Musealización

El debate abierto sobre la cuestionada y cuestionable –aún antes de nacer– sede del Museo de la Naturaleza y la Caza, en la antigua sede de la delegación de Sanidad, refleja diferentes cuestiones, más allá de la politización inevitable de ciertas decisiones llovidas sobre cierta improvisación y ciertos reclamos electoralistas. La primera de ellas tiene que ver con la tendencia creciente a Musealizar cada vez más realidades y asuntos de calado diverso y de formato consuetudinario, que demandan un lugar bajo el sol de cualquier Museo o de cualquier Colección Memorable. Una tendencia que avanza en paralelo con la no menos creciente estetización y estilización de la vida en su conjunto, como si la vida en cualquiera de sus facetas y rincones fuera una auténtica Obra de Arte. Por ello, hablamos de estilismo en toda situación –desde una revista rosa a un programa de televisión, desde una pasarela de moda a un concurso de chicas agraciadas–, y la consecuencia de todo ello es el acrecentamiento del número y tipo de Museos. Partiendo de una posible reutilización de edificios históricos en desuso, y viendo en la alternativa museística un seguro de vida para tantas piezas postergadas y amenazadas. Conventos, iglesias desamortizadas, sedes administrativas, viejas bodegas, silos de grano, almacenes ferroviarios y cuarteles compone el nuevo elenco de la nueva generación de espacios candidatos para un Nuevo Museo.

Si el Museo como institución decimonónica, era admitido y reverenciado como la Casa de Las Musas, y por ello, allí se asentaba la excepcionalidad artística, arqueológica o histórica, otra cosa son los derroteros actuales. Y de esa excepcionalidad cultural e histórica de los Viejos Museos, se ha pasado a una proliferación de sedes de los llamados Nuevos Museos, como realidades tangibles e intangibles y sobre todo contantes y contables. Donde caben, en esa acepción, todo tipo de referencias: desde el Vino al Queso, desde el Carro al Esparto, desde el Encaje a Las Máscaras. Por no mencionar la colección lateral de cualquier evento etnográfico reseñable o memorable: La Mina, El Alambre, El Tambor o la Semana Santa. Baste ver que, en la actualidad existen en Castilla-La Mancha más de un centenar largo de museos de diferente titularidad –estatal, regional, provincial, municipal o privado– y formato–; 196 aparecían ya en 2020, según el Atlas de la Cultura de Castilla-La Mancha, experimentando un incremento en tan sólo ocho años del 20%. Y con un ratio por cada cien mil habitantes que ha pasado en esos ochos años –2012 a 2020– de 6,6 a 9,6. El reciente Atlas, distingue entre Museos –“instituciones de carácter permanente que adquieren, conservan, investigan, comunican y exhiben para fines de estudio, educación y contemplación, conjuntos y colecciones de valor histórico, artístico, científico y técnico o de cualquier otra naturaleza”– y colecciones museográficas – “conjunto de bienes culturales que, sin reunir todos los requisitos para desarrollar las funciones propias de los museos, se encuentra expuesto al público con criterio museográfico y horario establecido, cuenta con una relación básica de sus fondos, y dispone de medidas de conservación y custodia”.

De todo ello, de todas esas vicisitudes daba cuenta el trabajo de Ana Marcos: “¿Ir a un museo? Ni de coña”. Para dar cuenta de la obsolescencia de ciertas instituciones culturales tradicionales y de ciertos hábitos en declive, como se anotaba en el subtítulo del trabajo. “Visitar exposiciones es la última opción de consumo cultural para la mayoría de los españoles”. Sobre todo, para jóvenes entre 18 y 26 años que dicen preferir libros y conciertos. El 16 mayo 2020, en Babelia, Díaz Cuyás nos ofrecía sus reflexiones sobre el futuro bajo la denominación Repensar el museo vacío. Donde anotaba, no tanto la dependencia evidente entre uno y otro –museo y turismo–, cuanto la coincidencia temporal de su nacimiento, en el universo del mundo romántico: instituciones de la cultura burguesa del siglo XIX. Así, “Se establece un vínculo histórico entre la cultura viajera burguesa y el museo”. Junto a ello, la crisis del museo posromántico que, a su juicio, pone en duda la autenticidad de los discursos que sustentan y las transformaciones abiertas por el universo digital. Autenticidad temporal del museo y autenticidad espacial del turismo que, al reinventarse tras la pandemia, exigen “una ética y una política de la hospitalidad (Derrida) asumiendo el museo como el espacio de encuentro con la alteridad, de las obras y de los otros, que exigen nuevos protocolos para visitantes y anfitriones, ya sean nativos, turista o migrantes”,

