“Por lo pronto nos examinaron bien, rieron nuestros sombreros y bonetes,
franquearon su puerta con una caterva de muchachos en camisa que nos perseguían
con el epíteto de lechuginos de Madrid”
RAMÓN DE MESONERO ROMANOS
(Panorama matritense-Carabanchel)
Todos los distritos o barrios de Madrid tienen su encanto para quienes han nacido en ellos, aunque ahora estén lejos, o para los que viven allí, procedan de donde procedan. Y Carabanchel no es la excepción. En este distrito se da una tradición de nombres bonitos. Ya en 1181 se llamaba al barrio la “dulce perla”, cuando Pedro Manrique otorga estos terrenos y sus construcciones al conde Pedro Gonzalvo Díaz en juro de heredad.
No se sabe muy bien si ese nombre hace referencia a las cualidades de su población, como dicen algunos, o a la belleza natural del propio barrio. Pero esta curiosa práctica a la hora de asignar nombres agradables a muchos lugares continúa actualmente con la denominación de tres de los siete barrios que integran este distrito. El de Buenavista, antiguo Carabanchel Alto; el de la Puerta Bonita; y el de la singular Vista Alegre.
En cuanto a pintura, se atribuye a Gustavo Adolfo Bécquer —escritor y poeta romántico del siglo XIX—, un fresco del palacio del Marqués de Remisa que hubo en Carabanchel Alto. Y Francisco de Goya será el propietario de “La Quinta del sordo” que estaba ubicada entonces en Carabanchel Bajo y en la que aparecieron las conocidas como “Pinturas negras”. Estas fabulosas pinturas se pueden visitar en el Museo del Prado.
En cuanto a la literatura aparece con Tirso de Molina en “Don Gil de las calzas verdes”; en la poesía de Francisco de Quevedo; en las crónicas madrileñas de Mesonero Romanos; en Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán o en Pío Baroja cuando citaban en sus obras las riberas del Manzanares; en Camilo José Cela en “La Colmena”; o en Arturo Pérez Reverte en el “Maestro de esgrima”; así como en “Manolito gafotas” de Elvira Lindo.
Además de con los autores anteriores, Carabanchel tiene como referentes literarios a tres escritores que, de una u otra forma, están vinculados con este distrito. Se trata del poeta, escritor y dramaturgo francés, Víctor Hugo; del dramaturgo español, Antonio Buero Vallejo; y del reconocido escritor cunero de este barrio, Lorenzo Silva.
En cuanto al escritor y poeta romántico francés, Víctor Hugo, en una de sus primeras obras de teatro va a mencionar este barrio. Lo hace en “Ruy Blas” en la que el protagonista acude diariamente a sus campos para hacer un ramo de flores azules, llamadas aciano, para regalárselas a su amada. Este escritor francés conocía muy bien Madrid y los municipios limítrofes, porque él vivió durante varios años en la capital siendo un niño.
Pero la historia de Víctor Hugo en España fue apasionante. Su padre era un general de los más queridos por José Bonaparte —entonces rey de España por imposición de su hermano Napoleón—, a quien había acompañado, entre otros lugares, en Nápoles. Cuando estaban en Madrid el rey le pidió que retomara su relación con su esposa y con sus hijos, ya que se le veía por la capital paseando con su amante, pero sin contactar con la familia.
Desde entonces vivieron en el palacio de Masserano ubicado en el centro de la capital. A los hermanos Hugo los internaron en el colegio de los escolapios de San Antón en la calle Hortaleza. Allí la disciplina era rigurosa, pero se libraban de las misas porque la madre les mintió a los religiosos diciendo que sus hijos eran protestantes. Cuentan que, tal como aprendió allí, se lavaba con agua fría por la mañana y rezaba antes de las comidas.
Años después escribió: «siendo niño, yo hablaba mejor el español que el francés, incluso comencé a olvidar mi lengua materna. Si hubiera vivido y crecido en España, me hubiera convertido en un poeta español…” Todos los que lo trataron después de su estancia en Madrid, coincidían en una cosa. Hablaba un perfecto y fluido español y no se le notaba el característico acento francés que al hablar nuestro idioma tienen los nativos galos.
El dramaturgo Antonio Buero Vallejo al terminar la guerra civil fue condenado a la pena de muerte. Dicha pena le fue conmutada un año después. Y tras salir de prisión, en 1946, se instala en el barrio de Carabanchel donde escribe su primera obra dramática, “En la ardiente oscuridad”, que no se estrenará hasta 1950. Aunque en 1949 va a estrenar su gran y exitosa obra, “Historia de una escalera”, con la que consiguió el Premio Lope de Vega.
En cuanto a Lorenzo Silva, nacido y militante activo del barrio, en “Los amores lunáticos” nos dice sobre la gente de Carabanchel: “es verdad que aquí no vive que yo sepa, ningún miembro de la familia real ni ningún académico de la Lengua; pero hay colegios donde nos enseñan a hacer la “o” sin canuto, (…) y algunos hasta vamos a la universidad, donde no parecemos, por cierto, mucho más tarados que los que vienen de otros barrios”.

















