Las verdades del barquero

La escasa resistencia a la frustración de nuestra clase política la lleva a actuar contra quienes la critican de todas las formas que uno pueda imaginar. Se culpa al mensajero por transmitir la noticia no deseada; se descalifica a quienes hacen públicas sus miserias; o se los etiqueta de la forma más peyorativa y despectiva posible. Y hasta se ataca a periodistas de investigación, incluso a sus familias, con actos que suponen un flagrante abuso de poder.

Cuando, desde los medios de comunicación, se hace una crítica rigurosa e independiente sobre los actos, decisiones y opiniones que hace pública nuestra clase política, esta las cuestiona. Ella y sus seguidores, responden de manera airada, poniendo en duda la profesionalidad de quienes, en el ejercicio libre de su profesión, denuncian actuaciones poco coherentes, en contra del interés general, incluso incumpliendo el ordenamiento jurídico.

El todo vale para conseguir alcanzar sus deseos personales más prosaicos, o los más espurios intereses que los justifican, no lo deben aceptar ni los medios de comunicación ni mucho menos la sociedad. El temor a que las evidencias que se hacen públicas y la crítica que se realiza de sus actuaciones, pueda no gustar a quienes las provocan, debe estimular a los medios para seguir informando de la manera más profesional y honesta posible. 

En ocasiones se cuestionan los artículos de opinión, calificándolos de libelistas, cuando se hace una valoración crítica de las declaraciones oficiales realizadas por interés político o personal de nuestra clase dirigente y de sus redes clientelares. Libelo, en su acepción habitual y más grave, quiere decir calumniar. Es decir, proferir una acusación falsa contra alguien. Y eso, de producirse, lo deben rechazar y así lo hacen la casi totalidad de los profesionales del periodismo.

Pero también y, sobre todo, cuando se difunden noticias falsas, —las conocidas como fake news—, que tanto proliferan hoy y, que tan rápidamente se propagan a través de las redes sociales que utilizan los ciudadanos. El buen profesional sigue cotejando sus fuentes de información, —antes de publicar o emitir su contenido—, para evitar o limitar los posibles errores antes de ofrecer una información inédita a la opinión pública.

Si tenemos que hablar de la deontología profesional de los medios de comunicación, es necesario exigirla también a nuestra clase política. Y esta, —además de actuar éticamente, lo que pocas veces hace—, debe favorecer la plena libertad de expresión de los profesionales y de los medios de comunicación. Y su intervención, cuando sea imprescindible, debe ser neutral, para respetar la libre competencia en un sector tan importante como este.

La imaginación a la hora de justificar algunas actuaciones es habitual, pero a veces llega al absurdo. Hasta el año 1978, el adulterio en España era un delito tipificado en el Código Penal, por el que se podía imponer una pena de hasta seis años de prisión. Para justificar lo injustificable, una de las más sorprendentes ocurrencias que recuerdo fue aquella de culpar al ebanista que hizo la cama donde se cometió el adulterio.

Nuestros políticos hoy culpan a los que para ellos son, simbólicamente, los nuevos ebanistas —los talladores del lenguaje—, a quienes se les pretende colgar el Sambenito de sus cuitas. Es decir, a los profesionales de los medios de comunicación, por el hecho de ejercer el derecho a la libertad de expresión que consagra el artículo 20 de la Constitución Española y que, con el ejercicio de la misma, proporcionan una información veraz, libre e independiente.

En un acto de ignorancia infinita o por puro sectarismo, hay quienes todo esto no lo entienden y hacen un diagnóstico inaudito. Según ellos, los tertulianos de debates políticos en nuestro país deben de ser paritarios en todos los medios de comunicación, sean estos públicos o privados. Debe haber igual número de participantes de los que defienden las propuestas oficialistas del gobierno, que el de quienes las critican o se oponen a ellas.

Pablo Motos, en su programa El hormiguero, cuando en la pasada campaña electoral entrevistó a Pedro Sánchez, le hizo una demostración ilustrativa. Le puso un audio de dos periodistas y tertulianos colaboradores de su programa criticando al gobierno. El aspirante a la reelección dijo que ambos estarían entre los contrarios a sus tesis. Entonces Motos le dijo: pero tiene que saber que ambos fueron votantes suyos en las elecciones de 2019.

La expresión, las verdades del barquero, hace referencia a la idea de la honestidad y la sinceridad que se espera en un ambiente de confianza. Hace años, Manuel Fraga, se sorprendió con una noticia desconocida para él, eso que se jactaba de ser una persona bien informada. Entonces, Isabel Tocino —colaboradora suya—, le dijo: Don Manuel, además del ABC, convendría que usted leyera también algún otro periódico, como El Mundo o El País.

Quizás, al actual presidente en funciones, le falta alguien que le cante las verdades del barquero, para no tener que culpar siempre a los ebanistas de la información.

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4 COMENTARIOS

  1. ¡Las verdades del barquero!

    ¿ Tu verdad? No, la verdad
    Y ven conmigo a buscarla
    La tuya, guárdatela Antonio Machado (1875 Sevilla – 1939 Colliure)

  2. El candidato mas votado en las pasadas elecciones generales, se ha caído del guindo y acusa a al segundo de comprar su posible nombramiento de presidente del gobierno con dinero de todos los españoles… ¡Anda! como si los gobiernos autonómicos y municipales que han comprado los pepesunos con sus acuerdos los fueran apagar ellos de sus bolsillos…
    Este chico va aprendiendo…

    • Una cosa es realizar acuerdos con otras fuerzas políticas que actúan de acuerdo a las reglas del juego(constitucionalistas)y otra muy distinta es prestarse a corruptelas anticonstitucionales chalaneando con huidos de la justicia y ex secuestradores y ex asesinos.
      Si se quiere cambiar las reglas del juego,(la constitución) hay que hacerlo como está previsto,no con corruptelas de indeseables que sólo buscan el interés propio.
      O usted necesita informarse,o es un demagogo interesado que tergiversa y retuerce la realidad para tratar de alcanzar sus deseos

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