-<Los españoles somos los de aquí y así ha de seguir en el futuro> -dijo un hispano-cornudo en un canal de YouTube ¿Cornudo? Sí: Dícese de aquel, <que es objeto de infidelidad por parte de su pareja> Los hispano-cornudos se caracterizan por aparearse con quienes les son infieles, y presumen de ello sin importarles que la cornamenta brote a la vista de todos, sin pudor, provocando chanza y chismorreos entre quienes los ven. Son cornudos civilizatorios y por partida doble: Reivindican una herencia nórdica -buena cornamenta la de aquellos vikingos- y se corren de gusto con los ninguneos, abusos y desprecios civilizatorios de los machos del norte de Europa, y todo por una cuestión de un supuesto ADN mitocondrial que los remite a un linaje perdido en la profundidad de los tiempos visigóticos; ¡válgame el cielo!
Reivindican un fenotipo prototípico inexistente. Se nota que no viajaron por la España profunda en los años 50, donde la estatura media de los varones rondaba 166 cm., y no era difícil encontrar a quienes apenas llegaban a 160; no quiero imaginar su opinión sobre tantos y tantos compatriotas de entonces; seguramente los considerarían subhumanos, compitiendo con los desvaríos de cualquier ilustrado de la admirada Europa de estos hispano-cornudos: La creadora del racismo científico. La que afirmaba que no se conocía ningún avance de la humanidad nacido de una raza no blanca. Antes, mucho antes, los sabios españoles aseguraban -defendiendo la capacidad de las personas negras- que los límites no estaban en el color de la piel, sino en la crianza (José Acosta) ¿Dónde estaría ese genotipo prístino heredado del dios Thor? No está muy clara la identidad de linaje entre un sueco 12,5 cm más alto (178,5 vs 166) y un español de entonces (1.950)
Estos muchachos de la generación <Z> -ahora sé el origen de esta estúpida denominación: zote o zoquete- cuya estatura media masculina es 10 cm superior a la de sus abuelos (176), deben pensar que siempre fue así. Les invito a que revisen fotos de época y, además de en la estatura, que se fijen en los rasgos faciales, a ver si se animan a seguir haciendo el androide llamando <panchitos> a nuestros hermanos hispanos.
Estos muchachos de cornudo linaje creen que las civilizaciones las crea el ADN ¿Se puede ser más ignorante? De ser así, hubiera sido imposible establecer la civilización romana en la península ibérica o la impronta hispanocatólica en los nativos de la América española.
Viven en una alucinación fantasiosa, típica de quienes han bebido la cicuta de la filosofía idealista alemana. <Los españoles somos los de aquí y así ha de seguir en el futuro> -Escuché ayer a uno de ellos ¿Habrá aprendido esta gente las cuatro reglas? ¿Acaso no se han enterado de que en España apenas nacen niños? ¿De qué futuro hablan? ¿Acaso ya ni siquiera saben sumar y restar? Los españoles del futuro ya no serán como los que les gustan a ellos. Una pregunta, ¿cuántos hijos tienen?; ¿a qué esperan para tenerlos?; ¿cuántos piensan traer al mundo? Imagino que 10 o 12 o, incluso, más, para compensar el déficit del que partimos. Vamos, hagan un nuevo programa en YouTube y enséñennos la foto familiar llena de churumbeles. Y si éstos brillaran por su ausencia, explíquennos si tienen acuerdos con algún laboratorio para poblar España con autómatas de linaje visigótico. La España de ese ADN, que tanto gusta a estos hispano-cornudos, ni existió ni existirá, y me temo que los restos de su elixir reproductivo será más fácil encontrarlo en los tambores de las lavadoras que en los úteros de jóvenes mujeres sanas y fértiles. Podemos apostar.
Somos una civilización: La hispana. Nacida de la amalgama del mundo: la española europea, la amerindia, la asiática, la africana y los toques de Oceanía. Renegar de ello, es traicionar el legado de todos los que nos precedieron. No se puede reivindicar a los Reyes Católicos y presumir de racista. Las civilizaciones nos las crean ni los genotipos ni los fenotipos. Parafraseando a dos autores muy distintos, García Morente y Gustavo Bueno, podemos decir que la civilización hispana es <un estilo> de vivir -García Morente- o <una forma de estar> -Gustavo Bueno- Nótese la similitud de sus enfoques. No es una estatura, ni un color de ojos, ni una tonalidad de piel, ni un acento, ni, ni, ni, ni.
Es curioso. Cada vez que el movimiento hispanista avanza aparecen personajillos con escaso conocimiento de la historia de España y del conjunto del orbe hispano, con un caos mental y confusión de conceptos sorprendentes; afrancesadillos de poca monta; ilustradillos de barrio a los que les encanta el puchero de su abuela y creen, por eso, que defienden la tradición. Sí, es llamativo, cómo en determinados momentos emergen, sospechosamente, una miríada de hombres mediocres atacando a la Hispanidad y a sus figuras más representativas. Habrán nacido en España, no lo dudo, pero todo aquel que busque romper la Hispanidad atacando a cualquiera de sus hijos, merece nuestro desprecio más profundo.
Marcelino Lastra Muñiz