Melancolía

“…hacia el ensueño navegando un día,
escuché lejano canto de sirenas y
enfermó mi alma de melancolía”
RAMÓN MARÍA DEL VALLE INCLÁN
(DRAMATURGO ESPAÑOL)

                El origen de los nacionalismos en Europa, está en el romanticismo del siglo XIX, que se apoya en el pensamiento mágico, la sentimentalidad y la melancolía, que es la consecuencia de la frustración por no alcanzar sus deseos.Decía José Ortega y Gasset, que el nacionalismo es igual que el sentimiento amoroso: un estado de alteración mental transitorio. Y el filósofo español vaticinó, allá por el año 1931, que “el problema catalán” nunca tendría solución.

                Según nuestro pensador, es algo con lo que hay que convivir y aprovechar el seny, —la cordura, la ponderación o la sensatez que se atribuye a los catalanes—, para neutralizar el exacerbado radicalismo nacionalista. Aunque lo cierto es que esta cualidad ha brillado por su ausencia entre la clase política de esta comunidad autónoma, en los últimos años, llevando al límite el modelo de convivencia en España, acordado durante la transición democrática.

Es evidente que los resultados electorales del pasado domingo en Cataluña, son, para el constitucionalismo, teóricamente buenos. Y lo son porque han dejado de ser mayoría los partidos separatistas —antes llamados nacionalistas—, lo que no había ocurrido desde que hay elecciones autonómicas. Lo son también, porque los tres partidos constitucionalistas suman. Es decir, PSC, PP y VOX, tienen mayoría absoluta, aunque esta opción parece poco viable.

                Pero estas elecciones permiten —y esta parece la opción más factible—, una reedición del conocido tripartito de izquierdas. PSC, ERC y entonces Iniciativa per Catalunya, —ahora los Comunes—, que funcionaron en los gobiernos de Pascual Maragall y de José Montilla. Pero, el abandono de Pere Aragonés complica esta opción. Su partido debe renovarse y tiene que redefinir si sigue con un perfil más separatista, —como hasta ahora—, o más izquierdista.

En política, a veces, hay extraños compañeros de viaje. Lo que hace surgir gobiernos contra natura entre aliados estratégicos que poco tienen que ver ideológicamente o cuyos intereses de Estado difieren sustancialmente. Y en la actual situación estas opciones inauditas podrían materializarse, en función de los intereses políticos de dos personajes pintorescos. Por un lado, nuestro ínclito presidente del gobierno y, por otro, el fugado Carles Puigdemont.

                De momento, en el tablero para la conformación de gobierno, hay un veto nacionalista a las pretensiones de gobierno que tiene el señor Illa. Un bloqueo que obligaría a repetir las elecciones pasados dos meses. Y el PSC —que siempre ha esgrimido una postura propia e independiente del PSOE—, parece tenerlo más complicado. Porque el señor Puigdemont exige a Sánchez, que lo deje gobernar a él, y si no, que se atenga a las consecuencias en Madrid.

                No sabemos cómo acabará la actual situación que hoy parece irresoluble. Pero sigue siendo una circunstancia que, más pronto que tarde, se tendrá que resolver. Y el reloj, ya está en marcha. Aunque, seguramente, habrá que esperar a los resultados que se obtengan en las elecciones europeas del 9 de junio, para que nos muestren sus cartas y sus acuerdos ya cerrados —o simplemente planteados—, para la próxima legislatura del gobierno regional.

                Pero más allá de las opciones de gobierno en Cataluña, que hoy se suscitan, lo que parece quedar claro es que la política que se llevará a cabo, —en lo fundamental—, no será muy diferente, gobierne el señor Illa o Puigdemont. Porque están pendientes de aplicarse los acuerdos alcanzados para la actual legislatura del gobierno central. Y entre otras medidas, se tienen que concretar las concesiones realizadas por el señor Pedro Sánchez a los separatistas.

                La concesión de un régimen fiscal independiente de la fiscalidad común del Estado; la posibilidad de un referéndum de autodeterminación, —aunque lo hagan de una forma encubierta—, que le exigen tanto Junts per Catalunya, como ERC; y, además de otros traspasos de competencias, la aportación de recursos del Estado para pagar o condonar la elevada deuda pública de Cataluña, lo que iría en detrimento de la financiación del resto de las Autonomías.

                Sea como fuere, los privilegios concedidos o mantenidos en Cataluña, chocan con el principio de igualdad entre los españoles. Pero esa discriminación se está produciendo —y previsiblemente se mantendrá con el futuro gobierno autonómico, sean unos u otros quienes gobiernen—, para atender el pago a los separatistas catalanes de todo lo comprometido por el señor Sánchez para conseguir su apoyo parlamentario y mantenerse en el gobierno central.

Los resultados teóricamente buenos para los no nacionalistas, en la práctica no lo serán tanto, ya que estos compromisos contraídos con los secesionistas, —en nombre del Estado—, tienen todavía recorrido.

Pero habrá que seguir aguantando la matraca separatista, pese a que el deseo de la inmensa mayoría de los españoles, —incluidos a muchos ciudadanos catalanes—, es que su esfuerzo siga siendo inútil, y ello les conduzca a la inevitable melancolía.  

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