El periodista y escritor Manuel Valero vuelve a la palestra, nunca mejor dicho, con una novela canónica en su catálogo y memorable por lo que supone en la evolución de su narrativa y en la interpretación sentimental de su ciudad, Puertollano. Valero ha presentado este miércoles su última novela, «Un largo pórtico», una de las grandes novedades editoriales del año en la ciudad industrial, que plantea al lector un apasionante fresco de la sociedad y el ambiente educativo del Colegio Salesiano de Puertollano en los años 60, como gran símbolo de una ciudad en su esplendor industrial, hilvanando las experiencias y aventuras de un grupo de amigos.





Valero recupera para el lector una interesante revisión del pasado, sin hurtarse al «implacable ángel de la melancolía», como ha confesado él mismo, y puliendo aún más la artesanía de la palabra y un estilo literario que lo han convertido en uno de los autores fundamentales de la narrativa castellanomanchega. En su intervención, Valero ha estado acompañado de el editor de ediciones Puertollano, Javier Flores; de su compañero en el colegio salesiano y exconcejal de Izquierda Unida, Florentino López Montero, y de la concejal socialista Esther Mora, quien ha leído algunos fragmentos de la novela. También han estado presentes entre el público amigos, lectores, compañeros de colegio y el alcalde de Puertollano y también exalumno salesiano, Miguel Ángel Ruiz.
Al inicio del acto, Javier Flores ha recordado que presenta este libro 30 años después de la primera obra del autor, «Tres veces quince», y tras notable éxito obtenido en la Feria del del Libro de Puertollano.
Por su parte, Florentino López Montero ha recordado los tiempos en el colegio salesiano entre los años 63 y 69, cuando este centro era considerado el mejor colegio de la provincia. «Era una época gris como los uniformes de los policías», ha rememorado, «y ahora nos cuestionamos si tanto incienso era positivo, pero éramos felices con cualquier cosa».
Florentino ha repasado la obra de Valero, deteniéndose en la descripción de la soberbias instalaciones del Colegio Salesiano y las numerosas actividades que realizaban los alumnos, incluyendo teatro, cine, gimnasia y canto. Se ha referido especialmente a la filosofía del sistema educativo, que a su juicio oscilaba «entre la disciplina severa y la agresión», y ha aludido a los «bofetones constantes», preguntándose «cómo un cura podía agredir a un niño en pantalón corto delante de un sagrario», al tiempo que ha reflexionado sobre la «influencia de la dictadura y de la filosofía de resignación cristiana» que imperaba en la época.
En contraste, ha destacado los valores que también se reflejan en el libro, como la «pandilla como refugio psicológico» o la meritocracia. «Manuel Valero, como en toda su obra, también realiza aquí reflexiones en unos párrafos increíbles sobre temas atemporales, sin abandonar su sentido crítico», ha recalcado.
El propio autor ha intervenido para confesar que «nos daban hostias como panes, y se le iba la mano a alguno», pero ha insistido en que hay que ver la bofetada en el contexto de aquel sistema educativo, en esa oscilación «entre la disciplina franquista y la disciplina de congregación».
Valero ha justificado su nueva obra en su continua pulsión de escritor, y ha definido el libro como el «rescate de lo vivido» en un tiempo en el que bajo la pátina gris del tiempo sobresale, sobre todo, el sentimiento de felicidad de la infancia; tiempos en los que la felicidad estaba salpicada de sentimientos de terror y miedo, por ejemplo, «a que el profesor te sacara a la palestra». «Pero aprendíamos y éramos felices», ha zanjado.
En este sentido se ha detenido para recordar dos entrañables anécdotas: cómo era posible que 200 niños jugaran con 40 balones en el campo de tierra del campo de fútbol y que consiguieran hilvanar pases y jugadas perfectamente ejecutadas, y el bullicio que se armó el día de la inauguración de la piscina, «cuando no se veía el agua de la cantidad de pequeños que la estaban usando».
Preguntado por el público sobre la acogida que ha tenido esta obra entre la congregación salesiana, el editor Javier Flores se ha mostrado triste, ya que sospecha que ha podido confundirse el relato de Manuel Valero, que realmente es un ejercicio de ensalzamiento del Colegio Salesiano, al tiempo que ha lamentado que no se permitiera al autor el acceso al archivo del colegio, ateniéndose a la Ley de Protección de Datos.
El propio autor ha intervenido en este punto para subrayar que en ningún caso debe leerse esta novela en un código revanchista. Antes bien, se ha mostrado «muy orgulloso» de haber estudiado en el colegio salesiano, de cuyos docentes guarda una gran recuerdo.
Ni contexto ni leches, pegar hostias como panes a criaturas es de desalmados, ayer, anteayer, hoy o mañana. A mi nadie me ha agredido en la vida y no creo ser un indisciplinado o irresponsable.
A vender muchos libros, Manuel Valero.