La leyenda de Apolonia, una bella mujer tallada en piedra

Julián Plaza Sánchez. Etnólogo.- Si hay algo que nos identifica y nos marca desde el mismo momento de nuestro nacimiento, es que somos pasajeros. En muchas ocasiones es bueno echar de menos el pasado, sobre todo si su recuerdo nos hace esbozar una sonrisa. Disfrutar del presente es lo que nos toca, con sus luces y sus sombras. Vivir no es más que una oportunidad, no la desaprovechemos. Aunque en muchas ocasiones nos dejamos llevar por el futuro, pero dejarlo todo en esas manos es una forma de resignarse a la ignorancia. Por eso hay que poner el acento en el presente.

Muchos de los cementerios que se extienden a lo largo y ancho de España, encierran multitud de leyendas. El cementerio de Ciudad Real conserva una de estas leyendas que se ha perpetuado en el tiempo. Un día de estos que visito el cementerio, me topé con una tumba que tenía una escultura en piedra de una mujer joven y bella. Después de algunas averiguaciones, descubrí que esta bella estatua de mujer estaba dedicada a una tal Apolonia. Al observarla llama poderosamente la atención la joven, aparentemente dormida, aunque mantiene los ojos abiertos. La curiosidad hizo que me informara sobre tal hallazgo y esto fue lo que descubrí.

Corría el año 1920, don Serafín se trasladó acompañado de su joven y bella mujer a Ciudad Real. Había conseguido un puesto de alto cargo en la Administración y llegó a tomar posesión del mismo. Este matrimonio tenía una particularidad, el marido era mucho mayor que la mujer. Los dos provenían de familias acomodadas y como era normal en este tiempo, la joven tenía que hacer un buen casamiento. Pero en este caso, a pesar de la diferencia de edad, la esposa estaba locamente enamorada de su marido. Las personas que lo conocían no encontraban explicación, pues don Serafín tenía un carácter agrio y era poco amable. Por eso corrió la creencia que fue un matrimonio de conveniencia, pero no era así. Apolonia estaba locamente enamorada de su marido y lo demostraba día a día.

Don Serafín quiso perpetuar la belleza de su esposa, para ello acordó con un pintor de Ciudad Real la realización de un retrato. Contrató no a un pintor cualquiera sino a uno con cierta fama. El encargo recayó en Ángel, que ya por entonces era un reconocido pintor. Este tenía la misma edad que Apolonia, y se desplazaba todos los días a la casa de don Serafín. Ángel apreciaba que, según pasaban los días, la modelo aparecía mucho  más bella. La contemplación diaria desembocó en un enamoramiento, aunque del todo imposible. Apolonia no tenía ojos para ningún hombre que no fuese su esposo. Por la tarde Ángel colocaba su caballete y tomaba sus pinceles para plasmar en el lienzo los contornos del cuerpo de la modelo. A cada pincelada sentía que su corazón se partía y cuanto más avanzaba en la pintura, mayor era su enamoramiento. Todo esto se convirtió en un tormento y obsesión, tanto que reunió el valor suficiente para confesarle su amor. Apolonia rechazó sin dudarlo el ofrecimiento, declarando que era una mujer felizmente casada.

Uno de los días que estaban los dos solos en la habitación en donde posaba, se armó de valor y consiguió declarar su amor.

-Señora, quiero declarar mi amor por usted. Desde el momento que llegó a mi vida todo cambió. Sus ojos verdes se convirtieron en mi refugio, y su sonrisa en mi razón del despertar cada mañana. He intentado encontrar las palabras perfectas para describir lo que siento, pero me doy cuenta de que el amor va más allá de las palabras. Quiero que sepa que con usted he descubierto un amor que no sabía que existía.

-Por favor señor, no diga esas cosas. Estoy felizmente casada y quiero a mi marido.

