VI Salón del Poema Ilustrado – Museo López Villaseñor, Ciudad Real

El pasado viernes 13 de junio se presentó en el Museo López Villaseñor de Ciudad Real la VI edición del Salón del Poema Ilustrado, un evento que ya es mucho más que una exposición: es un verdadero encuentro de creadores, una celebración del arte en todas sus formas, donde poesía y pintura se entrelazan para dar vida a algo nuevo y profundamente humano.

El Salón del Poema Ilustrado es una idea impulsada por Luis Molina, director del CELCIT (CELCIT. Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral) y del Teatro Laboratorio La Veleta. Su primera edición oficial tuvo lugar en 2015 en el Centro de Visitantes de Almagro, aunque sus raíces se remontan mucho más atrás, hasta 1968, cuando el propio Molina organizó un evento similar en San Juan de Puerto Rico, con la participación de poetas y artistas latinoamericanos. Desde entonces, la semilla de aquel encuentro ha ido germinando hasta convertirse en lo que hoy es este salón: una plataforma donde la emoción se pinta y el color se escribe.

A lo largo de los años, el Salón ha pasado por diversos escenarios: en 2017 se celebró en la Casa de la Encomienda de La Solana, y en 2019 en la Biblioteca Pública del Estado en Ciudad Real, etc. Ahora, en 2025, vuelve con fuerza y emoción renovadas, y lo hace con una muestra de 34 obras, seleccionadas con rigor y sensibilidad por profesionales del mundo del arte. Estas obras no sólo estarán expuestas en el Museo López Villaseñor, sino que formarán parte de una exposición itinerante durante los próximos dos años por diversas localidades de Castilla-La Mancha.

La inauguración, celebrada este viernes 13 de junio a las 19:00, fue todo un regalo para los sentidos. El acto comenzó en el patio grande del museo, donde los asistentes fueron recibidos por los coordinadores generales Mayu Redondo y Diego Antonio Farto San José, y Cristina Galán Gall (en representación del Ayuntamiento de Ciudad Real) que agradecieron la confianza de Luis Molina y la implicación de Jesús Gago, sumado este año al equipo, y que cogió el testigo de Cristina a mitad del acto. Desde ese primer momento, se respiraba arte en el aire.

Antes de adentrarnos en la galería, el patio se transformó en un escenario donde la emoción encontraba voz y forma. Poetas y pintores compartieron ese instante mágico en el que el arte se presenta al mundo. Los versos cobraron vida en las voces de sus autores, y junto a ellos, las manos que, meses atrás, habían interpretado con color, gesto y alma esas palabras escritas. En la mayoría de los casos, quienes pintaron no conocían personalmente a quienes escribieron, y aun así, algo poderoso sucedió: supieron escuchar con los ojos, intuir con el corazón, y traducir en imágenes lo que estaba tejido entre las líneas de cada poema.

Fue un encuentro silencioso y hermoso entre almas que se reconocen sin haberse visto. Porque hay caminos que no necesitan mapas, sólo sensibilidad y verdad. Así, el poema y la pintura se encontraron en una simbiosis perfecta, donde uno no es sin el otro, donde la palabra respira gracias al trazo, y el trazo se llena de sentido gracias a la palabra. Luis Molina, con su visión luminosa y su ternura creativa, ha sido el puente que ha unido estas sensibilidades, tejiendo un conjunto indivisible que nos invita a imaginar, sentir y amar las artes desde un lugar más profundo y compartido.

Este año, por circunstancias personales, Luis Molina no pudo acompañarnos en la inauguración. Sin embargo, todos los asistentes le enviamos nuestro cariño y apoyo, deseando que pronto se solucionen los motivos que le impidieron estar presente. Su ausencia se notó profundamente, porque Luis es el alma, la semilla y el motor de este Salón, y cada pincelada y verso compartido esa noche también llevaba su impronta y su latido.

La música, como no podía faltar en esta velada de emociones, puso la nota mágica y envolvente. Mónica Farto, con su voz joven, emocional y llena de aplomo, y el grupo Versionarte, Bea y Santi, tan espectaculares como siempre, consiguieron convertir el acto en algo aún más especial. Su música no fue solo acompañamiento, fue alma. Fue la melodía que se filtra por las rendijas del corazón y que, sin pedir permiso, se instala dentro. Con calidad, sensibilidad y una entrega evidente, supieron darle vida a la tarde-noche, uniendo a todos en un mismo latido. La esencia de lo vivido se expandió con sus notas, envolviendo el ambiente con esa magia que sólo la música bien sentida puede lograr.

Y luego sí, llegó el momento de entrar. La galería se ofrecía silenciosa y viva, como si las paredes quisieran abrazar los latidos que allí se respiraban. Las 34 obras expuestas no eran sólo cuadros o poemas colgados. Eran ventanas. Puertas. Espejos. Testimonios de ese viaje interior que nace cuando dos almas —aunque distintas, aunque lejanas— se encuentran para crear algo que no existía antes. Algo que permanece.

Así fue el VI Salón del Poema Ilustrado: un homenaje a la emoción, a la belleza compartida, al arte que une sin necesidad de palabras, o con ellas. Una noche inolvidable, donde el arte brilló no por su brillo, sino por su verdad.

Os animo a que visitéis esta exposición única, a que os dejéis llevar por la experiencia íntima y poderosa que nace de la unión entre pintura y poesía. Cada obra es un diálogo silencioso entre dos almas creadoras, una simbiosis que despierta la imaginación y emociona profundamente. Y recordad que esta muestra será itinerante: recorrerá distintas localidades y provincias de Castilla-La Mancha durante los próximos dos años. Estad atentos a sus próximas paradas, porque es una oportunidad irrepetible para vivir de cerca esta fusión mágica entre palabra e imagen, entre emoción y trazo.

Julián García Gallego -Sin palabras mudas-   

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