estado, una comunidad o en nuestro caso, Puertollano, una ciudad.

Desde la objetividad y a salvo del obligado posicionamiento partidista cabe decir que en algo se ha notado el cambio de gobierno y de partido en Puertollano. Lo primero y elemental es la absoluta normalidad social. La calle, los electores, sus habitantes, prosiguen con la rutina de los días sin que haya que relatar ningún contratiempo grave. Es el imperativo democrático que los ciudadanos asumen como inevitable: todo lo que sale de las urnas va a misa… o no.

El desbloqueo de las obras de El Bosque es un punto a favor del actual gobierno, si como asegura el alcalde, Miguel Angel Ruiz se ha producido con el compromiso de la Junta de garantizar el costo de las obras una vez resueltos los problemas técnicos. Es un punto, pero tampoco una medalla: lo contrario sí hubiera sido motivo de crítica. Rematar la obra, no solo desbloquearla, era y es una obligación urgente de los nuevos gestores, una prioridad que no podía dilatarse ni un día más puesto que afecta al corazón de la ciudad, y malo sería que después de tres meses, las obras siguieran estancadas sin que se hubiera hecho nada para el desatranque. Ahora lo que falta es que si se ha puesto diligencia en el reinicio se acelere la culminación y más pronto que tarde los puertollaneros/as podamos rescatar el centro tomado de la ciudad.

Una ciudad, cualquier ciudad, y cualquier equipo que la gobierne se retrata sobre todo por dos aspectos principales: la limpieza y la seguridad. Hay muchos más, claro, pero los mencionados son básicos. El empleo hay que repartirlo entre la oferta pública, el emprendimiento y el empleo privado que generen los proyectos de futuro donde el Ayuntamiento tiene una labor de dinamizador. Los ayuntamientos no son una fábrica o una empresa pero sí mediadores, conseguidores e  impulsores de iniciativas. Algunas heredadas, hay que reconocrleo.  A lo más que llega una Administración es a paliar el desempleo con los ya conocidos planes o bolsas temporales, como parece que están ocupados los nuevos gestores. Los planes de empleo son un medidor con dos caras: a mayor abundancia significa que la iniciativa privada o la economía no van bien, pero solventan la subsistencia de las personas más vulnerables.  La seguridad compete a todos a las fuerzas de seguridad del Estado y a los ciudadanos. En lo tocante a la Policía Local cabría preguntarse si Puertollano cuenta con una plantilla adecuada o hay que incrementarla. La delincuencia es un mal general cuyo incremento se ha detectado en los últimos años pero es competencia local la prevención y la presencia necesaria para garantizar la seguridad. De todos es sabido que detectado un suceso, los agentes locales ha actuado con celeridad y profesionalidad.  

Han habido dos asuntos que han destacado en este primer trimestre del gobierno de Miguel Ángel Ruiz: el famoso no-contrato o contrato verbal y millonario de Manuel Carrasco y el invasivo mal olor que tomó la ciudad procedente de una fábrica de piensos a partir de desechos animales. En el primer asunto, el equipo de gobierno actuó bien. Demasiado dinero, demasiados flecos, demasiadas sospechas en el vaivén del caché del artista, demasiadas ventajas, entradas a precio de aceite de oliva y todo ello… sin que figurara nada negro sobre blanco y firmado. Los olores también se resolvieron aunque no fuera con la celeridad debida puesto que hubo varios episodios. Ya se sabe que los ciudadanos queremos que se solucionen los problemas de inmediato.

Y la limpieza, ay la limpieza.  Hay que reconocer que algo se ha movido y se ha visto en las calles. Y sí, se ha detectado más actividad del personal de limpieza y un atisbo  de relumbre, pero no hay que olvidar que el primer eslabón para mantener una ciudad limpia es el ciudadano. Cuanto menos se ensucie más relumbrarán las calles y las plazas. Quizá haga falta una campaña agresiva en todos los soportes-medios de comunicación locales, redes, cartelería etc- para mentalizarnos de que una ciudad limpia dice mucho y bien de sus habitantes, antes que de los encargados de limpiarla. Hay mucha suciedad acumulada de años en aceras y solados, calles con mugre casi sólida y deficiente señalización horizontal en el asfaltado que también influye. Puertollano necesita un baldeo desde los cuatro puntos cardinales.

Rematada la obra de El Bosque y empezar a notar una limpieza general sería un gran tanto para el equipo de gobierno.

Lo demás, el empleo, la reactivación industrial verde está en marcha y con proyectos a la puerta pero se necesita tiempo.

La oferta cultural ya se sabe que nunca se hace  a gusto de todos  aunque estuvo bien la musica y la calidad de los músicos en la calle. Da alegría y un toque muy urbanita aunque quizá se tendrían que haber aprovechado más otros marcos ubicados en los barrios. El cambio de la fecha de la fiesta local del 1 de mayo a la del Santo Voto es polémica porque traza la línea ideológica entre izquierda que se identifica con laicidad (por no decir anticlerical) y derecha que se identifica con religión y procesiones. Es inaudito pero ahí seguimos después de los años. Personalmente considero que tanto si se hubiera quedado la fiesta como estaba como si se traslada al Santo Voto es política y electoralmente irrelevante. El tiempo dirá.

Es complejo gobernar, administrar y gestionar una ciudad pero no puede decirse que los actuales responsables no se han puesto a ello. La opinión general así lo reconoce aún sabiendo que los cien primeros días es una moda y que hacen falta cuatro años o al menos el ecuador de una legislatura para hacer un análisis más completo.

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