“Toledo es una historia de España completa. Todo lo que aquí ha habido de caballeresco en las
costumbres, de noble y ejemplar en la vida, de osado en las empresas, de original y picante en
la literatura y de delicado en las artes, ha tenido por teatro esta ciudad.”
BENITO PÉREZ GALDÓS
Si forma parte del mito de convivencia ideado por Américo Castro o fue una realidad, es lo de menos. Porque Toledo seguirá siendo inmortal por ser la Ciudad de las Tres Culturas: la cristiana, la musulmana y la judía. Si sus ciudadanos convivieron pacíficamente o solo coexistieron en un espacio físico y temporal, eso está por determinar. Pero una visita por la Ciudad Imperial nos muestra ese pasado esplendoroso de todas esas culturas.
Estos días he vuelto a Toledo para participar en la Feria del Libro de 2025. El lugar en el que se celebraba era el de la emblemática Plaza de Zocodover. Aunque la mañana empezaba nublada y fresca con el paso de las horas se fue caldeando. El cielo se fue despejando y a lo largo de la mañana se iría completando su aforo con la afluencia de gentes que proporcionan esa calidez que otorga la masiva presencia humana y el bullicio que la acompaña.
Aunque para quienes viven en el casco antiguo les debe de resultar agobiante la presencia del turismo masivo que abarrota la ciudad, máxime con la estrechez de sus calles y con las cuestas que dificultan el tránsito de los viandantes. Pasear por sus calles resulta muy angustioso y provoca interminables colas en los pocos comercios que quedan en el centro de la ciudad. Bares, panaderías, tiendas de dulces típicos o de otros comestibles.

En una caseta pequeña y discreta, —como lo eran todas las demás—, inicié mi participación con una profesional conocida de otros eventos. Silvina. Ella es argentina y natural de Córdoba, aunque reside en un pueblo cercano a Madrid y mantiene una pequeña editorial en Manzanares. Al principio había muy pocos visitantes, aunque después empezaron a llegar gentes en busca de algún ejemplar indeterminado que les resultara sugerente.
Había mayoritariamente españoles, desde luego, pero también gentes de allende los mares. Una peruana con su familia y un grupo de puertorriqueños, boricuas, como se llaman a sí mismos. Se interesaban por todo tipo de géneros, obras o autores y fueron muchos los que adquirieron alguno o varios de los ejemplares que se exponían. Con ellos hablamos sobre sus gustos o preferencias de lectura y sobre lo bonita que les parecía la Toledo imperial.
Cuando terminábamos nuestro tiempo llegó un amigo que reside en la ciudad. Él vive, como muchos toledanos, fuera del casco antiguo. La masiva afluencia de turistas o la dificultad para obtener los mejores servicios en la ciudad ha hecho que muchos se desplacen a las poblaciones de los alrededores. Él no oculta su incomodidad porque casi no se puede andar por la plaza. Era un domingo de otoño, uno de los mejores días para conocer la ciudad.
Después de este evento, visitamos FARCAMA en el parque de Recaredo. Se trata de una de las ferias de artesanía más populares de España en la que participan artesanos tanto nacionales como extranjeros. Hacía años que no la visitaba y estaba especialmente concurrida, aunque las casetas parecían más uniformes y daban la sensación de ser todas iguales. Llamó mi atención un stand en el que se montaban navajas a mano.
Luego visitamos la sinagoga de Santa María la Blanca. De construcción medieval, tiene una arquitectura espectacular con arcos de herradura decorados con un estilo arabizado y nada judío. Seguramente fue el resultado del intercambio entre lo árabe y lo sefardí. Posee una estética excepcional. El personal de seguridad se esforzaba para que se respetara el silencio de un lugar de culto, aunque no parece que allí se celebren ahora estos ritos.
Continuamos hasta el Monasterio de San Juan de los Reyes de estilo gótico. Este monumento incluye una enorme iglesia y su claustro, que es uno de los más bonitos de Europa. En la iglesia destacan los numerosos escudos que la decoran y que, con el resto de ornamentos, dan testimonio de lo que fue el reinado de Isabel la Católica. Visitamos las dos plantas que componen el claustro que están en muy buen estado de conservación.
En la plaza de Zocodover pude escuchar a un grupo de visitantes que acaban de terminar uno de esos que llaman free tour, en los que se hace un recorrido turístico por la ciudad. Alguno de ellos se mostraba entre sorprendido e indignado. Resumía su visita en que el guía les había hablado de la prevalencia de lo árabe; a los cristianos los culpó de todo lo malo que se había producido en la ciudad a lo largo de los siglos; y de los judíos casi ni habló.
Parece que algunos desconocen nuestra historia o es que quizás quisieran —en su ensoñación—, que el pasado hubiera sido de otra forma.