José Agustín Blanco Redondo.- “Lo sabías desde la infancia. No fue difícil, tuviste un buen maestro en el arte de sobrevivir. Tu abuelo te enseñó el valor de la perseverancia, del esfuerzo, de la voluntad. Él te ilustró sobre penurias, sacrificios y desamparos. Y te detalló su vida, ese atadijo de oficios que desempeñó en silencio, con estoicismo, sin alzar jamás la voz. Era la necesidad, la obligación de trabajar para arrancar a su familia de la ciénaga de la miseria. Y así, desde niño, tu abuelo arreó al ganado en las umbrías, hirió la tierra con el arado romano y vendimió —el espinazo doblado y las quijadas tensas—con navaja y capachas de esparto. Fue conductor de acémilas, aguador en los estíos y vareó aceituna en los ajenos olivares del invierno.
Lo sabías desde la infancia. No hay lluvia mansa que haga verdear las labranzas si no se ha sembrado antes. Y ahora, sentado al revés en una vieja silla de madera, te enfrentas a lo que más temías, a la mirada de la enfermedad, a la esperanza de un tratamiento innovador administrado solo en ese país de la otra orilla del océano, al aleteo vigoroso, cercano de la incertidumbre. Y haces lo que tu abuelo te enseñó: antes de tomar una decisión de envergadura, valora todas las opciones.
Sé valiente y no mires atrás. Pide, tal vez, una segunda opinión. Puede que al final te equivoques, sí, errar es tan humano como entrar a una taberna de madrugada, pero debes decidirte: vender el majuelo, la huerta y la casa de tapial que heredaste de tu abuelo, trabajar también por la noche como mozo de almacén o limpiando oficinas, alquilar la casa donde vivís, pedir un préstamo en el banco, quizá puedas avalarlo con tu sueldo, lo que sea antes de que ella se vaya. Tu mujer es lo más importante, sí, Valentina es el engranaje de tu existencia, la luz que disuelve la escarcha en la alborada, el ímpetu de la sangre en tus arterias. Ella merece cada uno de tus pensamientos, también esa decisión meditada que le salvará la vida”.
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José Lillo Galiani, artista plástico y escritor de Valdepeñas, ha obtenido el premio de escultura en el Certamen de Bellas Artes Virgen de las Viñas de Tomelloso 2025 con su obra en bronce titulada “Cavilaciones”. El jurado ha valorado su fuerza conceptual y el equilibrio de formas. Y es cierto. La escultura destila expresividad, contundencia, sobriedad y un aura de estoicismo que la convierte en un sutil disparadero de la imaginación. ¿En quién, en qué estará pensando ese hombre? La trascendencia de sus cavilaciones —dolor, odio, amor, recuerdos, problemas familiares, desavenencias en su trabajo, miedos, quizá algún sueño por realizar— abre la puerta a multitud de caminos que el espectador debe transitar con ayuda del instinto, de esas sensaciones que nos ayudan en la encrucijada, de ese pálpito secreto que corrige impulsos, tropiezos y arbitrariedades. Porque la ficción está ahí, esperando, no hay más que cogerla de la mano y avanzar a su lado, ahora despacio, ahora más deprisa, no existe el tiempo si se trata de crear tu propia historia.