Natividad Cepeda.- Pasan los días de mayo con su luz de tormentas y lluvias de tránsito deseadas y temidas entre esta dudosa realidad que nos rodea de fracasos y anhelos suspendidas en las horas de cada día vivido. El granizo caído ha golpeado economías dejando áspera la esperanza en los pentagramas humanos. Es este tiempo empedernido de fracasos donde a media voz y entrecortadas palabras la gente habla de lo que sucede con cierto temor a ser oídos con aire indiferente para ocultar la incertidumbre que crece alrededor.
Mayo se llena de quimeras similar al monstruo mitológico vomitando fracasos y desencantos entre railes y trenes que no llegan a su hora con la triste balada de no ser escuchados por los que nos gobiernan. Mayo que es todo luz y belleza nos dejó una noche a oscuras encendiendo velas y candelabros en habitaciones y buscando linternas y pilas para alumbrar el desamparo y la impotencia de no comprender lo que pasaba. Nos quedó los destellos de estrellas diminutas en el cielo oscuro de la noche bellísimas en su resplandor, y también en el miedo ancestral de los que tuvieron que regresar a casa andando sin otto medio que sus pasos perdidos en las ciudades a oscuras.
Nos sentimos pequeños y perdidos sin nuestros guías de móviles tan seguros hasta esas horas donde la comunicación dejó de existir. Y parpadeamos en ese tránsito de horas arrastrando la desazón de sentirnos borrados de los mapas tecnológicos. Los días han pasado y como rebaños guiados de pastores insulsos hemos acaparado, por si nos vuelve a ocurrir, todo aquello que no necesita tecnología, o al menos que no depende de la electricidad, para sobrevivir en otros apagones. La confianza se ha resquebrajado en la cotidianidad y oscilamos a tientas escuchando palabras que no nos dejan tranquilidad.
Mayo nos lleva por caminos angostos sin que nos digamos nada, salvo en pequeños diálogos plagados de cúmulos de noticias que apenas si podemos asimilar y comprender en la deriva global en la que estamos metidos, sin obviar los hechos que se nos muestran en nuestro propio país desplegado en horizontes diversos donde el fraude y la falacia es un hueso duro de roer.
Pero ¿quién no se olvida de todos estos derroteros al contemplar el vuelo de las golondrinas llegadas de tan lejos y la ebriedad de la naturaleza en este mes de mayo donde la tierra, la nuestra, resplandece de belleza? Nos acogemos a esa porción de belleza para olvidad los rugidos de tanto vocero inútil que nos manipula sin ética alguna. Porque hay demasiadas voces cuajadas de ansiedad en las listas médicas de consultas de Centros de Salud y de hospitales y en el desaliento de pagar impuestos demasiados altos por los recursos necesarios a diario; enumerarlos no es necesario los que los pagamos los conocemos.
Mayo empedernido nos trae los niños ataviados para recibir su primera comunión con la ilusión de la fiesta familiar sin entrar en si la fe en Jesucristo es real o ficticia. Y nos entra en ferias de libros en pueblos y ciudades con efusión de autores y libreros al margen de que se vendan libros, que para eso son las ferias.
Sin olvidad ferias de vinos y queso escaparates para vender nuestros productos que buena falta nos hace.
Es cierto que por los corredores de mayo también hemos tenido la elección del nuevo Papa, León XIV, caminante de misiones y americano por partida doble. Hecho histórico para católicos y para la sociedad global por sus mensajes de paz y fraternidad que tampoco andamos sobrados de ellos con demasiados conflictos bélicos en este mapa nuestro. Para mi demasiado tránsito de zozobra en el relieve de los mapas mundiales donde la vida humana apenas si vale algo. Y seguimos inmersos en soñar porque de no hacerlo nuestras horas y días serian demasiado inclementes y por eso buscamos volar con nuestros propios ángeles para olvidad, al menos algunas veces, que todavía hay buena gente honrada y capaz de tendernos las manos para transitar por esta vida a pesar de los que abusan de nosotros y nos dejan tirados a la intemperie de la desazón más horrible.
Mayo tiene esas cicatrices y algunas más en la penumbra de la tarde cuando el sol se oculta en el horizonte dejándonos su estela tornasolada con la promesa de volver al día siguiente, y es en esa antorcha de luz prometida por donde seguimos avanzando, zurciendo nuestros anhelos a pesar de tantos desencantos.
Natividad Cepeda