La mujer que quería casar: Álvaro Cunqueiro

Jesús Millán Muñoz.- Creo, nadie se ofenda, nadie se trocee las corbatas/pantalones/falda, creo que la inmensa humanidad en todos los individuos quieren casarse, tener amor permanente con otra persona.

Se dice que tanto sea el rito o la formulación, en Occidente, hay varias posibilidades, tres o cuatro. Pero se indica que en todas las sociedades, en sociología, las ochocientas que existen en el mundo, eso decían, en todas existen ritos de casarse, de dos personas formular un rito y un símbolo y un compromiso y una metáfora, generalmente con el deseo que permanezca toda la vida. Creo que todas las personas quieren casarse… Podría aquí indicar una cifra, pero no existen cifras exactas en el mundo, aunque sean aproximadas de matrimonios. Pero es obvio que son millones. Bien harían los sociólogos y administraciones públicas ofrecernos esta cifra. Por países y continentes, aunque fuese aproximada, uno se pregunta porqué no las hay… -al menos en Internet-.  Pero bueno sabemos que son millones… posiblemente decenas de millones cada año, en los diversos ritos y costumbres en cada sociedad y país y nación y Estado y cultura y metafísica y religión…

Me he encontrado con un artículo de Álvaro Cunqueiro Mora (1911-1981) sobre este tema, La princesa que quería casar, en ABC del día 16 de marzo de 1958. Yo, yo creo que toda mujer es una princesa, incluso la más pobre en estipendios económicos, en estipendios culturales, en estipendios sociales, en estipendios psicológicos, creo que toda adolescente, niña, mujer en su primera adultez y segunda y tercera madurez y vejez, toda mujer es una princesa que se quiere casar, que desea casarse porque es una princesa –miren todos los programas existentes en televisión buscando amor, hombres y mujeres. –No tengo ganas de polémicas poliédricas polivalentes, hablamos en casi toda la generalidad-.

Toda mujer, ya sé que existirán excepciones desea tener un hijo o una hija, si las condiciones de todo tipo se lo permiten. Y, sé también que toda mujer, casi toda mujer, el noventa y nueve por ciento, de todas las culturas y de todas las sociedades, desean que las amen y quieran y respeten y soporten sus cosas buenas y sus cosas menos buenas –también es cierto que igual que hay que fregar el suelo todos los días, habría que ir quitando errores morales y psicológicos durante la vida, no ir añadiendo nuevos…-.

Tengo un afecto especial al articulista Cunqueiro, porque creo que nos abrió nuevos horizontes de la narración, creo que es anterior al boom suramericano en la novela, relato, cuento, poesía, artículo de ficción e imaginario, dónde se mezclan mundos. Cunqueiro mezcla mundos reales y posibles, igual que este escribiente mezcla mundos reales y filosóficos y metafísicos. Cada uno, cada ser humano está hecho de un modo y de una manera. La solución siempre es aprender y aprehender de todo y de todos, pero no copiar a nadie, no hay que esforzarse en tener un estilo, cada uno anda de una manera, habla de una manera, hace gestos de una manera y todo lo hace de forma individual, escribir y pensar y mirar sucede lo mismo. No tiene que esforzarse en tener un estilo, este saldrá sin demasiados esfuerzos. Otra cosa, es que a los demás les guste ese etilo…

Los que llevan y llevamos décadas en este mundo, y, décadas en el mundo de la escritura y del pensamiento, ya hemos aprehendido y aprendido tantas cosas de tantas voces, lenguas, oídos, manos, cuerpos, cabezas, que ya uno no sabe cuál es el primer origen de un concepto o una idea o un argumento o un dato. Por ejemplo, en España siempre en el argumento de la defensa de Dios, ese famoso argumento se le achaca a Unamuno, y, hay que decir, que él lo tomó, o, es anterior el mismo argumento con matices, de Pascal, por eso yo expongo ese argumento bajo la fórmula de Pascal-Unamuno… Pues este es el ejemplo…

Millones, quizás decenas de millones de mujeres, se pasan toda una vida, acordándose del desamor, que tuvieron una o dos o tres malas experiencias en esa realidad. Que querían casarse, pero no llegaron a casarse, o haciéndolo, se descasaron después. Se dice, que en Europa, la mitad de la población que firma papeles, sea de una forma o sea de otra, civil o religioso o eso que han denominado “parejas de hecho”, en fin, en fin la forma que sea, porque hay que poner orden en todo el complejo mundo de los afectos, sin contar los que “viven y conviven juntos sin ningún tipos de papeles”, por eso en este terruño: las “llaman pareja de hecho”, unas con algunos papeles, otras sin ellos. Pues dicen que la mitad, la mitad se descasan. En fin, son historias tristes. Son novelas y relatos y cuentos que no terminan cómo pensaron cuándo empezaron ese caminar… ¡Cuándo se miraron los ojos, hace unos meses, unos años, unas décadas… las tormentas de la vida, la vida interior y exterior, les han llevado a descasarse…!

Esta semana, en siete días asisto a dos bodas, de dos personas cercanas a mi realidad existencial y vivencial. Es decir, que tengo lazos de amistad y afectos, profundos. Dos personas diferentes, dos mujeres. Aquí, aquí en este artículo les deseo a las dos lo mejor del mundo. Que a ambas sus esposos y sus maridos, las traten bien durante cincuenta años al menos. Que ellas traten bien a sus esposos, bien y con amor y amar durante cincuenta años al menos… Qué puedo decir y decirles, qué no olviden la sombra del Buen Dios. Que se acojan a su sombra durante toda la vida. En cincuenta años la vida cambiará enormemente, más de lo que imaginamos en muchos temas…

No he buscado este artículo del maestro Cunqueiro que tanto hemos aprendido en los/sus artículos, pero hemos llegado por azar y casualidad a ésta, su columna. Bueno es tomar el viento que nos atrapa el rostro, y, recordar y homenajear en siete días asisto a dos bodas, de dos mujeres con dos hombres. Paz y bien y pan y verdad para cincuenta años a cada una de ellas/esas dos parejas.

También se lo deseo a todos los millones que se habrán casado este año en el mundo, que se irán casando en años que vendrán, o que se casaron hace diez o cincuenta años… sean sus colores de su piel o su cerebro de un modo o de otro.

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