Los románticos en La Mancha

“El ver mucho y leer mucho aviva los ingenios de los hombres”
DON QUIJOTE

La Mancha fue objeto de admiración para muchos románticos europeos, sobre todo ingleses, que la recorrieron desde principios del siglo XIX y a lo largo de todo ese siglo. Ellos vinieron a nuestra tierra para ayudar a España a liberarse de la ocupación francesa. Y, seguramente fueron ellos quienes más y mejor contribuyeron a la difusión de nuestra idiosincrasia en toda la cultura anglosajona y, por extensión, en el mundo entero.

El pasado 15 de octubre, tomó posesión como consejera de número del Instituto de Estudios Manchegos, la manzanareña, Esther Almarcha Núñez-Herrador, investigadora, docente y divulgadora del patrimonio cultural de la provincia de Ciudad Real. La nueva consejera de este Instituto es doctora en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid, profesora titular de la Universidad de Castilla-La Mancha y directora del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha.

 En su disertación habló de su pasión por la literatura de viajes, que comenzó con un libro recomendado por una tía suya, “Viaje por España”, de Teófilo Gautier. En su alocución expuso cómo la visión entre lo real y la ensoñación, está marcada por la influencia de las aventuras de nuestro ingenioso hidalgo. Habló de “La ruta de Don Quijote” escrita por Azorín en 1905 o del boom de las postales de las primeras décadas del siglo XX, cuyo propósito era el coleccionismo, pero que también sirvió de difusión para nuestra tierra.

Siguiendo con su exposición, cuenta el peso que tienen nuestros personajes de ficción en estos visitantes. Llama su atención la atracción que tuvo por El Toboso, —territorio de Don Quijote lo llamaba—, Edward Hawke Locker, militar inglés que sentía una gran admiración por nuestro Caballero de la Triste Figura. Tras su visita, realiza un grabado en el que recoge una vista romántica e idealizada de la Patria de Dulcinea, que aparece en su publicación “Paisajes de España”, subtitulado, “Entre lo pintoresco y lo sublime”.

Al viajero romántico del XIX, le deslumbra lo diferente y aquello que pueda considerar “más intenso”, como le ocurre a este artista, escritor y militar inglés que visita nuestro país en plena guerra contra los franceses. Viaja dispuesto a dar testimonio de los lugares, paisajes y edificios que haya visto. Para ello pone de moda la pintura de paisajes y la acuarela, que no había tenido gran valor hasta entonces.

Esta publicación está fechada en 1824, pero, —así lo afirma el autor en su prólogo—, se refiere a los viajes que realizó entre 1812 y 1814. En ella nos habla de su visita a La Mancha, y más concretamente a El Toboso. De esta localidad nos habla del estado de sus viviendas en estos términos: “las casas están dispersas, y algunas de ellas están bastante en ruinas; pero otras muestran señales de destrucción prematura”. Como podemos ver, casi cien años antes, ya tenían el mismo estado, que Azorín relata en “La ruta de Don Quijote”.

También nos cuenta: «la vista de los molinos de viento recordaba la primera hazaña del caballero, aunque, si mal no recuerdo, el escenario de esa aventura fue en Montiel, más al sur». Aunque confunde la escena, ya que se produce en Campo de Criptana y no en Montiel, es importante que nos diga que a principios del siglo XIX, seguía habiendo molinos, aunque lo más probable es que a mediados de ese siglo, desaparecieran.

Locker continua su relato sobre la visita a El Toboso, mostrando su admiración por nuestro personaje universal y por su autor, Miguel de Cervantes, cuando dice: «Familiarizados por el placer con el que recurrimos a la contemplación de personajes ficticios, cuando se dibujan con una habilidad tan consumada, adquieren un dominio sobre nuestros afectos casi igual a la personalidad».

Y concluye describiendo a los personajes de esta inmortal obra: «La piedad, la generosidad, el coraje y el entusiasmo combinados en el personaje de Don Quijote; y la sencillez, la picardía y el humor de su elegante asistente, exhiben dos caracteres tan opuestos como incomparables y, si bien la verdad y la naturaleza de la descripción los convierten en una fuente de deleite para todo el mundo, los rasgos peculiares del carácter nacional solo pueden ser apreciados plenamente por los compatriotas del inimitable Cervantes».

Hubo muchos más románticos que visitaron nuestra tierra, pero yo destacaría a Carlos de Haes, nacido en Bélgica del que el Museo del Prado cuenta con una considerable colección de dibujos y grabados, entre los que destacan algunos pertenecientes a El Toboso: “Molino”, “La casa del cura”, “Toboso, el horno” o “El Toboso”; a Campo de Criptana: “Molino” y varios de una serie titulada “Campo de Criptana”; o a Alcázar de San Juan: “Molino” y “El cubillo”.

Aquellos románticos europeos fueron sin duda grandes divulgadores de nuestra tierra a la que dieron proyección internacional, con sus obras artísticas y literarias, pero sobre todo, con sus visitas.

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