“La Navidad es esa fiesta que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud, y le transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar”
CHARLES DICKENS
Desde que en 1983 se fijó como fiesta nacional, el 6 de diciembre, se celebra ese día porque fue en el que se aprobó, mediante Referéndum, la Constitución de 1978. Por lo que con la fiesta de la Inmaculada del día 8, contamos con un largo puente prenavideño.
Esos días los dedicamos a celebrar encuentros con los familiares, a actividades culturales o de ocio y, en los más de los casos, a un merecido descanso. Y nos trasladamos a nuestras “patrias chicas”, donde asistimos a los actos organizados para la ocasión.
Este año he asistido a un excelente concierto de la Coral Morales de Nieva en El Toboso, en el que se ha homenajeado a la canción hispanoamericana. Han interpretado con solvencia y oficio las populares habaneras, boleros, valses, mariachis o cumbias.

Este grupo musical, muy activo durante todo el año, es un ejemplo de dedicación de sus miembros por el esfuerzo que realizan, por la gran afición que le profesan y, sobre todo, por hacerlo con la pasión que requiere este tipo de actuaciones musicales.
Se acerca la Navidad y con ella finaliza un año más que nos hace tomar conciencia de que nos acercamos a un final tan indeseado como inevitable. Pero la celebramos con la escusa de que se inicia un nuevo ciclo que prorroga nuestros deseos y esperanzas.
Como suele ocurrir en estas fechas, ahora toca hacer balance de las cosas más relevantes que han acontecido en el último año, pero sobre todo, de las cosas importantes que le ha ocurrido a la gente corriente, —anónima habitualmente—, en su día a día.
Estos recuerdos nos llegan sin la nitidez que tuvieron algún día, pero la emoción de aquellos tiempos lejanos, aparece casi intacta y ajena al desaliento. Por eso nos dejamos llevar y, aunque la Navidad no siempre nos hizo tan felices, la seguimos añorando.
La Pascua tiene su origen en la liberación del pueblo judío de la esclavitud a la que estuvo sometido y simboliza el paso, —la Pascua—, del Mar Rojo hacia su tierra prometida. Pero para los cristianos la Pascua es el paso de la muerte a la vida de Jesús.

En el calendario religioso católico, establecidas en el evangelio de San Juan, hay cuatro pascuas a lo largo del año. La de la Natividad (la de la Navidad), que es la más popular de todas. Pero, además están las de la Epifanía, Resurrección y Pentecostés.
Recuerdo que un conocido empezaba a felicitar las pascuas desde antes de llegar la Navidad hasta después de la de Resurrección. Cualquiera podría pensar que él estaba rayado, pero sus felicitaciones siempre estaban próximas a alguna de esas Pascuas.
Aunque esos parabienes, que él utilizaba casi sin fin, tenían una clara justificación práctica. Aquel hombre era de natural optimista, esperanzado y positivo. Siempre dispuesto y trabajador incansable, para quien la alegría era su marchamo de identidad.
Los que no lo conocíamos bien, al principio nos chocaban aquellos saludos casi permanentes que utilizaba, pero cuando lo tratábamos de manera habitual, normalizábamos aquel saludo, aunque no lo usáramos, mimetizando así la ilusión que él transmitía.
Volvemos, pues, a iniciar un nuevo periodo lleno de ilusiones que, aunque no siempre se cumplen, no dejamos de tenerlas y de luchar con denuedo por conseguir cumplirlas. Aunque el azar, más que nuestra voluntad, será determinante para lograr alcanzarlas.

Es tiempo de reunión con los propios. Con la familia, con los amigos o con los compañeros, entre otros grupos. Los hacemos en torno a una buena mesa, presente en estas reuniones. Y utilizamos los regalos para obsequiar a los más allegados con algún detalle.
Recuerdo que, siendo niño, un año recibí un regalo especial. Un joven carpintero, al que conocía del primer barrio en el que yo viví, me obsequió para Reyes con una carretilla de madera adecuada a mi tamaño. Y la disfruté como ningún otro juguete de los que recibí.
El escritor argentino Jorge Luis Borges, decía con ironía sobre los regalos: «Yo recibía los regalos y yo pensaba que no era más que un chico y que no había hecho nada, absolutamente nada para merecerlos. Por supuesto, nunca lo dije: la niñez es tímida”.
Emulando a aquel optimista personaje del que he hablado con anterioridad, que lo utilizaba como saludo de manera casi permanente, deseo unas ¡Felices Pascuas!