La visceralidad política

Fermín Gassol Peco.- La visceralidad es un sentimiento muy profundo e incontrolado que mueve tanto el pensamiento como las acciones de las personas. Se trata pues de una fuerza emotiva que desborda tanto al entendimiento como a la razón. De ahí que las personas muy viscerales sean seres movidos principalmente por su ímpetu físico o por una fuerte polarización y subjetividad, que en el mundo de la política viene acompañado en no pocos escenarios por el interés partidista.

 Supongamos que en la noticia dada sobre un caso de corrupción ocurrido en el ayuntamiento de una localidad poco conocida el dato de la filiación política del concejal o alcalde que ha cometido el presunto delito permanece en blanco. Seguro que las personas con un comportamiento político visceral mantendrán en suspenso su opinión final sobre el asunto hasta saber este dato (el nombre del partido al que pertenece) …y sus reacciones serán muy distintas según que el investigado o investigada sea o no sea uno o una de los suyos. Censurará y deseará lo peor o callará y buscará mentalmente otros casos parecidos que se hayan dado en el “campo contrario” para, si no justificarlo mentalmente, sí condescender más fácilmente. 

A los viscerales nos los encontramos en todos los lugares: en los compañeros de trabajo, en las tertulias de los bares, en los estadios de fútbol, en el anonimato de los foros en internet. Causa sonrojo, perplejidad y preocupación lo que se puede llegar a justificar o reprobar amparado tras el muro del ordenador. 

Creo sinceramente que los peores enemigos a la hora de avanzar en la conquista de una mayor calidad democrática responden precisamente al calificativo de viscerales. Esa fuerza ciega que anula el entendimiento y predispone a rechazar cualquier comportamiento si quien lo hace es alguien de los otros, para justificar el mismo hecho si quien ahora lo realiza es alguno de los míos.  

La visceralidad no entiende de razones ni objetividades, antes bien es una postura primaria y mediatizada que predispone de antemano y que por ende es fácilmente aprovechable por los políticos para contentar de una manera populista a sus irreflexivos incondicionales.  

La visceralidad cobra especial peligrosidad cuando es utilizada por esos mismos dirigentes políticos para eximir o para acusar de manera exclusiva a quienes tienen distintos grados de responsabilidad política y penal ante hechos especialmente graves por el simple hecho de pertenecer a un determinado partido político.  

En estos casos, la visceralidad se traduce en cálculo político y supone la mayor bofetada, tanto al entendimiento como a la justicia; tanto al coeficiente mental como al nivel moral; tanto a la ciudadanía como a la democracia.

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