Doce años después… siguen existiendo hienas dentro de nuestro sistema democrático

Nada existe más preciado en este mundo que la libertad. Nada es mejor para el buen funcionamiento de una sociedad que el cumplimiento de aquello que la mayoría desea. Nada resulta más tranquilizador que la igualdad de todas las personas ante la ley. Nada parece más idóneo para la convivencia que el verdadero respeto a las ideas de los demás.

Nada más positivo para estabilizar a un país que vivir en democracia. La democracia como reparto de responsabilidades, delegación y cercanía en la gestión política; como concienciación activa de toda la ciudadanía en el  funcionamiento de las distintas instituciones para mejorarlas a través de los órdenes jurídico y económico, evolucionando y fortaleciendo con ello unas relaciones más justas y  éticas.

Pero la democracia no es solamente una bonita palabra, un justo estadio colectivo, un hermoso y obligado concepto. En una sociedad tan compleja como la nuestra y con muchos euros por medio, la democracia ante todo ha de ser decente para ser creíble, sobre todo con la administración del dinero público; de aquellos impuestos que casi todos los contribuyentes pagamos de manera puntual y que en una democracia resulta inevitable sean muchos quienes lo manejan.

Los enemigos de la democracia siempre supimos dónde estaban, también quienes siguen sin creer en ella, ambos están identificados y sin disimulo han actuado y siguen haciéndolo de distintas formas con graves consecuencias. La atacan y la democracia se defiende con sus civilizadas formas y argumentos.

Sin embargo más dañinos han sido y siguen siendo los ataques por sorpresa de quienes diciendo estar a nuestro lado se olvidaron de los distintos y nobles colores y causas que un día pregonaron con vehemencia en manifestaciones, códigos éticos e intervenciones parlamentarias mientras abusaban del cargo, robando el dinero público que es el de todos nosotros, profanando  la confianza de los contribuyentes para especular y apropiarse de lo que no es suyo, delinquiendo, valiéndose de la inocencia de una ya no tan joven pero siempre hermosa democracia como comercio de fáciles y jugosas presas. Yo los sigo calificando como “ hienas dentro de nuestro sistema democrático”.

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