Los incívicos ladrones de flores en Puertollano

Manuel Valero.- ¿Cómo catalogar a quienes con dolo y premeditación roban las flores frescas que ha sembrado el Ayuntamiento en el Paseo de San Gregorio para darle más lustre? ¿Cómo se califica una ciudad cuyos habitantes desprecian de ese modo lo público? ¿Y qué se puede hacer? La inmensísima mayoría de los puertollaneros son gente normal, como la de cualquier otra ciudad, y los que no lo son y han venido aquí a ganarse la vida, también. Pero ya se sabe que una mancha del tamaño de una uña afea una pared blanqueada, como el vestido más hermoso de una chica queda deslucido si muestra un manchón de vino. No es a la ciudad a la que hay que poner en la picota del juicio colectivo: es a aquella indeseable minoría que lo echa todo a perder a quien habría que poner un capirote y orejas de burro, con permiso de tan sublime animal al lado de estos descerebrados/as.

La rabia estalla cuando caes en la cuenta de que no se puede hacer nada. Esta mañana he estado hablando con un jardinero y se ha lamentado que no es la primera vez, que hasta las boquillas de riego que hay entre el césped las destroza la gente a patadas. Y volvemos a lo mismo. No es la gente son cuatro, diez, cuarenta… pero no es la gente en abstracto, son individuos/as concretos.

Como estamos en el año 24 del tercer milenio, la figura del guarda que paseo arriba paseo abajo te daba un pescozón si la andabas liando es, además de arcaica, atentadora contra los derechos humanos,  pues ya me dirá usted. 

Por este orden surgen las iniciativas. Más vigilancia policial pero por mucho ojo avizor el que quiere la hace al menor descuido. Una población debe tener una plantilla policial acorde con el número de habitantes y los habitantes deben tener un exquisita cultura cívica, y una voluntad colaboradora en su seguridad, además, una ciudad sobre vigilada parece una ciudad tomada.  Y es cara.

¿Cámaras de seguridad en cada árbol que recojan todos los ángulos? Desde hace tiempo ya abundan en instituciones y negocios privados como lo advertía Orwell y cumplen su misión de seguridad. Sin embargo con la evolución de las sociedades ya se entiende como normal la existencia de una cámara casi en cualquier sitio que no registre la intimidad. Ver los sistemas de identificación que escudriñan a cada hormiguita y al lado aparece su nombre, apellido te da  pavor. Me temo que acabará ocurriendo. 

¿Qué hacer? Y en esas estamos. Se supone que el asalto a las flores se hizo con nocturnidad en la soledad de la madrugada.  Dudo de que  de hacerlo de día a la vista de todo del mundo alguien se acercara al robanardos para recriminarle su conducta por temor a recibir una respuesta con la mano vuelta o con algo peor. La democracia cambia los gobiernos… ¿pero cambia la condición humana? Hemos interpretado la democracia como una laxitud de la autoritas. Autoridad no indica únicamente poder o mando sobre otro, coercitivo o no, sino también admiración. Cuando alguien es una autoridad en Medicina se le admira. Falta, pues, mucha cultura y mucha autoritas ciudadana.

Es un hecho menor. Pero son noticias que entristecen y que leídas por la diáspora generan- lo sé- una imagen deplorable de la ciudad. Hace poco apareció la foto tétrica de decenas de cadáveres de animales en una empresa de dudoso comportamiento, y este jueves, un par de parterres enteros desflorados, y otros malheridos. 

 PD.-  Ya hay voces por ahí y por aquí que culpan a los de siempre, ya me entienden. Y no es eso, no es eso.

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