En el Museo Reina Sofia: Exposición Maruja Mallo: Máscara y compás

Por José Belló Aliaga

La exposición Maruja Mallo: Máscara y compás, que se podrá ver en el Museo Reina Sofía desde el 8 de octubre de 2025 hasta el 16 de marzo de 2026, es la mayor retrospectiva realizada hasta la fecha de una de las artistas más innovadoras de la vanguardia española e internacional. Maruja Mallo, (Viveiro, Lugo 1902 – Madrid, 1995), es una de las figuras más destacadas de la Generación del 27 y la más importante representante del grupo de artistas que promovió, por primera vez, una cosmovisión femenina desde un punto de vista novedoso, el de la mujer moderna, libre, activa e independiente.

Recorrido por la exposición MARUJA MALLO: MÁSCARA Y COMPÁS, en el Museo Nacional Reina Sofia, hasta el 16 de marzo de 2026

Organizada por el Museo Reina Sofía y la Fundación Botín, la exposición Máscara y compás está comisariada por la historiadora del arte Patricia Molins. Cuenta con un centenar de pinturas, de ellas 13 forman parte de la Colección del Museo, unos 70 dibujos, además de otro centenar de fotografías y documentos de la artista, algunos inéditos, muchos de ellos adquiridos recientemente por el Museo Reina Sofía como parte del legado del Archivo Lafuente. Con el título Máscara y compás se alude a dos elementos característicos de la obra de Mallo, el compás como instrumento rector del trazado geométrico del que parte su pintura, y la máscara como referencia a la tensión que existe en su obra entre lo animado y lo inanimado, entre la naturaleza, efímera, y su representación plástica, intemporal.

Recorrido artístico y vital

La muestra, que recoge todo el recorrido artístico y vital de esta inclasificable artista, es incluso más amplia de la que se ha podido ver recientemente en el Centro Botín, especialmente en materia de documentación, y se presenta de forma cronológica a lo largo de once salas de la Planta 1 del Edificio Sabatini. Incluye las cinco verbenas que la dieron a conocer en su exitosa exposición organizada por Ortega y Gasset en 1928 en los salones de la Revista de Occidente, y que no se habían mostrado juntas desde entonces. Fruto de la investigación, también podremos ver obras inéditas: Arquitectura fósil I, que constaba como desaparecida en el Catálogo razonado, y un dibujo de 1933 que no se conocía. También estará expuesta Joven negra (1948), recientemente adquirida por el Museo Reina Sofía y El espantapájaros, la obra que le compró André Breton a la artista en París y que mantuvo en su colección hasta su muerte.

El heterogéneo arte de Maruja Mallo pasó por muchas etapas. Su trabajo se fue plasmando en series que obedecen a diferentes momentos de su vida. En su primera etapa, Maruja Mallo apuesta por el arte popular a través del realismo mágico que combina vanguardia y tradición. Posteriormente evoluciona hacia el surrealismo, destacando su relación con la Escuela de Vallecas y el Grupo de Arte Constructivo de Torres García. Y finalmente emprende un nuevo camino con sus dibujos geométricos y fantásticos en los que trata de conciliar la visión del macrocosmos y el microcosmos.

La obra de Maruja Mallo refleja, además de su compromiso social con la justicia y la igualdad, su profunda curiosidad por todo lo que la rodea, desde lo artístico hasta lo tecnológico, científico y filosófico, uniendo materialidad con espiritualidad, fundiendo lo popular, lo performativo y lo mágico. Comprometida con los valores de progreso y renovación de la Segunda República, se vio obligada a exiliarse al continente americano, donde descubrió su exuberante naturaleza y diversidad cultural y religiosa.

Es en este exilio donde Maruja Mallo inició un viaje personal hacia la cosmografía y el universo. Ella decía que había pasado de la geografía en España a la cosmografía en Argentina. Mallo tenía mucho interés en la cuarta dimensión, y pensaba que una obra debía tener un orden, y ese orden debía ser geométrico, siguiendo las leyes armónicas de los números.

