Un PSOE dislocado

Fermín Gassol Peco.– Si algún predicado define el comportamiento de Pedro Sánchez, considero que es precisamente su permanente disloque, es decir, el desplazamiento del lugar donde un presidente y su gobierno deberían estar, entre los que se encuentra articular y procurar el correcto funcionamiento del organismo en el que está ubicado. La etiología de esta descolocación natural que el ejecutivo está procurando de manera machaconamente voluntaria tiene que ver con el deseo de contentar a partidos radicalmente opuestos en su ideología a los que, para más inri, lo único que les une es el objetivo de la independencia. Más claro, dejar de ser españoles. Que lo demás les trae completamente sin cuidado, Cerdán, Koldo, Ábalos y compañía incluidos.

Esta dependencia permanente para la toma de decisiones y beneficios, no puede considerarse una política de entendimiento o de interés general, sino de claudicación ante intereses minoritarios que tienen como únicos objetivos, para los unos sacar tajada y para Sánchez permanecer en el poder; esto lo capta de manera fácil la persona más lega. De ahí los continuos cambios de opinión, según dicten los socios, hecho que se traduce en una permanente dislocación del argumento y ejercicio político, no digamos ya del ideológico, extremo que lógicamente resulta inexistente.

Un disloque que tuvo su inicio en el apoyo de BILDU; esto nunca lo podremos olvidar, pues creo que marca un punto y aparte dentro de las futuras posibles alianzas dentro del más amplio espectro político y creo que me explico. Un partido que nunca ha condenado los ochocientos asesinatos cometidos por ETA. (Un hecho que descalifica a un partido para criticar cualquier otra alianza que pueda darse entre cualquier otro; la razón: las muertes de inocentes).

Un disloque que desde ayer afecta radicalmente al valor más importante y tradicional que ha venido esgrimiendo el partido socialista cual es la igualdad de derechos de todos los españoles.

Un disloque que ha conseguido transformar de tal manera la imagen del partido socialista, que solamente mantiene con el de Felipe González sus siglas y la sede de Ferraz. Un partido donde no existen voces críticas, salvo la de Page y alguno más, cuestión preocupante, pues los actuales responsables del partido actúan con una sumisión lanar ante unas directrices volátiles y una ideología inexistente. 

Porque independientemente del carácter autoritario de Sánchez, el todavía llamado PSOE, es ahora mismo una mera fábrica de mantenimiento del poder y no otra cosa. Y esto es, insisto, un problema capital para el futuro de nuestra democracia.

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