Un hallazgo entre ruinas (7)

Por Emmanuel Romero.– La prensa reflejó lo ocurrido con fidelidad al testimonio de David, y también los añadidos del químico jubilado, Anselmo, y el director del Museo, Darío. Publicó que una mañana, David, que venía barruntando de antiguo que bajo el suelo de las ruinas medievales tenía que haber objetos ocultos de la época, decidió ponerse manos a la obra cual arqueólogo avezado y con la tontería de viejo, cava que te cava, sin agobios, en plan huevón, dio con el objeto que ahora colgaba de una pared del museo previamente oculto bajo una tela sobre la que había bordada el escudo del Ayuntamiento. Que éste se lo dijo a Anselmo, que entre ambos descubrieron algo muy extraño al contemplarse en él y que ambos corrieron raudos a informar a Dario, quien luego de estudiarlo después d que el químico Anselmo lo dejara como una patena, dedujo que se trataba de un espejo romano. A raíz de esto el aluvión de preguntas no se hizo esperar: Por qué se trataba de una antigualla romana, y sobre todo qué era lo extraño de aquel objeto.

¿Se trata de un espejo mágico como el de Blancanieves? La risa entre la canalla no se hizo esperar, pero en ese momento el director del museo pegó un puñetazo en la mesa que provocó un silencio tan sepulcral como repentino. Entonces el experto después de un par de segundos como si sopesara lo que iba a decir, habló en estos términos:

Quiero, queremos, informar a la opinión pública a través de ustedes, los medios de comunicación que lo que ven ustedes ahí colgado, cubierto con esa tela, es según mis estudios, un objeto doméstico que resultó ser un espejo, cuadrado en este caso, por la forma y la lámina de cobre perfectamente bruñida, incrustada en roca vítrea de poca densidad y porosa presumiblemente procedente de Pompeya. Y por un trozo de manguito que se ha conservado. Cómo llegó aquí es algo que me comprometo a averiguar en los próximos meses. Ahora bien, el objeto tiene algo muy especial, que lo hace más raro y extraño que su procedencia y es que…

Detuvo la alocución pero los periodistas le insistieron a que continuara.

Y es que todo aquel que se mire en él verá la parte oscura de su yo y en unos segundos contemplará las maldades, tropelías, trampas, mentiras, traiciones que haya hecho a lo largo de su vida. Y también contemplará los deseos más inconfesables, si ha engañado a su mujer o su marido, si ha deseado que el jefe se rompiera una pierna cuando iba por esas sierras de dominguero senderista, si le ha cogido tirria a alguien conocido a quien sin embargo le profesa una simpatía impostada. Incluso si han redactado curriculums falsos para presentarlo en el mercado laboral. Claro que habrá quien apenas sienta como un ligero temblor porque es una persona honesta ya que por muy bueno que sea un individuo siempre tiene algo entre sus entresijos. Ahora vamos a quitarle la tela que lo cubre y quien lo desee puede observar el espejo y detenerse mirar su reflejo bajo su responsabilidad. Ah, una cosa, el reflejo es fiel, no se demuda en un ser del averno, permanece inmutable.

Felipe, le dijo al bedel, proceda. Y el bedel le quitó la tela. Un oh colectivo salió al unísono de las bocas de los presentes. 

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