Velocidad y museos

No Museos célebres, sino Museos céleres, o Museos acelerados y muy rápidos.

Que eso es ya lo común: la velocidad sin fundamento.

Que no es lo mismo que el fundamento de la velocidad.

Espacio dividido por tiempo.

Si el Espacio crece y se dilata, por efecto de la globalización, para que la velocidad se mantenga, el Tiempo debe crecer en términos parecidos.

Más Espacio y más Tiempo, para fijar la analogía constante de la misma velocidad.

Aunque no hay dos velocidades iguales.

Aunque haya velocidades equívocas. Y equivocadas.

Como ‘Las tres horas en el Museo del Prado’ que nos propusiera Eugenio D`Ors, para merendarse su colección pictórica en ciento ochenta minutos.

Pero ¿qué se puede ver y reconocer a lo largo de tres horas? ¿Una obra?, ¿una Escuela?, ¿un Autor?, ¿un siglo? o ¿unas pinceladas?

Otras veces, lo mejor es ver un sólo cuadro.

Pura parálisis y ensimismamiento.

Ese desplazamiento dorsiano de los visitantes como ciclistas animosos, fue superado años más tarde en el Louvre, por Jean Luc Godard.

Y la carrera del terceto de locos en su película ‘Band à parte’.

Superado el recorrido madrileño hasta extremos inauditos: recorrer el Louvre en tres minutos. 

Menuda carrera.

Lo que importaba –y lo que sigue importando hoy– no era ver y mirar, sino correr y acabar pronto, para batir el record con la lengua fuera.

Y contar lo que no se había visto en ese devaneo rápido.

Causando extrañeza, esa carrera museística, a propios y a extraños.

Causando extrañeza a los visitantes silentes y a los atónitos vigilantes.

‘Museo para ver’, o ‘Museo para correr’.

Pese a tanta Maratón de Museos como se produce ahora en las estancias turísticas, que obligan a recorridos exprés, hay quien ya ha formulado su inversa: El Museo  como lugar de la lentitud.

O mejor aún como Lugar de Lentitud.

Esa era la propuesta de Rogelio López Cuenca. “La ventaja que siguen teniendo las salas de exposiciones y museos es la de la ralentización de la lectura”.

Y la de la ralentización de la mirada.

Pero una mirada lenta es lo contrario de la vivacidad exigible al ojo del visitante.

De aquí la duda de cómo compatibilizar la lentitud de la mirada con la lentitud del recorrido.

Y con la lentitud de los Museos.

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