Jesús Millán Muñoz.- Hace unos lustros se emitió por multitud de medios de comunicación unas fotografías y videos de cómo mataban focas a bastonazos. Si no recuerdo mal por la piel.
Aquella noticia supongo que ya se habrán puesto las medidas adecuadas para que no hayan vuelto a suceder. No entro si era necesario sacrificar a esas focas por la carne o por la carne y la piel. No entro en esa cuestión en estos momentos. Pero si creo que si hay que sacrificar la vida de un animal hay que hacerlo sin hacerle sufrir, y, sin la menor violencia posible. Por ejemplo, en este caso, se le puede inyectar una substancia a distancia, y que el animal muera sin sufrimiento, muera sin sangre, muera con una cierta piedad y misericordia hacia él. Piedad hacia él y hacia nosotros, porque al realizar actos nos retratamos a nosotros mismos…
Según los datos que dispongo en 2020 se sacrificaron en España ochocientos millones de aves, cuatro millones de cerdos, cuarenta millones de conejos, nueve millones de ovejas, dos millones de vacas, un millón de cabras, treinta y seis mil caballos. No he citado los picos. En el mundo según las referencias que dispongo cada segundo se sacrifican tres mil animales para el consumo humano. Según algunos cálculos, que se me han indicado, cada día en el mundo mueren entre tres mil y seis millones para la alimentación humana.
Creo que entre las posiciones radicales ante los animales, ante cualquier cosa o tema, de unos o de otros, en este caso de la relación del hombre con el animal, o animales concretos de especies concretas, pues existe un horizonte muy amplio. Pero creo y estimo que un tema comedido o una posición comedida y racional es lo ideal. No podemos olvidar la historia de Francisco de Asís, santo y el famoso lobo que estaba diezmando una comarca.
Y, supongo que recordarán que el santo habló con el lobo, y, el lobo se comprometió a no hacer daño a los animales domésticos, ni a las personas de esa región, si le daban comida. Y, según la historia o leyenda, -leyenda en la edad media tenía el sentido de historia, no como ahora-. Según la leyenda el lobo, un lobo enorme iba por el pueblo en paz y tranquilidad y sosiego, no hacía daño a nadie, incluso pasaba a las casas. A los meses de suceder este hecho, volvió Francisco de Asís, por aquella comarca y se encontró con el lobo, y, el lobo le habló al santo diciéndole, que él había cumplido con su parte, que no hacía daño a nadie, que muchos ciudadanos le daban de comer, pero algunos le pegaban…
¿Cuál es la situación justa y equitativa y racional y moral de la relación de la humanidad, del hombre con los animales…? ¿Dónde está el sentido común, la relación comedida y equitativa y medida de tal forma que sea en todas las dimensiones equilibrada y justa…? ¿No sé, si ustedes saben que hace unos años cuándo se normativizaron unas normas sobre las gallinas ponedoras de huevos, ya tenía que haber menos, por jaula, lo cual hizo que subiesen los huevos demasiado, y, se dice que hubo familias que tuvieron dificultades para adquirirlos…?
Se indica que el primer país que creó leyes de respeto y de buen trato con los animales. Estamos hablando de la primera mitad del siglo veinte. Ese mismo país que legisló una ley tan positiva y tan respetuosa con los animales, al menos hacia algunas especies. Esas Autoridades Máximas que legislaron ese respeto hacia los animales domésticos y respeto a los animales, esos mismos dirigentes enviaron a campos de concentración a millones de personas.
Por lo cual, uno de vez en cuando recuerda estos episodios de la historia reciente, que es el siglo veinte, que es hace ocho décadas y, uno, no entiende muy bien la racionalidad humana, ni siquiera los mecanismos de poder de las sociedades humanas –no estamos hablando de hace veinticinco siglos, y, como dicen algunos, hace ese tiempo no existía infraestructura técnica para hacer algo semejante a lo que se hizo en el siglo veinte-. Cierto es, que para que no nos parezca todo malo, el siglo veinte ha sido la etapa de la historia con más derechos para los seres humanos, y, más realidades positivas en todos los parámetros…
El ser humano siempre se enfrenta, década tras década, siglo tras siglo al problema de la violencia. Violencia individual o violencia colectiva o violencia de grupo o violencia de la sociedad o violencia del Estado. Este es un misterio y un enigma que no entendemos y no comprendemos. Algunos piensan, entre las mil explicaciones que a lo largo de los siglos se ha producido que la violencia es debido a una genética especial.
El estudio de primatología de estas últimas décadas se ha descubierto que los chimpancés, algunos grupos al menos, tienen violencia entre ellos y con otros grupos, es más que cazan o que lo hacen de alguna manera, se organizan para cazar, de alguna manera es una especie de guerra contra otros grupos de monos. Por tanto, esas observaciones han llenado de un cierto temor al corazón humano. Porque al final, los humanos somos una de las cuatro o cinco especies de primates que existen hoy día. Somos primates evolucionados según algunos. Algunos dicen que somos primates racionales, pero con alma inmortal. El alma-espíritu inmortal nos separaría de todas las especies. Hemos olvidado que existen los siete errores morales graves o los siete pecados capitales, y, uno de ellos es la ira-cólera. ¿Pero si nadie nos enseña esta realidad moral o psicomoral, cómo vamos a combatir un mal que desconocemos que existe…?
Ahora que suenan tantos tambores y trompeta de guerras, ahora que nos levantamos y acostamos con una grave preocupación en Europa y en el planeta en este tema. Ahora que se dice que hay cincuenta conflictos activos en esta Tierra. Ahora, quizás alguien debería como aquella pintada o graffiti que se puso en una ciudad del centro de Europa hacia los años cuarenta, “si tuviese la imaginación para evitar la próxima guerra”. Pues, pues eso si tuviésemos la suficiente imaginación para evitar la próxima guerra.
En este tour por el articulismo ibérico me he encontrado con un artículo del maestro del columnismo Francisco Umbral, FU, titulado precisamente Las Focas, publicado en El Mundo, el once de abril de 1999. Paz y Pax y Pan.