Puertollano: El emocionante testimonio de Emilia sobre la soledad y los centros de mayores que se ha merecido un premio

La puertollanense Emilia González Hidalgo, de 85 años de edad, ha sido la ganadora del primer premio +Talento por su emocionante y enternecedor relato titulado «Centros de Mayores, una aspirina contra la soledad», en la que relata sus vivencias ligadas al Centro de Mayores 1 de Puertollano. El concurso ha sido organizado por la Red de Centros de Mayores de Castilla-La Mancha y Red Cendi-Eapn, y financiado por la Consejería de Bienestar Social.

Publicamos en su integridad el bello, sencillo y emotivo relato de Emilia:

«Centros de Mayores, una aspirina contra la soledad»

Me llamo Emilia, tengo 85 años y vivo sola desde que murió mi marido. La soledad es muy mala, da mucha pena a las que la ven desde fuera… «Pobrecita la fulanita que se ha quedado viuda»… Pero la verdadera pena se ve desde dentro.

Cuando murió mi marido, él estaba bien. Él era mis pies, mis manos, mi todo… Yo estaba enferma de cáncer, y pensaba ¡Pues la que se tenía que haber muerto era yo! Y en cambio él en un santiamén… se me fue… Y yo no podía aguantar en el piso porque él murió allí, fue a parar al cuarto de baño, y ahí le dio…

Quiero poner en relieve que, si no hubiera sido por el Centro de Mayores, yo no sé lo que hubiera hecho… La soledad es como una enfermedad, y tenemos que curarnos de ella, y el centro es como una aspirina contra esta soledad. Hablas con unos y con otros, la gente que trabaja dentro te trata con cariño y apaciguas la pena y el llanto…  ¡Es como darle al niño una tetita!

La soledad es como una guerra. Tienes miedo, no sabes qué hacer y vas huyendo hasta que encuentras un refugio donde te sientes a salvo, y eso me pasó a mí. No quería estar en el piso, y salía, pero no sabía lo que hacer. Cuando yo entré en el centro de mayores, entré muy tímida, entre el dolor de la muerte de mi marido, y que no conocía a nadie… Me sentaba, miraba la gente. Otro día me acercaba a ver jugar a las mujeres al parchís, y un día una mujer, nunca la voy a olvidar, me invitó a sentarme mientras jugaban al parchís con ellas. Me senté los primeros días a mirar, y luego empecé a jugar, y poco a poco fui haciéndome conocer, con mi genio y con mis portes, y me he ido haciendo querer entre las amigas y la gente que trabaja en el centro, hasta que vengo a un sitio que es como si fuera algo mío.

Yo digo que mi corazón es como un panal de miel y cada uno y una de los que están en el centro tiene un agujerito en mi panal, yo los quiero a todos.

El cariño es una palabra que me sale, yo ya no quiero relaciones de pareja, pero sí necesito que me quieran, que me den cariño, esa aspirinita que me da al llegar al centro.

Yo me hice muy jovencita novia con mi marido. Ha sido amigo y querido por todo el mundo, y era mi compañero y mi mundo entero. Ahora llego todos los días al piso y sigo hablando con él, con una foto que tengo que parece que me mira… Le cuento lo que he hecho en el centro, las cosas bonitas que me pasan y parece que todavía está conmigo. Un trocito de él sigue doliendo la pérdida, pero mañana será otro día, me tomo una aspirina y sigo viviendo. 

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