Galicia avisa

Manuel Valero.- Si desplegamos un mapa de España sobre una mesa amplia, y al uso de las películas bélicas vamos poniendo sobre las capitales de provincia y ciudades importantes y en los territorios autonómicos la banderita del partido dominante, comprobaremos que hay muchas más gaviotas que rosas. No es interpretación subjetiva: es la fría e implacable realidad. Casi todo el territorio patrio excepto Cataluña, País Vasco, Castilla-La Mancha, Asturias, Navarra o Canarias y la mayoría notable de capitales de provincia están bajo el ojo de la gaviota. Ese declive coincide con la etapa Sánchez.

Quienes observaran el mapa verían también que tras las elecciones gallegas, la gaviota se come los peces del cubo. Y ante este panorama figuradamente bélico de banderitas con pajaritos por doquier, los estrategas observadores verán también otra verdad, o sea, realidad: que en Madrid, comunidad-joya  propiedad del pajarito de marras, hay paradójicamente una ciudadela desde la que, con la rosa, se gobierna España entera. Nunca se tuvo tanto poder con tan poco. En definitiva: el poder del pajarito es inmensamente mayor que el de la rosa, asediada en La Moncloa.

Lo de Galicia es un severo toque de atención al PSOE por más que se empeñe el BNG y el propio partido de la rosa, en leer los resultados de puertas para adentro y de que la política del Gobierno no ha influido.   De haber ganado el bloque BNG-PSGA para lo que hizo campaña un patético Zapatero que ahora se cree gracioso, el resultado se habría aventado desde el Cabo de Gata al de Finisterre y el país hubiera tenido en la esquina izquierda del mapa de España, otro nudo de complicaciones a añadir a los vascos y a los catalanes y le hubiera dado alas al asediado de la Moncloa que siempre pierde pero siempre gana.  De haber ganado el BNG-PSGA un nuevo foco independentista habría acercado más a España a un Estado fallido que a un Estado diverso, plural y unido. Por lo tanto, fácil es especular con el veredicto gallego como un bocinazo antes de la frenada. Aunque haya engordado el BNG. Que ir a la oposición es engordar para nada.

Pero la resultante más preocupante para los centenares de miles de militantes, simpatizantes y votantes socialistas  es una rosa empobrecida, desangelada. (Sánchez no ha mejorado apenas  los resultados socialistas anteriores a él. Incluso , bajó el listón que Rubalcaba dejó en 110 diputados en 2011). El viraje hacia el PSOE de hoy arrancó con la dimisión de Rubalcaba en 2014 por los resultados de las Europeas. Sánchez ganó en primarias y se presentó a elecciones. Obtuvo 90 diputados en 2015 y 85 en las elecciones repetidas meses después en 2016.

Punto de inflexión. Zona cero del sanchismo. Sánchez presentó entonces una moción de censura a Rajoy, la ganó y fue investido presidente el 2 en junio de 2018. Llegó por primera vez al poder por el camino corto  de la moción de censura que ya había pactado con quienes hoy son sus amigos de conveniencia, algunos de los cuales como ERC le negó la sal de los presupuestos para 2019. Por eso, en abril convocó elecciones de nuevo. Fue también la primera vez que Sánchez tuvo la oportunidad de examinarse directamente antes los ciudadanos/as desde el poder tras su vuelta después de la defenestración en la grave crisis orgánica de 2016.  

En abril de 2019  ganó con mayoría insuficiente (123). No logró el abrazo de Unidas Podemos ni el de Ciudadanos ni el de sus amigos de hoy que se abstuvieron. Vuelta a empezar y a repetir.  En noviembre de ese mismo año consiguió 120 escaños y ahora sí, se abrió el telón, el melón y los sofocones y comenzó el espectáculo. El año pasado convocó elecciones después de que el ejército de gaviotas pusiera sus huevos en buena parte del territorio en las pasadas municipales y autonómicas del 28M2023. Sánchez mantuvo el tipo y añadió un diputado más, (121) pero su contrincante, Alberto Núñez Feijoo no sumó lo suficiente para desalojarlo de La Moncloa. Y empezó el baile.

Y así hasta hoy. Un desastre en Galicia, que ha dado un serio aviso a navegantes y un PP gobernando por todas partes, asediando la Rosa y La Moncloa. Eso es lo que se ve objetivamente en ese mapa desplegado sobre una mesa.

Emiliano García Page, que suele echarse unos cuantos amigos cada vez que expone su opinión, ha pedido reflexión antes de que el ciclo de tropezones se  convierta en ciclón y el PSOE corra la misma suerte que los otros grandes partidos socialistas que fueron barridos de Europa. Y ha reaccionado con habilidad de reflejos a la burda critica de la aspaventosa ministra hacendosa Montero sobre la camiseta equivocada del equipo que viste el manchego: «La camiseta del PSOE, y eso lo aprendí de niño, no es una camisa de fuerza, sino de libertad, donde además se pueden decir las cosas con el ánimo de mejorar. Es más, lucho por que Puigdemont no le termine de colocar una camisa de fuerza a todas las instituciones del Estado». ¿Dónde hay que firmar señor presidente?

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