Manuel Valero.- Cada vez que se produce una noticia relativa a la varada nave que se levantó en medio de El Bosque como restaurante vintage me es imposible obviarla. Ahora que las obras de ese medio centro de la ciudad van en serio y será esta legislatura la que contemple su liberación -crucemos los dedos- la presencia de ese macizo de ladrillo se hace más antipática, y no son pocos los ciudadanos a quienes les gustaría verlo desaparecer para convertir El Bosque en un recinto diáfano y claro… si no fuera porque no es tan fácil.
Tienen que hablar los tribunales y, además, no debe ser barato derruirlo. El caso es que la Corporación plena ha decidido dar el paso de extinguir el contrato con la empresa concesionaria de la explotación del edificio y enviar el acuerdo a la Junta para que emita también su veredicto. Se ha dado prisa el equipo de gobierno no fuera que el silencio administrativo se traduzca en un grito en contra. Así está el asunto. La empresa reclama daños económicos causados por las obras de El Bosque aunque mantuvo en activo el restaurante de comida rápida con las obras ya iniciadas hasta que cerró, y el Ayuntamiento mantiene que fueron los titulares de la concesión quienes clausuraron el negocio de manera unilateral incumpliendo el contrato y obligaciones fiscales.
Las partes tienen derecho a acudir a los tribunales a pesar de que lo pedido por la firma concesionaria es tan abultado que causa estupor… nada más y nada menos que dineros frescos y millonarios por considerarse dueña de la explotación hasta el año…¡2052! Y ya sabe el Ayuntamiento lo que es pagar por asunto similares.
El Ayuntamiento de Puertollano que registra una ingrata experiencia adversa en pagos superlativos por sentencia judicial ha decidido actuar para acabar así con una situación anómala… a la espera de que los tribunales fallen justamente. Como así será, a buen seguro.
El otro aspecto, menos farragoso que el judicial, es el estético. Con la limpieza e impermeabilización de toda la superficie, el inmueble parece emerger de las profundidades y hace aún más evidente el efecto tapón que ciega la perspectiva de lo que debiera ser un claro en el bosque. Pero esto es cuestión aparte, porque supongo que su derribo no es una bagatela ni es rápido al depender de la resolución del contencioso, de modo que será el Ayuntamiento quien tome la decisión de la suerte final del viejo Retro, que pasa también por destinar el edificio a alguna finalidad pública… sin ánimo de lucro.
Lo pasado, pasado es, como el presente es la decisión plenaria de extinguir el contrato de explotación, y por otro lado, lo anunciado por la empresa de acudir a pleito. Esperemos desde el desconocimiento de la fronda jurídica que se tenga en cuenta en primer lugar el interés general de la ciudadanía, y si la justicia tiene en cuenta las pérdidas económicas por el cierre del restaurante, lo sea de forma equilibrada de modo que el fallo no suponga un golpetazo -uno más- a las arcas municipales, que es como si se lo dieran a los contribuyentes que volverían a padecer las consecuencias de otro veredicto tan millonario que hurta a los puertollaneros/as de gozar de otros proyectos que podían ser alimentados con los dineros que por ley han tenido que destinar a las sanciones.
En medio, los ciudadanos que pasamos diariamente por la zona cuyas murallas de confinamiento se hacen odiosas, esta vez, menos mal, con la esperanza de que el reloj ya cuenta para atrás y a cada semana se acerca más el día en que podamos, simplemente, pisar un generoso pedazo de suelo nuestro que está cautivo desde el verano de 2023.






Pregunte quien dio la autorización para construirlo.
Con permiso del señor Valero, copio un extracto, de otro artículo suyo.PD: Parece que hubo unanimidad, menos con un grupo. Muchos es algo que desconocíamos. Un saludo. *****Todos los concejales, socialistas y populares,con el alcalde de entonces, Casimiro Sánchez, a la cabeza, levantaron entusiasmados las manos del sí. ¿Todos? No, todos no. Izquierda Unida liderada entonces por Florentino López se opuso.****