Fermín Gassol Peco.– Desde hace mucho tiempo vengo observando un extremo que me llama profundamente la atención y al que sigo intentando encontrar una explicación aún sin conseguirlo hasta ahora; quizá en algún tratado de sicología avanzada pueda hallarlo, aunque mucho me temo que fracase en el intento pues cada cerebro humano es único e irrepetible; (unido esto a que también por mi edad, me va a resultar demasiado complicado entender este hecho y otros muchos…que se hallan ocultos en cerebros menos o peor habitados. Que uno echa de menos la apertura de gimnasios destinados a tonificar y fortalecer el músculo que se aloja en la cavidad craneal).
El hecho se sitúa dentro del comportamiento que determinadas personas mantienen en sus vidas hacia cuestiones como la religión y la política. Un comportamiento que poco o nada tiene que ver con el que observan en otras facetas del quehacer diario.
Mujeres y hombres que resultan brillantes a nivel profesional, social, intelectual, cultural o técnico, capaces de desarrollar ideas complejas, proyectos ambiciosos, leyes determinantes, que se trasforman en seres sumisos, sin capacidad de discernimiento, irreflexivos, inmaduros casi infantiloides, a la hora de vivir sus creencias políticas y religiosas.
Ante esta disfunción, ante esta alteración del nivel de propia exigencia, ante el abandono de esas iniciativas con las que se encuentran y solucionan a diario, uno se pregunta sobre las causas y razones que existen para que algo así suceda.
Es cierto que tanto la religión como la política inciden en temas que afectan y mucho al trasfondo emocional, afectivo, a zonas de nuestro interior síquico o espiritual que resultan incontrolables. De tal manera que, si nos pusiéramos a analizar su porqué, difícilmente encontraríamos alguna explicación que resultara convincente. Quizá sea debido a la escasa intervención de nuestros pensamientos internos a la hora de ejercer las funciones diarias, más someras, inmediatas y prácticas.
Una actitud religiosa y política que se da, bien ante cuestiones discutibles, temas en los que la participación e iniciativa es conveniente y demandada respetando siempre el mensaje religioso proclamado y ante la sumisión, en el caso de la política, ante líderes que mantienen un bajo perfil en sus ideas políticas.
Y uno se pregunta, ¿No resultará esta entrega, este seguimiento incondicional, religioso o político, consecuencia de la necesidad de dejarnos embaucar por algo que nos evite seguir complicándonos la vida? En todo caso, algo, insisto a lo que no encuentro explicación desde el punto de vista racional.