Un buitre en mi patio

Manuel Valero.- A las nueve de la mañana se levantó quitándose con pereza las horas dulces del último sueño. Sentado en la cama, aun andaba en disposición de ponerse en pie con el acostumbrado rascado de cabeza. Cuando lo hizo vio a través de los visillos de la ventana que estaba al mismo nivel que el patio como un bulto pardo, moteado, y pensó que era un balón que habían lanzado los chiquillos del patio frontero. Pero fue retirar el visillo y vio un ejemplar de buitre, estático y posado en el suelo, con las patas y garras ocultas, como si estuviera en el nido. Pensó que tal vez era un animal disecado. Así que, aún con las telarañas del despertar en su cabeza golpeó la ventana con los nudillos y el buitre desplegó sus alas. Se despertó definitivamente y se quedó perplejo.

¿Qué diablos hace un buitre en el patio?

Volvió a mirar, ya con los ojos como bandejas de camarero.

¿Qué… que hace un buitre ahí?

Pensó durante unos segundos cómo gestionar aquella situación insólita. Había visto palomas, golondrinas, gorriones… pero ¿un buitre?

Así que llamó a la policía local y en cuestión de minutos se personaron dos agentes que vieron al animal aturdido en mitad del patio con un horizonte de hastiales de los bloques vecinos. La perplejidad de los agentes fue similar a la del dueño de la casa. De inmediato activaron el protocolo y dieron aviso al servicio de Agentes Medioambientales de Castilla-La Mancha. El agente Álvaro recibió el aviso desde la central de la Policía Local, en Almodóvar y en quince minutos apareció en su furgón con una toalla y una cesta especial para el transporte de animales.

No dedicó mucho tiempo. Pasó al patio acompañado de los agentes con notable experiencia. Arrinconó al animal y en el cuarto o quinto intentó le tapó la cabeza con una toalla. Después, ayudado de otro agente, dispuso la cesta y lo introdujo en ella, momento en que se removió de tal forma y gruñó con un gemido tan penetrante, que el cámara que era el que suscribe, reculó unos pasos. 

No está herido, debe estar deshidratado, es un pollo de esta primavera y no tiene experiencia, está aturdido.

Supongo. De ver cumbres, peñascos y todo el campo bajo sus alas a ver ahora un bosque de cemento y un suelo de losas… ¿Le doy un manguerazo?

No, hombre, no 

El agente lo dijo con seguridad mientras miraba los bloques aledaños sin ocultar su extrañeza porque el ave de la carroña fuera a aterrizar en un patio de vecinos.

Lo llevaron al Centro de Recuperación de Fauna, El Chaparrillo en Ciudad Real para examinarlo y dejarlo en libertad. El buitre leonado pesaba 6,2 kilos.

Lo acontecido no es ficción, ni está basado en hecho reales, es un calco de la realidad, porque el vecino de este cuento, que no lo es, es un servidor de ustedes cuyo despacho tiene una ventana de acceso al patio que he mirado sin mirar infinidad de veces para dar con la palabra y la frase precisas en mis escritos.

Andaba pensando, la noche anterior, de qué escribiría en mi colaboración de costumbre para este diario, cuando el azar me brindó la ocasión de dejar a un lado las sacudidas de la realidad política y otras realidades y otros buitres de pero calaña y relatar el insólito encuentro con un buitre leonado en mi patio. Hubo quien se encontró un pingüino en un ascensor pero eso es otra historia.PD.- Aprovecho para agradecer a los dos agentes de policía y al agente medioambiental, Álvaro, por los servicios prestados.                

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