De la ortodoxa a la heterodoxa estética

Fermín Gassol Peco.- Uno de los múltiples aspectos que nos definen a quienes formamos parte de la sociedad tiene que ver con la apariencia física; hasta el punto de no existir un canon estético que la represente de manera única.

Hoy cada cual viste y calza sin tener en cuenta, al menos como primera condición, la elegancia, sino la comodidad. Ropa sin necesidad de plancha, no porque la arruga siga siendo bella, sino debido a que los tejidos y prendas que habitualmente llevamos están exentas de su uso. Una forma de vestir frecuente, que no exclusiva en el colectivo de las personas jóvenes, donde abundan las camisetas y sudaderas de colores variopintos, abundando curiosamente los tonos oscuros, sin pretender conjuntar colores. Algo que no podemos decir sin embargo del calzado, un accesorio al que dan mucha más importancia, sobre todo a la hora de gastase los dineros.

Una apariencia externa que no se limita a la vestimenta, sino que comprende también la estética de cabello y barba. (Las nuevas barberías que hoy abundan, en recuerdo de aquellos lugares donde además de «hacer la barba», se establecían tertulias en las que se hablaba de lo divino y humano). Cortes de pelo que hoy ofrecen casi infinitas posibilidades, en algunos casos auténticas obras de arte en cuanto a sus acabados y teñidos…barbas de uno, dos, tres o cuatro días…todo cabe como una forma habitual de caprichosa apariencia.  

El aspecto físico, es un tema estético al que aparentemente no demos hoy ortodoxa importancia; sin embargo, a la forma de vestir heterodoxa ya lo creo que se la damos, que lo mismo nos ponemos unos pantalones rajados, combinados con una chaqueta, camiseta y zapatillas de deporte. Unas combinaciones que aparentemente son el resultado de ponerse lo primero que encuentras, pero que en el fondo es una decisión largamente meditada. Como refería un amigo al ver a algún joven con el pelo alborotado: el tiempo que le habrá llevado despeinarse  de una forma tan perfecta.

Quizá todo esto responda a la mentalidad imperante de una cultura en la que no existen tampoco patrones o ideas objetivas, sino apreciaciones individuales. La ventaja de esta indeterminación quizá pueda ser una expresión de libertad y porque no, una muestra de aquello que pensamos y llevamos dentro. Algo por dónde empezar.

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