Memorias de Tarraco

Manuel Valero.- Subirte al tren AVE en Puertollano y aparecer en Tarragona en tres horas y media que era lo que tardaba el viejo TER hasta Madrid te da idea de lo mayor que se hace uno. Me acordé del ministro Josep Borrell a quien conocí en los albores de la alta velocidad por eso del oficio, cuando miraba el indicador del vagón: 300 kilómetros/hora. Y llevaba razón: “EL AVE es un avión que vuela bajo”. De modo que en un par de cabezadas ya estabas en Calatayud. ¡Cómo pasa el tiempo en la vida y por supuesto en el AVE!

Fui a visitar a un viejo amigo con el que tengo un pacto  de orina no escrito que el pacto de sangre es para los reyezuelos. Y en el fin de semana tuve ocasión de visitar la ciudad y sus puntos emblemáticos de piedra romana y restos medievales. Por algo Tarraco era una joya de la corona del Imperio en Hispania, y hogar durante un breve tiempo del emperador Augusto posiblemente a ver alguna obra de teatro para darse importancia o alguna carrera. Mi amigo José Antonio Mozos MazoterasJos para los viejos amigos de aquí y el Titi para los amigos de allí -que tiene y muchos más que nada porque lleva cuatro décadas en la ciudad menos indepe de Cataluña- me recibió en la estación. Tarragona fue el destino por traslado de centenares de trabajadores de Puertollano por la hermandad de los repsoles. Él fue uno de ellos pero con otra empresa: CAE.

Siempre disfruto visitando el casco viejo de las ciudades y en este caso más a sabiendas que después nos esperaba una buena sentada de chiringuito. Mi amigo tiene estupendas relaciones con  el Pepe,s and Lugano, propiedad de Nerina y gestionado por Anás. Todo el personal conforma un crisol de nacionalidades: Fiu.Fiu de Senegal, Karki, encargada de Sahara, Fernando, encargado, de Argentina, Anuar, español, el encargado de las cachimbas de agua, Jasmine, española de origen árabe, Hugo, español, de Málaga, y Haiman, español de origen árabe. Había un muchacho que llegó a España en patera hace una década pero está tan integrado como un compatriota. Desistimos de enzarzarnos en conversaciones dolorosas. Aunque no la obviamos.  Frente al Mediterráneo durante un par de días mejor disfrutar del mar y el sol -no hizo tan malo como pronosticaba la AEMT-. La dueña del Pepe,s  lo es también de otros tres repartidos por las playas tarraconenes. Y  tener a Jos de mi parte era un salvoconducto para todo. Los ratos que pasamos allí nos dispensaron un trato exquisito. Yo no quiero ser rico, me dijo una vez alguien, sino que cada vez que meta la mano en los bolsillos saque mil duros (estaba la peseta). Y Manuel Vincent, articulista de El País escribió en una de sus columnas que se pasa mejor teniendo amigos ricos que siéndolo uno porque disfruta sin preocupación alguna.

Vimos las callejuelas viejas, tiendas decimonónicas como vestigio de la narrativa de Galdós. La catedral que recuerda por su pórtico a la de Santiago de Compostela , del siglo XII aunque terminada en el XIV, restos de muralla, las bóvedas del circo romano. Desde el mirador de la Rambla Nova contemplamos el Marenostrum. El barrio pesquero, el Serrallo, aún exuda esa sensación aparente de pobreza que no lo es,  es simplemente que parece anclado en el tiempo y al voraz apetito del cemento urbanistico. No se come mal allí. Doy fe.

Pero sobre todo, lo mejor fue el reecuentro con el Titi, con su peculiar sentido del humor y de entender la vida. Durante los dos días olvidamos que ya estamos a punto de la séptima década de vida. En una conjura espontánea mandamos los achaques a tomar vientos, vientos marinos que tienen salitre  que es mejor.

Como uno no deja su vena de escritor o mejor, la vena de escritor no lo deja a uno, como tampoco lo hace la de periodista, hubo dos cosas de la actualidad local que me llamaron la atención: el nacimiento de una camada de tortugas y el accidente de un castillet que al derrumbarse hirió gravemente a la niña menor que lo coronaba. Los medios catalanes daban más importancia al hecho identitario de los castellets que a la niña herida a la que consideraban una heroína. A pesar de que llevaba casco la caída le produjo una grave lesión en la cabeza.  El Diari de Tarragona (en papel y bilingüe) por su parte, consideró de tal importancia la buena nueva de las tortuguitas que le dedicó todo un editorial y amplios reportajes en páginas interiores. Hablamos en Pepe,s sobre el amor a los animales y la línea divisoria que separa el sentido común de su buen trato –el buen trato humano al animal–  y la adoración más allá de lo razonable.

La línea del  horizonte siempre estaba festoneado de buques que salían o entraban con destino a la Refinería, y las playas de la Arrabasada animadas como es inevitable aunque no masificadas.

En Pepe,s me dijeron que se había puesto de moda fumar en agua, como lo definí yo: una botella especial con agua de la que sale una pequeña maguera a la que se inserta una boquilla. y en cuya boca se pone tabaco prensado, que queman unas piedras ardientes. Es muy corriente en el mudo árabe y en Turquía. Uno que anda peleándose con el tabaco le hizo caso a Oscar Wilde: Lo mejor para vencer la tentación es caer en ella. Literal.

De regreso abrí el libro póstumo de García Márquez, Nos vemos en agosto, publicado finalmente por sus hijos, Rodrigo y Gonzalo contraviniendo la ultima voluntad de su padre que dijo de él: Este libro no sirve. Hay que destruirlo. ¡Qué buenos hijos!

Pero de hoja en hoja y a medida que el tren devoraba el tiempo y el espacio. recordé los buenos momentos recién vividos: el viaje por la época  romana tarraconense, la Tarragona vieja, y sobre todo los ratos en Pepe,s and Lugano, que recomiendo visitar (no cobro publi). Y por encima de todo ello el sentimiento que a Jos y a mi nos une. Ese sentimiento se llama como la goleta española de esclavos que se lanzaron a romper sus cadenas frente a las costas de Cuba: Amistad. Y perdura. Y ya no creo que a estas alturas discutamos por nada. Además los dos somos del Real Madrid.   

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