Manuel Valero.- Después de escucharlo estoy con él. Quiere conocer el texto del acuerdo sobre el cupón catalán, “independentista, para la independencia”, traducido al español (no hace falta. el catalán escrito es 80 por ciento pura lengua cervantina), quiere ver la versión y la firma del Gobierno en ese documento-no solo la versión ERC- y lamenta que con todo lo legítimo y lógico que es que un partido como el PSOE trate y se esfuerce para que no gobierne el adversario-la derecha- lo sea por la mera permanencia en el poder y a costa de empañar severamente los principios y valores del PSOE. Estoy de acuerdo con el presidente de mi región, Emiliano García-Page. La cuestión catalana viene copando e intoxicando tanto la política nacional en los últimos lustros que a uno le produce aburrimiento crónico y hastío: desde cuando Pedro Sánchez dijo que era rebelión a la amnistía y cupón fiscal que el mismo Sánchez quiere canjear con sus peligrosas amistades. Ya lo ha dicho Junts: de calimocho para todos, nada; y ERC: solidaridad sí, pero limitada. O sea la justita para blanquear el chollo.
Llega un momento en que uno desea efectivamente la independencia de Cataluña con la condición de que como en La balsa de piedra de Saramago, se abriera un sima en la frontera francesa, aragonesa y valenciana y navegara bien dirigida hasta la mitad exacta del Océano Pacífico. Eso sí, que se vinieran con nosotros, empresarios, trabajadores, autónomos, jubilados, jóvenes y jóvenas que se sintieran catalanes sin que ser al tiempo españoles les suponga una comezón insoportable. Y los demás que fueran muy felices, ricos, cultos, republicanos de derechas o de izquierdas con la máxima excelencia en todos los servicios públicos, diplomáticamente neutrales- si les da la gana- y hasta si me permiten, convertida la isleña y pacífica Cataluña libre en un paraíso fiscal ( a ello va) de los que sabe mucho la familia paterna del independentismo de después de Tarradellas. Para nuestro bien, dejaríamos de una maldita vez el tostón del cupón y otras malas hiervas y podríamos veranear en las costas aragonesas que un día tuvo, por cierto, cuando la Corona de Aragón se comía un buen pedazo de Italia. Dicho sea esto con humor, pero con humor triste.
Puede achacársele a Page que saca pecho contra el cupón porque se juega el gobierno de Castilla-La Mancha, al fin y al cabo el político quiere el poder. Sí. Pero me creo sus palabras, las veo sinceras y tengo la intuición de que las dice por pura convicción. No veo a Page aferrándose a Fuensalida… ”a cualquier precio”, poniendo en solfa los principios socialistas. No sé qué opinarán los socialistas de la región cuando, según Page, nadie ha leído el texto firmado y al detalle, un texto que ni siquiera ha sido detallado por Pedro Sánchez en el Comité Federal y del que lo que se conoce es que lo que dice es lo que dice y lo que no dice es lo que no dice. Ten ministras para esto. Y lo más grave: de la reforma fiscal de España que es una cuestión que debería consensuarse entre todos, del apartado singular cupón, cupo, concierto, velada, soirée o programa doble, no tenemos ni pajolera idea ni los españolitos/as de a pie, ni los militantes del PSOE.
En un tono más serio que el anterior ejemplo de la balsa de piedra me hago la siguiente pregunta: Si se reformase la Constitución para celebrar un referéndum de autodeterminación cuyo acuerdo fijase una holgada mayoría del 65 ó 70 por ciento y se celebrase una campaña pedagógica y pragmática detallando milimétricamente las consecuencias de una Cataluña desgajada de España como una isla emergida de repente en el espacio de la UE… ¿no saldría victorioso el NO a la independencia y por goleada? A uno se lo han dicho catalanes de toda catalanidad. El riesgo, que siempre existe, claro, es que el SI prenda por ahí y convierta la querida España de Cecilia en un Estado fallido después de siglos de consolidado Estado-Nación.
En fin, que superado por un momento el hartazgo del cansino asunto catalán uno de cuyos dirigentes de derechas no suscita más que ridículo, estoy con Page. Nadie es menos que nadie y a la hora de sacar de la caja común de los dineros públicos fragmentada, de ninguna manera, nadie va a ser más que nadie.
¡Qué gran país sería el nuestro si los problemas identitarios separatistas, uno de ellos salpicado de sangre, no existieran en las vergonzosamente llamadas comunidades históricas. ¿Históricas, de qué? ¿Por qué? ¿Para atemperar a los rompedores cuando se escribía la Constitución? Ya se ha visto.
PD.- Quería escribir de las fiestas, de la grata sorpresa de los pintores veloces, del tardeo y todo eso… Pero hoy no… pasado mañana. O al otro.