La artista gallega trabajaba también con el rostro, la representación y la identidad, convirtiéndolo en uno de los ejes centrales de su obra. Su interés por el teatro y por lo que denomina “plástica escenográfica” se refleja en una serie de fotografías de ella misma en diversos escenarios desde los que propone una revisión transgresora de la identidad de género, clase, artística y política.

La exposición incluye obras de colecciones como el propio Museo Reina Sofía; el Art Institute of Chicago; el MNAM Centre Georges Pompidou, en París; el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, en Uruguay; el Museo Benito Quinquela Martín y el Museo de Arte Latinoamericano, ambos en Buenos Aires; el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo, en Santa Fe (Argentina); la Asociación Colección Arte Contemporáneo – Museo Patio Herreriano, en Valladolid; el Museo Provincial de Lugo, así como de otras importantes colecciones particulares ―europeas y americanas ― que permiten un completo análisis de la trayectoria de la artista.

Sala 1. Verbenas

Nos vamos a iniciar en el universo de Maruja Mallo con dos óleos de grandes dimensiones, Indígena (1924-1925) y Retrato de señora con abanico (hacia 1926), del Museo Provincial de Lugo, que representan lo que será una de las constantes en su trayectoria: su interés por otras culturas y el retrato de la mujer moderna.

Y en la primera sala podremos ver reunidas sus cinco verbenas, las obras que la dieron a conocer y por las que aún hoy se la identifica, incluido El Mago/Pim Pam Pum (1926), del Art Institute of Chicago, y Kermesse (1928), del MNAM Centre Georges Pompidou. La serie Las verbenas (1927-28) se encuadra dentro del realismo mágico y une tradición y arte popular con vanguardia. La composición de estas obras parte de una división geométrica y simbólica, construida a partir de referencias al teatro popular, como el guiñol, y al concepto cinematográfico de simultaneidad y superposición de escenas.

El espectador se encuentra con una sátira visual que retrata personajes de clases y razas diversas en situaciones caricaturescas. Mujeres disfrazadas de ángeles negros, reyes y magistrados de cartón piedra o teatrillos satíricos de toros y manolas. Esta serie propone una crítica a las estructuras sociales y culturales a través de una puesta en escena que combina lo grotesco con lo onírico.

Sala 2. Estampas

El colorismo alegre e ingenuo del arte popular y el dinamismo de las nuevas formas de ocio (cine, música, teatro) inspiran sus primeras obras que se plasman también en una serie que podemos ver en la sala dos, las Estampas, que ella más tarde llamó “simbologramas” por la combinación de imágenes y acrósticos que contienen.

En ellas, Mallo contrapone la figura de la mujer deportista y vital en la naturaleza con las imágenes cosificadas de los maniquíes o estatuas, sobre el fondo dinámico de la ciudad. Ángeles y magos con sus redomas para encantamientos sobrevuelan las escenas. Si en las verbenas los elementos se yuxtaponen al modo de escenas teatrales, las estampas se componen mediante superposiciones, un concepto inspirado en el montaje fílmico.

Sala 3. Cloacas y campanarios

En contraposición con sus primeras series llenas de optimismo y vitalidad, en la sala tres vemos Cloacas y campanarios (1929-32), que centra la atención en la materia inerte y sus diferentes texturas.

En esta serie, poblada de esqueletos, sotanas y trajes vacíos en un paisaje desolador de tierra seca y edificios desiertos, Mallo se acerca al surrealismo para presentar una visión necrológica e inquietante de la naturaleza, con pinturas como Tierra y excrementos (1932), del Museo Reina Sofía, o El espantapájaros (1930), de una colección particular.

Sala 4. Arquitecturas

El visitante descubrirá en la sala cuatro las Arquitecturas minerales y vegetales (1933), donde Mallo reduce a líneas o secciones anatómicas las figuras, en un intento de romper la dicotomía entre figura y fondo, y dar protagonismo a ambos.

