La crisis del diálogo en política

Juan Manuel García-Muñoz Ruiz.– Recientemente, el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, y el portavoz del PP, Borja Semper, fueron vistos hablando en el exterior del Congreso de los Diputados, un encuentro que rápidamente se convirtió en noticia.

En política, es cada vez más raro ver este tipo de acercamientos entre oponentes, lo cual es un triste reflejo de la gran polarización que se vive en la actualidad. Desde hace años, parece que no se puede dialogar, negociar ni siquiera hablar con aquellos que no coinciden ideológicamente con nosotros. Este pensamiento es muy peligroso, ya que su potencial destructivo va más allá del simple desacuerdo: erosiona las bases de una democracia que depende, precisamente, del respeto y el intercambio de ideas. La política se está convirtiendo en una lucha constante de descalificaciones, donde no hay espacio para la búsqueda de puntos en común, algo que inevitablemente divide más a la sociedad.

El diálogo es la base de la civilización y de nuestra democracia. Un ejemplo de ello es la Transición de 1978, cuando políticos de diversas ideologías —comunistas, socialistas, conservadores y otros— se sentaron a dialogar y negociar para establecer la democracia constitucional que tenemos hoy.

El diálogo es el arma más poderosa que el ser humano tiene para avanzar; sin él, la política se convierte en un tira y afloja que no nos lleva a ningún sitio. Las descalificaciones, el insulto, la mentira y los ataques se han vuelto parte del día a día en la política, y esto tendrá consecuencias negativas. Este tipo de comportamientos no solo perjudican el debate público, sino que también dañan la confianza de la gente en sus representantes. En lugar de centrarse en debatir ideas y buscar soluciones, muchos políticos prefieren atacarse entre ellos, lo que genera más división y enfado en la sociedad.

El hecho de que dos políticos hablen tranquilamente no debería ser noticia; debería ser lo habitual. El diálogo es la herramienta más poderosa de la política y, sin él, el sistema democrático carece de su esencia.

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