“La arquitectura es una cuestión de sueños y fantasías,
de curvas generosas y de espacios amplios y abiertos”
OSCAR NIEMEYER
(Arquitecto brasileño)
Cuando en 1919 el apasionado alcalde toboseño tuvo una idea sobre como dinamizar el turismo en su pueblo todo parecía ser fruto de una ensoñación propia de quien no parece estar en la realidad. Pero no. Se trataba de una reflexión meditada, pero ambiciosa; de un proyecto difícil de acometer, pero realizable con una propuesta seria que ofrecer; y que requería el apoyo de la sociedad para lo que contaba con un equipo tan entusiasta como lo era el propio regidor de aquella localidad.
En 1922, la Comisión ejecutiva de El Toboso encargó al escultor y arquitecto valenciano, Manuel García González, la elaboración de un proyecto de construcción de un gran monumento al Quijote en su término municipal. Cuando fue presentada la memoria de aquel proyecto se valoró positivamente por todos los miembros de la comisión. El 13 de diciembre de 1922, cuando se constituye la Junta Nacional pro monumento en Madrid, se volvió a presentar la memoria del escultor valenciano a la que se dio el visto bueno.

En este acto se abordan, entre otros temas, el del nada desdeñable coste económico y la forma de financiación. Se estimó en un millón de pesetas el presupuesto inicial de la obra y se propuso una suscripción pública nacional. Se creó una Comisión ejecutiva central para darle mayor operatividad presidida por el Conde López Muñoz y de la que eran miembros, entre otros, Juan José Ruano de la Sota y el secretario de la misma, Rafael Roca Auguet, ambos muy próximos a los intereses de El Toboso y a los de su alcalde, Jaime Martínez Pantoja.
En los siguientes años este proyecto va a tomar una dimensión internacional al producirse la adhesión de numerosos países europeos e hispanoamericanos que piden su participación en el mismo —Alemania, Italia, Francia y Bélgica, entre otros países europeos, y la práctica totalidad de los países iberoamericanos—. En noviembre de 1925, el Conde López Muñoz anuncia sus gestiones ante el Consejo del Banco de España para recaudar fondos mediante la inminente suscripción pública que se iba a convocar a nivel internacional.
Sin embargo, la creación de una Comisión provincial en Toledo a favor de la erección del monumento en El Toboso —en marzo de 1925—, va a abrir la posibilidad de estudiar un segundo proyecto para este monumento. Y en diciembre de 1925, Calixto Serichol, comandante de artillería de la Fábrica de armas de Toledo, en una conferencia dada en la sede de aquella Diputación Provincial va a proponer cómo debe ser el monumento conmemorativo al Quijote. En su disertación establecerá las grandes líneas de su excelsa propuesta.

Se trata de un proyecto puro de ingeniería que incluye innovaciones como la instalación de ascensores para acceder al edificio, aunque su diseño quedaba pendiente de un concurso internacional. Esta propuesta casi duplica la altura del primer proyecto al pasar de los 40 a más de 70 metros. La duración de la obra se fija en siete años y su coste se eleva a unos ingentes 40 millones de pesetas. La propuesta introduce un pequeño boceto que, aunque aporta muchos detalles, carece de una maqueta con la que visualizar su proposición.
Por tratarse de un costosísimo proyecto se va a enfriar la posibilidad de ejecutarlo en aquellos años y de que estuviera terminado —como pretendía el alcalde toboseño—, para la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. De hecho se suspende la suscripción anunciada por el Conde López Muñoz en 1925 y la que haría el Rey Alfonso XIII en 1926. Y de aquella convocatoria nunca más se supo.

En esos años en España había multitud de monumentos de este tipo que se hacían por suscripción nacional, como los Monumentos a Cervantes en la Plaza de España de Madrid o el de Sevilla, el de Eduardo Dato o el de Cristóbal Colón. Además, el gobierno debía de abordar las grandes obras para la Exposición de Sevilla y la de Barcelona en 1929, sin contar las numerosas obras públicas que se estaban acometiendo en infraestructuras —carreteras, vías férreas, aeródromos o pantanos—, que demandaban gran cantidad de recursos.
Por todo ello, la Junta Nacional retoma el proyecto inicial, el de Manuel García González. Al haber transcurrido once años se actualiza su coste que se fija en dos millones de pesetas. El autor del proyecto, en una entrevista concedida en 1933, reconoce que las posibilidades de ejecutar esta obra eran escasas. Al haber fallecido sus grandes valedores, los presidentes de la Junta, el Conde López Muñoz y José Francos Rodríguez, y porque el gobierno de la República no parecía tener mucho interés en este proyecto.
En 1947, el Ministerio de Instrucción Pública ofrece un nuevo monumento a El Toboso que no llegó a realizarse. A principios de los años “50” se debate donde ubicar este monumento sin que hubiera acuerdo alguno. Ya en los años “60” volverá a especularse sobre su ubicación designándose extraoficialmente su localización en la Sierra de los molinos de Mota del Cuervo, sin que aquello tuviera concreción alguna.