Por su parte, en las Arquitecturas rurales (1933-1935), dibuja esqueletos o carcasas de silos, almiares y otras construcciones efímeras utilizadas para la cosecha de cereales, intentando conciliar lo animado y lo inanimado. La materia es aún protagonista, pero sometida a la geometría, un proceso que culmina en estas cerámicas, sus obras más cercanas a la abstracción y lo popular, en las que la tierra cobra un valor constructivo.

Sala 5. Teatro

En 1932 Maruja Mallo estudió escenografía y teatro en París. Allí conoció a Picasso y a Miró, y comenzó a interesarse por el espacio como soporte tridimensional de la obra en lugar del plano pictórico. Su colaboración teatral más importante fue la escenografía de Clavileño (1936), un ballet de Rodolfo Halffter que no llegó a presentarse en la Residencia de Estudiantes por el inicio de la Guerra Civil.

Las fotografías de las maquetas del escenario y los figurines permiten entender la radicalidad de su propuesta. Están acompañados de una réplica del teatrillo, con figuras de cestería realizadas para esta exposición.

Sala 6. Fotografías

Desde sus primeras obras, Mallo presenta la figura de la mujer moderna, que surge en esos años, como un ser activo, independiente y profesional. Ella misma fue un modelo de esa figura, además de contribuir a configurarla a través de sus obras, reivindicando su papel como sujeto autorial, frente al de objeto o musa al que habían estado restringidas hasta entonces.

De ahí que la autorrepresentación sea un asunto esencial en su obra, conscientemente reelaborado a lo largo de su vida, que ella consideraba indisolublemente unido a su trabajo.

Mallo, que concibe sus fotografías como actos performativos y teatrales, eligió este medio para autorretratarse. En 1929 lo hizo utilizando un vagón y una vía de tren abandonada. En 1945 volvió a esa teatralización performativa de su persona, retratándose en una playa chilena como diosa marina cubierta de algas. Pero también se retrata junto a sus obras en las fotografías que usó para publicitarlas, añadiendo elementos simbólicos a la puesta en escena. Así en España aparece con el mapa o con una espiga en la mano en 1936, y en Argentina, hacia 1939, con elementos que aluden a su trabajo y a los cambios sufridos en su vida tras el exilio: una golondrina, una cerámica traída de España, un compás o unas mariposas, símbolo de metamorfosis, además de un globo terráqueo.

Sala 7. La religión del trabajo

En la última etapa de la II República se produce un ambiente político e intelectual en España de gran radicalismo. Maruja Mallo se encuentra en ese momento en Galicia de vacaciones y dibuja el entorno pesquero o rural.

A partir de esos dibujos crea la serie La religión del trabajo (1937-1939), que continuaría durante su exilio, compuesta por figuras monumentales, con damas oferentes, mujeres atléticas o figuras clásicas rodeadas de espigas o redes. Con ellas inicia lo que considera “un renacimiento”, un nuevo clasicismo, entendiendo el arte como salvación, con la mujer en el centro, frente al tiempo y la destrucción bélica. Utiliza la relación con la naturaleza como una relación integradora y circular. Como la propia Mallo expresó, la serie surge de su “fe materialista en el triunfo de los peces, en el reinado de la espiga” como refleja en la obra Canto de las espigas (1939), del Museo Reina Sofía.

Sala 8. Naturalezas vivas

Tras estallar la Guerra Civil, Maruja Mallo huye primero a Portugal y luego a Argentina, donde inicia su exilio. En los años cuarenta desarrolla la serie Las Naturalezas vivas (1941-1943), que muestran una sugerencia clara de figuras femeninas, sensuales y coloristas, a través de composiciones con conchas y flores que representan el reino animal y el vegetal, como metáfora del cuerpo humano, y que parecen flotar sobre superficies terrestres y marinas lejanas. Sensuales y coloristas, recuerdan órganos sexuales femeninos y aluden al mar o al útero materno como origen de la vida. A partir de este momento, una de sus principales preocupaciones es la de incorporar en sus cuadros la cuarta dimensión siguiendo los hallazgos de la física contemporánea, que sustituye la concepción estática del espacio por una dinámica del espacio/tiempo.

