No solo es Guadalajara…

Eduardo Muñoz Martínez.- Aunque por supuesto que merecen todo el respeto del mundo y ostentan, por méritos propios, su catalogación como de Interés Turístico Nacional, no sólo es Guadalajara, que también, la Caballada de Atienza, el Festival Medieval de Hita, la Fiesta Ganchera, la Soldadesca de Codes, los Armaos de Siguenza…, sino igualmente pequeños pueblecitos, grandes remansos de paz, – paradójicamente hablando -, cual es el caso de Buenafuente del Sistal. Y surge la pregunta, o las preguntas: Qué es Buenafuente del Sistal?, Dónde está Buenafuente del Sistal?

Cuántas veces me habrá dicho el Hermano Pedro, catalán él, de la Comunidad Ecuménica de Taizé, situada en Francia, a unos 100 kilómetros de Cluny, fundada en 1940 por Roger Schutz – Marchause, a la que acuden, para compartir unos días, miles de jóvenes y adultos, que Buenafuente del Sistal, declarado Bien de Interés Cultural, es el Taizé español. Pero profundizaré un poco más. Buenafuente del Sistal, de acuerdo con Wikipedia, es una pequeña población de la provincia de Guadalajara, perteneciente al término municipal de Olmeda de Cobeta, que en 2022 contaba con apenas 13 habitantes.

Un lugar dominado por el silencio que invita a la sencillez, a la oración, a vivir la presencia de Dios…, desde un paraje privilegiado en la zona del Alto Tajo donde la naturaleza muestra un inmenso templo, el suyo, que podemos disfrutar caminando hasta la Ermita de la Virgen de los Santos, por el trazado del Vía Crucis, subiendo al mirador…, haciendo posible un momento en nuestra vida que jamás se puede olvidar.

Sin duda alguna, el eje central del lugar es el Monasterio Cisterciense de la Madre de Dios de Buenafuente del Sistal, que se mantiene en activo con una comunidad poco numerosa de 6 monjas, que tras muchos años de «letargo», «de luces y de sombras», – hasta siglos -, que en los pasados años 70 da un giro sustancial gracias a la ayuda y el entusiasmo del nuevo capellán, Ángel Moreno Sancho, – buen amigo de quien esto escribe -, que comenzó a animar a las religiosas, empezando para la comunidad una vida nueva y activa, siempre desde el mismo punto de vista de religiosidad cisterciense con muchos cientos de años de historia.

Las ayudas económicas se canalizan a través de la Fundación Buenafuente del Sistal, que nace en 1980 y tuvo como primera presidenta a Jimena Menéndez Pidal y Goyri; a través de los conciertos del maestro lorquiano,- de Lorca -, en la provincia de Murcia, Narciso Yepes; de quienes hacen uso de la hospedería; de los donativos de muchas personas… Creo, sinceramente, que es el momento de reconocer la labor, la acogida fraternal…, de Vicente, de Antonio, de las personas que atienden en la cocina y en otras tareas, de forma altruista en unos casos, y por contrato en otros.

Hablaré ahora del conjunto monacal, que consta de una serie de dependencias entre las que destaca, especialmente, el monasterio, con los edificios de clausura y hospedería, y centrándonos en la iglesia, hay que decir que tiene su origen en una ermita que fue construida al amparo de una fuente o manantial cuyas aguas eran famosas, y lo siguen siendo, y muy apreciadas, y consideradas milagrosas y con propiedades curativas. La ermita, en la época románica, fue sustituida por un templo de mayores dimensiones, aunque demasiado pequeño, del que subsiste la primitiva puerta de acceso, habiendo otra por la que se entra al claustro, – también de estilo románico -, teniendo lugar estás remodelaciones con anterioridad al siglo XIII, cuando llegaron las monjas cistercienses, siendo transformado el templo de acuerdo con la llamada «arquitectura del Cister», quedando el edificio como hoy lo vemos, salvo los cambios acaecidos en los siglos XVI y XVII. Obviamente, en su interior permanece la fuente, – por eso lo de Buenafuente -, que mana agua constantemente, en el muro de poniente.

Cómo dos pinceladas más, en cuanto a lo arquitectónico, añadir que entre 1973 y 1995 se hicieron obras de restauración y rehabilitación dirigidas por el arquitecto José Luis Fernández del Amo que recuperaron el inmueble en algunas zonas que presentaban lamentable estado de ruina, se levantó la capilla y en el templo principal se hizo lo necesario para que siguiera en pie, adecuándolo a las indicaciones del Concilio Vaticano II, por lo que se desmontó el coro alto, se retiraron las rejas, se llevó el coro y el altar a su lugar original…, se repararon las celdas de las monjas, etcétera. Es decir, un trabajo de gran envergadura, razon por la que la comunidad, – así nos lo dicen para que lo transmitamos -, está muy agradecida al señor Fernández del Amo, a la vez que por su generosidad. Concluiré este punto diciendo que dentro de la clausura se encuentran el patio o claustro, la huerta, la hospedería, la casa de ejercicios y la capilla que utilizan las monjas durante el invierno.

Quiero rubricar estos párrafos con los versos de alguien que conozco, tal que a mí mismo, y que prefiere el anonimato, y que escribió hace ahora algunos años: «Gracias, Señor, por invitarme a compartir desde la sencillez la sincera autenticidad de Tú presencia. Gracias por regalar a la liviandad de mi vida algo tan parecido a la majestuosidad del cielo. Gracias por este Tabor que emerge en el silencio, acunado por las hojas de los árboles, mecidas por la brisa del viento que apenas las despierta con su susurro. Gracias, Señor, por quererme tanto. Gracias por la quietud acompasada por el chapoteo del agua que origina en sí ella misma, allá en la fuente, que en su bondad permite el refresco, la saciedad, el descanso…, de todos y todas cuantos lo buscan. Acogidos por una atmósfera de trinos que irradian candor, de tañidos de campanas que invitan a la oración, al canto, a celebrar la liturgia de las horas… También de arrepentimiento, de reencuentro con uno mismo y como dice Jesús, con el hermano», que el autor dedica a Buenafuente.

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