“Nada es silencio, en el Dios del olvido”, editada por el Grupo Oretania, no es solo un nuevo libro, otro más, de Juan Camacho, sino que, en él, su autor vuelca la mirada sobre sí mismo y a la vez sobre toda su obra anterior, lo cual es tanto como decir que sobre toda su vida poética que se funde y recoge en una sola cosa: su poesía.
En este ensayo poético, Juan Camacho, desnuda la trayectoria vital de un hombre -o del poeta que es todos los hombres, a los que da voz con su voz- no solo desde su nacimiento hasta su propia madurez, sino desde el origen cósmico del mundo, pasando por el surgimiento de la vida, de la inteligencia, la fe y el caos. Obliga su lectura a no parar en el intento de descubrir las tripas del sentimiento, porque la historia que nos cuenta es arrastrada con manos tutelares y firmes, y mimada en su esencia para que la verdad pura no se desvirtúe. Así de esa amalgama de sentimientos es de donde nacen las distintas formas de un arte, que expresa y formatea tanto la vida como la conciencia con los dolores, alegrías, encuentros, desencuentros e incertidumbres de alguien que, con todos a los que da voz, corre hacia la muerte.
“Así pues, a grandes rasgos, el Juan Camacho, poeta, nace y muere en cada uno de los versos que alcanza ese ideario independiente de cualquier política restrictiva, venga de un estado de pensamiento anímico o imaginario”, reflexiona el autor en su ‘Nota aclaratoria’.
Juan Camacho ha cuidado con esmero cada uno de los detalles de su libro, obteniendo con ello una magnífica obra que se inicia con el prólogo de otro grande de las letras, Juan José Guardia Polaino, quien nos avisa que no desvelará “la entraña de este jugoso libro de poemas que hace de la intimidad y del instinto de su autor, la historia más alucinada entre la fe y el caos. Siempre la rebeldía, y siempre volver al origen”.
El primer capítulo del libro titulado “Hacia el espíritu reflexivo del nombre” está integrado por cuarenta y cinco poemas, bellamente ilustrados con cincuenta láminas a color realizadas por el propio autor, utilizando herramientas digitales. apoyadas por el uso de Inteligencia Artificial al servicio de la poesía, obteniendo un resultado equilibrado en las formas. Por cada uno de los poemas, el autor, adjunta una breve sinopsis de lo que trata de expresar en su obra.
En esta primera parte, Juan Camacho, nos sumerge en un viaje introspectivo donde el yo poético se enfrenta a su identidad, a la memoria y a la inevitable huella del tiempo. Desde “Al quimérico escenario de la vida” hasta “Yo, pobre mortal”, el poeta recorre un laberinto de dudas existenciales y certezas dolorosas, donde el lenguaje se vuelve un reflejo de su propia incertidumbre. La presencia de la nostalgia es persistente, pero no como un anhelo melancólico, sino como un mecanismo de cuestionamiento: ¿quiénes somos cuando todo se ha ido? ¿Qué nos define en la vastedad de los recuerdos? Poemas como “Miro alrededor y me pesa tu ausencia” o “A veces duele esa palabra escrita” revelan la carga emocional de las palabras, su poder para sanar o desgarrar. En este tramo, el lector se convierte en cómplice de una búsqueda filosófica que, más que respuestas, ofrece un testimonio honesto del tránsito por la vida.
El segundo capítulo, “Naturaleza y otras posibles misceláneas”, integrado por diecinueve poemas y veintiuna láminas, donde la voz poética se expande más allá del ámbito íntimo para encontrarse con la naturaleza y sus paralelismos con la experiencia humana. Hay una suerte de contemplación casi mística en “Cuando amar la tierra”, un lirismo que desvela la conexión entre el hombre y su entorno. Elementos como el mar, el viento y los árboles se convierten en metáforas de la fragilidad y la resistencia de la existencia. “El árbol viejo está sufriendo” y “Trémulo y desafiante se muestra el viento” exponen la naturaleza como un reflejo de nuestras propias batallas internas, mientras que “Acariciaba el mar al ras de tu llanto” y “Como el haz luminoso del astro errante” nos envuelven en una atmósfera donde el paisaje se funde con la emoción. Aquí, el poeta juega con lo efímero, con lo inasible, otorgando a cada elemento un significado que trasciende su mera apariencia. La miscelánea que titula capítulo se percibe en la variedad de imágenes y temas, donde el hilo conductor sigue siendo la necesidad de comprender, aunque sea en fragmentos, el papel que jugamos en el vasto escenario de la existencia.
En cuanto al tercer capítulo y último, “Desesperanzas apócrifas y otros albedríos”, de cuarenta y tres láminas y treinta y seis poemas, es el más desgarradora y profunda. Aquí, el poeta se adentra en la desesperanza, pero no desde la resignación, sino desde una lucha interna entre lo vivido y lo perdido. “¿Amar?” abre la puerta a una exploración del amor en su forma más vulnerable y contradictoria, mientras que “Aquellos dos seres que hilaron mi infancia” y “A ti que supiste ser el germen” nos llevan a un territorio donde la memoria familiar se entrelaza con el presente. En este tramo, el poema “Dudo poder expresar lo que siento por los dos” parece marcar un punto de quiebre, donde la impotencia del lenguaje se convierte en un grito de ausencia. “Calcinadas las ideas del pobre viejo” y “He visto la cólera en sus ojos” introducen un matiz más oscuro, un desencanto que roza lo apocalíptico. Sin embargo, no todo es naufragio: “Si estrella fuera” y “Te amaré” sugieren que, incluso en la desesperanza, la posibilidad del amor y la belleza aún perduran. Esta sección nos deja con la sensación de haber transitado por un universo de emociones intensas, donde cada verso es un destello de verdad en medio de la incertidumbre.
Pero aquí no termina el libro, Juan Camacho, finaliza su ensayo poético con la separata “Si tuviera que nacer”, donde recoge, con el mismo título, uno de los poemas más representativo de su obra que nació en el siglo pasado como una rebelión de la conciencia crítica contra la política eclesiástica de su tiempo, donde la imagen manipulada de Dios se imponía como una dictadura y la censura amenazaba la libertad de expresión.
El autor en el poemario “Nada es silencio en el Dios del olvido”, rescata esta obra desde la solidaridad de quien cree que todas las voces deben ser escuchadas. En su centro está la figura del “hijo bastardo del Dios del olvido”, Un ser crítico y visceral que cuestiona a Jesús, a Dios y al hombre desde la razón y la justicia. Su historia, marcada por la incomprensión y el silencio, merece ser revelada. Que la separata contemple este poema en seis idiomas (castellano, catalán, francés, euskera, italiano e inglés) no es casual. Coincide con los seis días de la creación, un guiño poético a la necesidad de descanso incluso para los dioses. Esta obra no busca ofender, sino entretener y abrir mentes, invitando al lector a reflexionar sobre la verdad, la memoria y el olvido. El lector además de disfrutar del poema en seis idiomas diferentes, también puede escuchar, a través de un código QR, las seis versiones musicalizadas por el propio autor.