Salas 9 y 10. Cabezas y máscaras

Durante su exilio en Buenos Aires y en sus viajes, a partir de 1937, por el Pacífico, Uruguay y, sobre todo, Brasil, Maruja Mallo queda fascinada por los paisajes y las personas que descubre, por su diversidad física y mezcla de culturas y razas. Desde ese momento, Mallo busca crear un método para representar una nueva humanidad. Para ello, recurre al sincretismo, la mezcla cultural y racial, como reivindicación del universalismo. En su búsqueda por incorporar espacios y tiempos circulares, presentes y eternos a la vez, representa cabezas, máscaras y acróbatas como formas simbólicas e idealizadas, partiendo de su creencia en el arte como visión perfeccionada de lo real, con una mirada hacia el futuro. Realiza primero unas cabezas estáticas en las que ensaya la fusión entre razas, como la obra Joven negra (1948) recientemente adquirida por el Museo Reina Sofía, o entre razas y animales, y entre sexos, como por ejemplo La cierva humana (1948), del Museo Benito Quinquela Martín de Buenos Aires. Sus Máscaras, un contraste de emociones positivas y negativas, llevan la huella de los estudios sobre Freud. Muchas de ellas representan o emparejan figuras intimidantes con otras que

parecen perplejas, inhibidas, que pueden también estar en relación con su condición de exiliada, viviendo en dos mundos: el actual y el que ha abandonado.

Sala 11. Moradores del vacío. Viajeros del éter

En 1965, tras años de exilio en América Latina, la artista gallega se instala definitivamente en España y cierra su prolífica trayectoria con dos series impactantes: Moradores del vacío (1968-1980) y Viajeros del éter (1982). Con ellas, la pintora entra en su etapa más esotérica, inspirada por lo que ella llamó “experiencias levitatorias” vividas al cruzar los Andes y navegar sobre el Pacífico.

Sus viajes, reales e imaginarios, se transformaron en encuentros con dimensiones suprahumanas. Fascinada por el universo y la ciencia, Mallo abandona las formas circulares para construir espacios siderales infinitos. En sus obras, las geometrías serpenteantes dan lugar a figuras que evocan procesos simbióticos: cuerpos mutantes que evolucionan desde la célula a las máquinas espaciales.

La exposición recorre también sus últimos trabajos, donde la artista fusiona elementos de todas sus épocas. Figuras y símbolos reaparecen en dibujos y pinturas teñidas de azules profundos, rojos intensos y amarillos brillantes, colores que Mallo emplea como lenguaje simbólico. En paralelo, su figura pública cobra fuerza. Convertida en un personaje popular y representante esencial de la Generación del 27 —cuyos integrantes comenzaban a volver del exilio— Mallo recupera cerca de 40 ilustraciones creadas en los años treinta para las portadas de la Revista de Occidente en los años 30 —la más importante publicación intelectual anterior a la Guerra Civil—. Estas portadas, junto a una serie de grabados realizados en 1979, se exhiben acompañadas por documentos fotográficos y audiovisuales que reconstruyen aquella etapa vibrante y vanguardista.

Catálogo

La exposición va acompañada de una publicación, en español e inglés, coeditada entre el Museo Reina Sofía, la Fundación Botín y la editorial This Side Up, que incide en los aspectos telúricos, teatrales y en las bases teóricas del trabajo de la artista. Se ilustra con las obras de la exposición e incluye nuevos textos de la investigadora argentina Alejandra Zanetta, la artista y escritora estadounidense Johanna Hedva, la propia comisaria, Patricia Molins, así como escritos propios de la artista, algunos de ellos inéditos hasta la fecha. El catálogo incluye, asimismo, una biografía de Mallo escrita por Juan Pérez de Ayala, uno de los principales y más tempranos estudiosos de su obra.

José Belló Aliaga

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