“La que ayer fue capullo, es rosa ya,
y pronto agostará rosas y plantas
el calor estival.”
ROSALÍA DE CASTRO
(En las orillas del Sar)
Después de una más que prolongada estación de lluvias, ahora parece que se acerca el verano de verdad. Las altas temperaturas actuales son su tarjeta de presentación que nos anuncia un periodo acorde con la meteorología habitual en esta nueva temporada veraniega.
La generosa pluviometría de los últimos meses, ha permitido que los pantanos alcancen niveles desconocidos en la última década. Y, aunque los acuíferos subterráneos siguen estando por debajo del nivel deseable, han tenido un alivio importante con la aportación de agua que han recibido. Y los grandes humedales de la provincia, Las tablas de Daimiel o Las lagunas de Ruidera, se han puesto de largo para el próximo estío.
Para algunos hablar del tiempo puede resultar trivial y hasta de mal gusto, sobre todo si se está en una situación más formalista. En estos ambientes parece obligado hablar o tratar casi exclusivamente de los temas importantes objeto de una actividad o de una profesión en un contexto adecuado. Hablar del tiempo en esas situaciones puede llegar a considerarse como una falta de respeto o, por lo menos, como algo inapropiado.
Sin embargo, parece que la sociedad actual ha olvidado nuestro pasado no tan lejano cuando, sobre todo en los pueblos de la España rural, —la vaciada, como la llaman algunos actualmente—, era habitual hablar del tiempo. La vinculación de la vida en general y la de la actividad agropecuaria en particular con la climatología y el tiempo atmosférico, requerían unos conocimientos mínimos que la práctica totalidad de los habitantes conocía.
Uno de los refranes que se utiliza habitualmente en nuestro país y que es de los más conocidos de finales de mayo es el que dice “hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. En él se nos previene para no quitarnos las chaquetas o prendas de abrigo hasta el 10 de junio, porque hasta esa fecha puede hacer frío en determinados lugares y sobre todo en algunas partes del día. Muchos afirman que esta previsión la corroboran las estadísticas.
En estos meses los alumnos están terminando el curso escolar o el universitario; la mayoría de los trabajadores y los profesionales toman, total o parcialmente, los días de vacaciones; y, en algunos casos, se hace un traslado temporal a las segundas residencias. Unos se van a la playa, otros a los lugares más frescos o a las zonas de montaña y algunos —los más—, al pueblo, a ese lugar de recuerdos y emociones imperecederas.
Hay quienes se trasladan en la misma localidad, a un lugar más fresco, que ofrece un aroma más bucólico en esta estación. Lo llaman granja, huerta y, entre otras, casa de campo. La piscina, el jardín, los huertos o las pistas deportivas, se han convertido en los últimos años en un reclamo que atrae a jóvenes y menos jóvenes a lugares muchas veces aislados de la población pero más tranquilos que en el mundanal ruido de las ciudades.
En las próximas semanas recuperaremos aquellas actividades o aficiones a las que, durante el resto del año, no les hemos dedicado el tiempo suficiente para que las saboreemos como nos gusta hacerlo. Con intensidad. Pasear por la playa; hacer senderismo en la montaña o en el valle; pescar en un río, en el lago o en la mar; nadar, navegar o hacer submarinismo; y, entre otras aficiones, tomar una bicicleta y recorrer los parajes más bonitos del lugar.
Leer un buen libro es también una buena opción. Aunque esa afición la podemos cultivar el resto del año, no deja de ser estimulante hacerlo a cualquier hora del día. También es un buen momento para activar nuestra parte más creativa. Pintando o esculpiendo; haciendo trabajos de artesanía o escribiendo. Cada uno se entretiene de la manera que considera, incluso sin hacer nada, simplemente utilizando el tiempo para descansar.

Hace años un verano decidí no seguir las noticias que cotidianamente nos ofrecían los medios de comunicación o las redes sociales. Era una forma de no tener que soportar las poco atractivas informaciones, reiteradas hasta la saciedad, que nos llegaban. Cuando habían pasado varios días disfrutando de la playa sin recibir información sobre noticias de actualidad, vi, casi sin querer, la noticia sobre los atentados de Cataluña. Corría el año 2017.
Este verano espero no tener sobresaltos informativos como los de aquel año aciago, aunque la imprevisibilidad de los acontecimientos no garantiza esa tranquilidad y la actual situación política, menos aún.
Yo volveré a mi levítica localidad de El Toboso, donde deseo asistir a algunos actos culturales, leer algún libro que tenga pendiente, o para hacer un poco de ejercicio. Pero sobre todo para descansar y para pasar buenos ratos con familiares y amigos.