Mi abuelo Juan con Azorín, con el uruguayo Fernando Pereda y otros «ruteros» cervantinos por el Alto Guadiana (III)

Salvador Jiménez Ramírez.- Luffmann, fue uno de los “ruteros” más admirables que hicieron  nueva trocha en la senda que pisó Cervantes, aunque no en todos los tramos… No son pocos los sendiles toscos y ásperos, convertidos hoy en inventadas “Rutas de Don Quijote”, por donde el Ingenioso Hidalgo jamás trocheó; que discurren, bien amojonados con decorativos pilotes,  por entornos atestados de inmundicias o de verdosas matas  tumbadas… Nos imaginamos a Cervantes, con una indescriptible expresión de tristeza; desdentado, ripiado y desnutrido; hecho un ovillo junto a paredones conventuales, esperando, en el más cruel de los abandonos, a que la vida rematara su nombre…

Si hoy se “alzara”, cuando todo son bendiciones y “asuntos” en su  memoria y presenciara “Rutas” y “Rutas” por donde jamás echó pie, ni casquillo rucio y rocín de su comparsa, miraría indiferente esas fantasías iberas y fijaría en su conciencia un escrúpulo de honestidad… Luffmann, vivió la ruta creyendo eterno el universo que lo envolvía mientras caminaba… Todas las dimensiones se entrañaban en él, e intuyó invisibles “planos” esbeltos, que pendían del ámbito… En el valle percibió sonoridades puras, que hilaban con magos y deidades inaprensibles, que si bien no vislumbró y que con objetividad relató: “Soy el primer “extranjero” que se sepa que haya pisado la Cueva. No vi ningún grupo de sirenas, brujas, duendes, ningún ángel ofreciendo vida inmortal, ningún Merlín que me recuerde la muerte. Todo es frío, silencioso, fantasmal, pero la Banda de Don Quijote no apareció”. Luffmann como Cervantes, poco sabía acerca del número  de rebalsas fluviales naturales o “Lagunas de Ruidera”, por lo que su crónica respecto de la transcripción de los apelativos, resulta bastante estrambótica: “Los lagos “Altos” de Ruidera-enumeró- son: Del Rey, Colgada, Batanes, Santa Marthiana, Salvadora, Lingua, Redondilla, Seneca, Conseca, Blanca, or San Pedro. “Bajos”: Cueva Morenilla, Thesapho, Collayo”.

       Por el “rutero” estadounidense, nacido en París, August F. Jaccaci, (“Aus Pays de don Quichotte”) aprendimos cómo era el poblamiento de Ruidera, allá por los años 1894-1895: “… Ruidera, un puñado de casas diseminadas cuya pobreza empequeñecía más aún las ruinas    (¿ruinas?)-de un vasto palacio…”.- (Hoy Pabellones del Rey, Casa del Rey o Casa Grande)-. (…) “… Ruidera de viviendas destartaladas, con puertas rotas o sin puertas, agujeros en lugar de ventanas, y todo de una miseria primitiva”.

                                                                         X

      Don Quijote, en el interior de la “Cueva de Montesinos”, anda ensimismado con encantamientos, lamentos y aflicciones de los primos Durandarte y Montesinos…: “(…), a la presencia de la Señora Belerma, a la cual con vos y conmigo y con Guadiana vuestro escudero y con la dueña Ruidera y sus siete hijas y dos sobrinas y con otros mucho de nuestros conocidos y amigos, nos tiene aquí encantados el sabio Merlín ha muchos años y aunque pasan de quinientos, no se ha muerto ninguno de nosotros; solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando por compasión, que debió tener Merlín de ellas, las convirtió en otras tantas lagunas… (…) las siete son de los Reyes de España y las dos sobrinas de los caballeros de una orden santísima, que llaman de San Juan…”. (Don Quijote de La Mancha, Cap. XXII-XXIII).

     Grande incógnita los tejemanejes del hechicero Merlín con otros “miembros” de la familia lacustre… Y Gran acertijo también  los arrullos del Encantador, mal escuchados por “Don Quijote”, en un suave extravío… Torrentes de cristalina agua, saltando, retrayéndose en torcales  y sobre agua cayendo… En aquellos tiempos, la “estirpe” lacustre del valle del Alto Guadiana, la conformaban diez y seis integrantes, no incluidos parvos parientes que los han ido emporcando y liquidando, pasando su existencia al olvido, pero aún esperan nuevos “orajes”, que restituyan su alta verdad…

      La esencia de la historia, de nuestra verdadera historia, debería ser ajena a corrientes ideológicas, capciosas sutilezas, marrullas y conveniencias insensatas, pancistas o excelsas… Quienes vivieron y viven hechos que la deberían jalonar, no supieron ni saben describirlos (o sus circunstancias los refrenan) y bastantes de quienes los registran, rara vez los vivieron…

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