Su rechazo fue total. El pintor respetó los deseos de Apolonia, con eterna paciencia esperó a que cambiase de opinión. Los días pasaron y la situación siguió sin ninguna alteración. Pero un buen día su marido tuvo que acudir a Madrid, para resolver un conflicto administrativo. Durante el viaje fue asaltado por unos bandoleros, que después de robarle lo asesinaron. Su mujer, al conocer la noticia quedó en un estado de abatimiento. Cada día fue empeorando un poco más, parecía que la llama de su vida se apagaba. El pintor después de dar los últimos retoques al cuadro, fue a su casa para entregárselo. Cuando llegó a la casa, encontró a Apolonia prácticamente sin vida. Por mucho que lo intentó no consiguió que se recuperara y poco después murió.

El pintor seguía manteniendo su amor no correspondido y la muerte de Apolonia lo dejó lleno de melancolía. Se obsesionó de tal forma con su amada ya del todo inalcanzable, pero pensó la forma de perpetuarla en el tiempo. Se puso en contacto con su buen amigo el escultor Joaquín, para decirle lo que había pensado hacer. Su amigo lo recibió con interés pues suponía todo un reto. Resultaba interesante realizar una escultura de esas características, a través de los bocetos que tenía el pintor.

Cuando la obra estuvo finalizada se instaló en la tumba donde reposaba Apolonia. Se trata de una escultura yacente que representa a una bella joven, tumbada en el lecho de muerte, tapada con una sábana que muestra sus formas femeninas. Los brazos casi desnudos, cubiertos con una ligera camisa que sirve de mortaja. En el pecho tiene una Cruz, simbolizando el sentimiento de la fe en Cristo y confiando en la resurrección. Las flores que cubren su cuerpo, por encima de la sábana, evocan vida y belleza frente al dolor por la pérdida. Los ojos los tiene entreabiertos, significando que todavía tiene vida.

Ángel celebró con Joaquín el resultado de la obra, pues representó fielmente lo que el pintor tenía en su mente. Todos los días pasaba por el cementerio a visitar la tumba y al contemplar la escultura, una sobredosis de nostalgia envolvía la atmósfera. Especialmente cuando el otoño imponía la melancolía de las cosas muertas. Pero precisamente es en otoño cuando llega el aviso inevitable, de que se acerca ese recuerdo, y que ningún olvido ha podido detenerlo.

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5 COMENTARIOS

  1. Leyenda. Eso lo dice todo.
    Lo único cierto, es que el Ayuntamiento, ha cambiado el sarcófago, de donde fué enterrada Doña Apolonia, por su familia, y por su cuenta, han pagado dinero público para colocarla en un sitio preferente que dá «yu yu» frente a otro «monumento absurdo, que es una lámina de metal doblada y colocada en vertical, con tres bancos a cada lado, según éllos en recuerdo de los bebés no natos. Bancos, en los que nadie se sienta.
    Y ahora adoptan una medida, QUE VA A LLENAR EL CEMENTERIO MUNICIPAL DE RATAS, quieren PRESUNTAMENTE, deshacerse, por decirlo suavemente de los gatos y gatitos, (por cierto, preciosos), que viven allí.
    Como con la Ley de Protección Animal, ya se cuidarán mucho de envenenarlos, están haciendo el paripé de que con arreglo a dicha Ley, van a ser castrados, y derivados a Protectoras de Animales.
    Han prohibido que las voluntarias, que de forma altruísta venían alimentando a estos gatitos, les sigan dando agua, y de comer…..porque «OH QUE GENEROSOS, LOS FUNCIONARIOS DEL AYUNTAMIENTO, LO VAN A HACER EN LUGAR DE ELLAS».
    Hay muchas formas de matar desgraciadamente a seres humanos, y una de éllas es
    negándoles la comida, O BIEN DARLES UN UNO POR CIENTO DE LO QUE NECESITAN, así SE NOTA MENOS EL EXTERMINIO.
    Luchemos por los GATOS DEL CEMENTERIO, los que amamos a los animales, y los que los odiáis, también luchar, porque las tumbas de vuestros familiares, se van a ver
    ASEDIADAS POR LAS RATAS.

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