Lo que, si parece cierto, a estas alturas, es que el modelo convencional de museo, como lo hemos conocido, precedido de grandes colas de visitantes y de salas atestadas de observadores provistos de audioguía –lo que se ha venido denominado como Museo de Masas y no como Museo de Musas–, tiene serias dificultades para su puesta en marcha en modo pospandemia o en modo, Nueva Normalidad en la que estamos situados.

Y es que la suerte del Museo en su continuidad institucional, funcional e histórica se sustenta justamente en el éxito de sus fondos reconocidos, o en la fortuna de sus exposiciones temporales; y ello es equivalente a identificar su cuenta de resultados por el número de visitantes anuales. Así el Museo del Prado ha pasado de 253.000 visitantes al año, en 1963, a los 2.700.000 de 2016. Casi poco frente a los 6,8 millones de visitantes del British Museum o los 6,7 del Metropolitan Museum. Los museos de Castilla-La Mancha, gestionados por la Junta de Comunidades, han recibido más de 360.000 visitantes en lo que va de año 2023, ha informado la Consejería de Educación, Cultura y Deportes en una nota de prensa reciente. Los museos más concurridos son los de Santa Cruz y el de Los Concilios en Toledo, con más de 66.000 visitas cada uno; el Museo Paleontológico de Castilla-La Mancha en Cuenca, con más de 43.000 visitas; el Museo de Guadalajara, con más de 35.000 visitas; y el Museo de las Ciencias también en Cuenca, con más de 33.000 visitas. El total de visitas regionalizadas es 464.710 en 2015; 388.725, en 2016; 421.271 en 2017; 455.827 en 2018 y, 474.762 en 2019.

Por más que, en los últimos años, se haya completado la economía del museo no sólo con las visitas, sino con el universo global del marchandising y bibelots. Viabilidad del museo por su economía –que lo obliga a emparentarlo con el turismo floreciente– y no tanto sobre el debate precedente, entre las colecciones analógicas y sus paralelas colecciones digitales. Sustitución de lo analógico por lo digital que, obviamente, trae causa de su arquitectura venidera. ¿Cómo serán, si es que serán, los nuevos museos nacidos tras la pandemia global?  Tras las huellas de las ultimas ampliaciones del SFMOMA o de la New Tate.

Y aquí aparece la segunda de las cuestiones, sobre los proyectos museográficos y arquitectónicos en proximidad, que se pretenden poner en marcha sin el oportuno debate y análisis riguroso. Más allá de la polémica sobre el emplazamiento del Museo de la Naturaleza y de la Caza, lo que se ignora es el contenido museográfico mismo, su desarrollo y su viabilidad. Igual que ocurre en otros casos en desarrollo como el anunciado Museo de las Órdenes Militares –a ubicar en el convento de la Asunción de los dominicos de Almagro y con otras sedes apuntadas en litigio– o con el Museo del Folclore –sobre la pieza del antiguo colegio Ferroviario en Ciudad Real, y a todas luces con espacio insuficiente para acometer ese proyecto en torno al mundo del folclore. Y carente en todos los casos del oportuno y necesario Proyecto Museográfico, que eviten improvisaciones y fracasos. Estamos acostumbrados a poner en marcha sedes –como las referidas a la Colección Roberto Polo, que se subtitula como Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de CLM– sin proyecto museográfico alguno, solo atendiendo la cesión de un depósito de obra privada a cambio de un canon económico y otras gavelas. Por lo que se ve, la tendencia creciente es a proponer todo tipo de Museo o de Colección de mérito, cuando queda libre y disponible un edificio de valor. Así en Albacete, sobre el abandonado edificio del banco de España se está rumiando el Museo del Realismo, igual que ha ocurrido en Toledo con la colección CORPO en el convento de Santa Fe y va a ocurrir en Ciudad Real con el convento de las Terreras y el Museo de la Semana Santa.  

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