Por José Belló Aliaga
En su discurso de ingreso, Roteiro. Mi viaje visual en busca de la escultura, traza un recorrido introspectivo por las culturas y geografías que han marcado su obra a lo largo de su trayectoria artística.





Ceremonia de ingreso como Académico Numerario de D. Francisco Leiro
Como es costumbre, un miembro de la Academia contestó y dio la bienvenida al nuevo académico, en este caso, fue el también escultor Juan Bordes.
Las primeras palabras de Francisco Leiro (Cambados, 1957) fueron de agradecimiento a los académicos que propusieron su candidatura como miembro numerario por la Sección de Escultura en 2022, el arquitecto Alberto Campo Baeza, y los escultores Juan Bordes Caballero y Blanca Muñoz; anotó matices que les vinculan, la escultura en la arquitectura, la importancia de la figura humana en la obra de Bordes, o la línea y el dibujo en la de Blanca Muñoz. Tuvo especial recuerdo para José Luis Sánchez, su predecesor en la medalla académica. Escultor que participó en la renovación de la escultura española a través de la abstracción y en colaboración con arquitectos.
Para Leiro volver la vista atrás, como hace en su discurso, es un ejercicio necesario -vital y artístico- de comprensión. Roteiro, título -portugués- cuyo significado es “itinerario” indica la intención de su disertación, una retrospectiva donde mostró los temas que persisten, las ideas, las formas que evolucionan y los materiales que han conformado su obra. Una lectura transversal planteada a través de una breve selección de ejemplos de su escultura, marcada ésta por las experiencias culturales, y determinada por una visión arraigada en la figuración, lo simbólico y lo popular.
“Desde el principio han ido rondando tres o cuatro ideas nucleares que se entremezclan, desaparecen y regresan con nuevos aspectos”: ideas, conceptos y obsesiones que muestran un punto de visa propio, forjado durante décadas de creación, entre Galicia, Madrid y Nueva York, en diálogo con culturas tan influyentes como la azteca y la olmeca. Su primer viaje a México a mediados de los ochenta supuso un punto de inflexión, le fascinó la simplificación extrema de las formas, la contundencia de los volúmenes y la estética derivada tanto de los materiales como de las técnicas primitivas de talla. Confesó Leiro que su escultura dio un giro, si antes sus obras contenían elementos narrativos cercanos al cómic, al pop, el contacto con la cultura mesoamericana le llevó hacia una síntesis más formal, contenida y rotunda.
Las esculturas de Francisco Leiro funden lo local con lo universal, determinadas por el momento vital e histórico en que fueron creadas, beben del barroco, del arte gallego medieval, los retablos, la escultura clásica y las culturas indígenas americanas.
Sus personajes, realizados en madera, principalmente, muestran una gran expresividad que oscila entre lo grotesco y lo espiritual, lo teatral y lo ritual. Los ropajes, el equilibrio, la forma en que ocupan el espacio, la policromía…, son ejecutados por Francisco Leiro con maestría. Así lo reconoció Juan Bordes, quien recurrió al formato sintético de los manifiestos para dialogar con el nuevo académico, al que alabó la capacidad de “convertir el cuerpo humano en soporte de ideas, aspiraciones y conflictos de nuestro presente”.
En el acto de ingreso el organista Víctor Perea ha interpretado fragmentos de las Variaciones sobre un tema vasco, de Jesús Guridi.
José Belló Aliaga





